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Enseñar a pescar

Con una vida dedicada a ayudarles a los demás a resolver sus problemas, Guillermo Carvajalino llega a dirigir una nueva fundación filantrópica, Empresarios por la Educación.

24 de marzo de 2003

Antes de que Guillermo Carvajalino naciera en el tradicional barrio madrileño de Chamberi ya una historia familiar le había marcado su destino. Su papá había llegado a España a estudiar medicina porque su familia en Ocaña, Santander, pobre y cariñosa, había juntado todos los esfuerzos para pagarle a este joven de carrera prometedora sus estudios en el exterior. "Me quedé con la idea de que hay que unirse para ayudar y para progresar", dice hoy Carvajalino, 48 años después, y cuando acaba de asumir la dirección de la recién creada Empresarios por la Educación, una fundación que reúne a 65 empresas privadas y a 25 filántropos, cuyo objetivo central es el de fomentar una mejor calidad de la educación básica colombiana.

Carvajalino se crió en Cali, donde estudió en el Colegio San Luis. Regresó a España, a la Universidad Complutense, convencido de que el derecho era lo suyo. Pronto se dio cuenta de que se había equivocado y cambió a sociología. Su nueva mirada del mundo lo devolvió a Colombia, donde sabía que sentiría con más fuerza su vocación social. Terminó su carrera en la Universidad Santo Tomás en Bogotá y el Episcopado lo contrató para que viajara por todo el país y asesorara a los obispos en la organización de programas sociales. Más que regalar pescado lo ha entusiasmado enseñar a pescar. "Me ha jalado siempre la idea de ayudar a otros a resolver problemas", dice.

De ahí ensayó en el sector público, Planeación Nacional y Bienestar Familiar. Pero pronto regresó al mundo de la filantropía. La Fundación FES, de Cali, lo contrató en Bogotá para armar proyectos de apoyo a la justicia y a la gestión hospitalaria. Allí conoció a Rodrigo Gutiérrez, del Grupo Corona, quien lo invitó a dirigir la Fundación Corona.

Durante 14 años esa fue la niña de sus ojos. Con el generoso respaldo, no sólo financiero sino en tiempo y en experiencia de la familia Echavarría, transformó una pequeña fundación caritativa en una empresa de filantropía moderna con 10 profesionales de planta y un presupuesto de 4.000 millones de pesos anuales. La Fundación Corona creó un programa para mejorar la administración en hospitales, que tomó vida propia e independiente; otro para fortalecer la buena gestión en la escuela; otro que respalda iniciativas comunitarias y la mejoría de los gobiernos locales, y otro más que ha formado a 15.000 personas en microempresa.

Desde el año pasado la Fundación Corona asesoró a Nicanor Restrepo y a otros empresarios en la tarea de crear una organización de respaldo a la educación. Así llegó Carvajalino a la fundación que dirige desde hace unas semanas. Y ya arrancó. Empresarios por la Educación tiene tres proyectos caminando: uno de juntas empresariales, que apoyan a los secretarios de educación; otro que se dedica a mejorar físicamente las escuelas y otro que impulsa mejorías en el modelo educativo que hagan la escuela más pertinente para los niños.

Y mientras avanza con sus ideales Carvajalino, siempre tranquilo y sonriente, como si le sobrara el tiempo, lee historia, juega tenis y construye una familia con la que, sobre todo, se divierte mucho.