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LA BESTIA Y LA OVEJA

De veleidoso izquierdista a editor su habildad para los negocios y las obras de García Márquez le han reportado enormes ganancias

29 de noviembre de 1982

Hay que hacer un esfuerzo de imaginación enorme para aceptar sin chistar que este caleño bronco, hijo de vasco y que visita, con aires de emir, no menos de 25 países por año en su actividad de "multinacional que despega" (según García Márquez), sea el único colombiano ajeno a la sangre del nuevo Nobel de Literatura que se beneficia del premio con algo más concreto que simples ramalazos de orgullo: con millonadas por cántaros, muchas más de las que le representa en metálico el Nobel al laureado.
Ni el mismo José Vicente Kataraín (editor de García Márquez en Hispanoamérica, salvo en Argentina y España), sabe a ciencia cierta cuántos millones le va a reportar el Nobel. Por ahora, vendió 9.000 colecciones de la obra de Gabo al Banco Cafetero otras 60.000 colecciones con el rótulo "Premio Nobel de Literatura 1982" están en pleno proceso de impresión.
Del 21 de octubre (día del galardón) hasta hoy, 29 empresas y sindicatos nacionales han pedido cotizaciones de la serie y casas editoriales de México, Panamá, Venezuela, Perú, Ecuador y Bolivia han hecho peticiones por casi cincuenta mil paquetes con los trece títulos de García Márquez.
Cada colección completa cuesta $2.000. Con sólo 50.000 que venda Kataraín habrá producido cien millones de pesos. Pero será apenas la punta del iceberg: tan pronto esté lista la próxima novela de García Márquez (la del amor total con perfume de apio), José Vicente pretende sacudir el universo literario con una edición inicial sin precedente en la historia de los siglos. De cien millones de ejemplares, en 43 idiomas entre ellos el quechua, aymará, vasco y guaraní; en un lanzamiento explosivo a la misma hora y día en 70 países de los cinco continentes. Es inevitable preguntarse si este turbión de 36 años, 1.82 metros, leyó de la obra de García Márquez un renglón más allá de las bacanales de Aureliano.
El dice que sí. Que ha leído y releído cada palabra producida por García Márquez. Nadie en casa de Kataraín (un hogar de clase media) tuvo por qué sorprenderse cuando empezó a participar como activista en la Universidad del Valle, en la Facultad de Economía, al gestarse allí, en Cali, las más grandes y prolongadas huelgas estudiantiles que haya conocido el país. Entonces, en la Facultad de Economía (de la que era el estudiante de mostrar), se planteó sacar un grupo de profesores gringos que, sin dominar el español ni conocer la economía colombiana, pretendían aturdirlos con los enredos teóricos de los "Chicago-boys". Estos profesores fueron descalificados con argumentos de fondo y se formó una cruzada para instalar en la decanatura de la facultad a algún criollo de méritos. Con otros compañeros se vino para Bogotá buscaron a Palacio Rudas, le ofrecieron el cargo y un sueldo seductor pero, el rector godo Alfonso Ocampo Londoño vetó al Cofradé y a la segunda opción estudiantil (Bernardo García), y a la tercera (Antonio Barberena) y hasta la cuarta (Antonio Urdinola). Ante estos hechos, los estudiantes de economía suspendieron ásperamente actividades. La Universidad del Valle había entrado en huelga. En poco tiempo la agitación estudiantil recorrió las universidades del país detonada por la huelga del Valle. Fueron los-meses de gloria de la izquierda universitaria. Pero en abril de 1972 el bipartidismo--rememora José Vicente--fundió electoralmente a la Anapo y el gobierno interpretó el triunfo como una barrida a todo lo que oliera a oposición y un mes después, ya bajo el ministerio de Juan Jacobo Muñoz, se desató el vendaval represivo y cerraron la facultad de Sociología en la Javeriana y botaron en el país a centenares de profesores y alumnos, entre ellos Kataraín, que a mes y medio de terminar la carrera fue declarado indeseable por Muñoz, para que lo rechazaran de cualquier claustro que rondara.
