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El cuarto poder

Rodrigo Pardo, nuevo editor general de ‘El Tiempo’, es un periodista nato que estaba extraviado en las lides de la política.

17 de septiembre de 2001

Rodrigo Pardo García-Peña conoce bien los intríngulis del poder. Lo ejerció desde los cargos que ocupó durante tres gobiernos liberales como consejero de Comunicaciones, embajador en Venezuela, viceministro y ministro de Relaciones Exteriores. Una carrera más que brillante para un hombre que hoy confiesa que la política no es su vocación: “Me gusta, la sigo y la entiendo, pero odio su práctica porque va en contravía de mi manera de ser”. Por eso ahora, a los 42 años, con su nombramiento como editor general de El Tiempo, Pardo le apuesta de nuevo al periodismo.

El bicho del periodismo picó a Pardo desde la casa. No podía ser de otra manera, considerando que Roberto García Peña, su abuelo materno, fue director de El Tiempo durante 42 años. No obstante, su vida periodística comenzó en propiedad en SEMANA, donde como reportero económico pudo aplicar los conocimientos que había adquirido en la facultad de economía de la Universidad de los Andes. Luego hizo notas políticas en Cromos y de ahí saltó a la edición dominical de El Tiempo. Su futuro en el periodismo parecía asegurado pero se dejó tentar por la política y durante varios años se perdió en esa vorágine.

Después de su retiro de la Cancillería, Pardo se vinculó a la revista Cambio16 Colombia como redactor y columnista político. Regresar a los medios de comunicación, después de la tormenta que había tenido que atravesar por cuenta del proceso 8.000, fue un bálsamo para él. A tal punto que consideró la posibilidad de irse a Madrid a realizar la maestría de periodismo del diario El País. Pero la política no lo iba a soltar tan fácilmente y lo tentó con la embajada en París. En la Ciudad Luz podía recuperar fuerzas para lanzarse en el futuro a una nueva aventura electoral.

A los cuatro meses renunció sorpresivamente para embarcarse en un nuevo reto: la dirección de El Espectador, el diario que había pasado a manos del Grupo Santo Domingo. Fue una apuesta fuerte, pero la hizo convencido de que “era algo a largo plazo”. Su entusiasmo inicial y el sólido respaldo que le había dado en un comienzo el Grupo fueron desmoronándose por razones políticas. “No apoyar incondicionalmente a Serpa deterioró desde muy temprano mi relación con Santo Domingo. Luego, cuando él se acercó a Pastrana, empeoró porque nosotros éramos muy críticos con el gobierno”, dice. La política cobró revancha. El Tiempo lo contrató como columnista y Pardo montó una oficina de consultorías en compañía de Ana Milena de Gaviria. El mes pasado una llamada de Enrique Santos interrumpió sus vacaciones en Miami para ofrecerle el segundo cargo más importante dentro de la estructura del periódico más prestigioso del país. Pardo no lo pensó mucho para decir que sí pues siente que por fin va a hacer lo que había deseado: sumergirse de lleno en el periodismo para saborear las mieles del cuarto poder.