Pero le dieron cabida en la Jorge Tadeo Lozano y terminó su peregrinación académica para empotrarse en el Dane, uno de los fortines burocráticos de la izquierda hasta que en 1974 le hicieron el favor eterno de botarlo. Entonces no le dio más largas al proyecto que incubó desde la Universidad del Valle y por medio de Jorge Villegas se paró por primera vez frente a la que sería su otra influencia sustancial, su segundo dios, y a raíz del proyecto surgió una amistad fácil con Garcia Márquez. Le expuso con pelos y señales hasta convencerlo cómo podría alumbrarse esa urticaria editorial que fue "Alternativa".
Llegaron después los Enrique Santos, Daniel Samper y Antonio Caballero y empezó la vida rítmica de "Alternativa" con dos golpes maestros: un artículo de Gabo ("Chile, el golpe y los gringos") y la determinación gerencial de Kataraín de arrancar con pasos de animal grande: con un tiraje inicial de 10.000 ejemplares siguieron otros pasos de bestia hasta alcanzar en tres meses de existencia un tiraje de 45 .000 números.
Pero --evoca-la politiquería izquierdista fue minando por dentro el semanario y según Katarain cuando él se opuso a darle carátula a un tal ERP de Argentina que según Caballero estaba a punto de tomarse el poder, la situación se hizo insostenible y un tiempo después García Márquez le sugirió que mejor se retirara y formara con él una editorial. A Kataraín le sonó la sugerencia, pero con la condición insobornable de que el escritor le autorizara editar sus obras.
Fue una exigencia complacida y que editorialmente no alarmó a nadie porque, se decía, el fenómeno de ventas de García Márquez estaba agotado. Pero Katarain enfrentó a sus socios potenciales en la compra de la muy anónima editorial Oveja Negra, de Medellín, una bodega melancólica de textos marxistas pero con un nombre que lo obsesionaba; enfrentó a los socios con el argumento certero de sostener que ciertamente era un fenómeno agotado, pero entre la gente de plata. Y les hizo ver que, hasta entonces, los editores de García Márquez (1977) venían actuando con el criterio de producir poco y vender caro.
"Vamos a hacer lo contrario: tirar bastante y vender barato", propuso y las cifras están a la vista: en cinco años vendió tres millones de ejemplares y produjo otros 92 títulos, sin contar el acontecimiento editorial de moda que, calcula, con una inversión de 600 millones (un millón diario durante un mes por televisión, debe revertirle 1.500 millones de pesos: La Historia Universal de la Literatura.
Esta es otra historia propia de este hombre desbordado. Hizo que Carvajal adaptara una planta extra para satisfacer la demanda de Oveja Negra y Propal, que en un año vendía 1.500 toneladas de papel marfil de 70 gramos, vende ahora como consecuencia de la colección en boga exactamente el doble de este papel.
Pero si un acierto editorial hay que destacar de Kataraín es la forma como adquirió los derechos de la "Crónica de una muerte anunciada". Estaba en Barcelona sentado en la misma mesa con los representantes de Argos Vergara, Bruguera, Plaza y Janés y Suramericana, para definir frente a García Márquez y su representante literaria, Carmen Balcells, quien obtendría los derechos de la obra. El argentino y los españoles coincidieron en ofrecer un tiraje inicial de cien mil ejemplares. Kataraín, que no había leido una linea de la Crónica, hizo sin ninguna alarma su oferta y puso a sus rivales, mezclado con whisky, a pasar un trago amargo: "Tiro 500.000" dijo. Quedaron en reunirse para cerrar el negocio al otro día y en un alarde de rectitud le dieron los originales para que los revisara esa noche. Subió entonces a su habitación, en dos horas conoció: la historia de ese crimen salvaje y tierno. A las diez de la mañana se excusó ante Gabo, delante de todos par la imprudencia reciente.
Señores, la leí--dijo--. Voy a tirar para empezar, un millón de libros ". Se fueron como los profesores gringos de Cali, brindó por el éxito, y por la noche se enteró de la interpretación que se le había dado a su of erta en la televisión española: Nunca, desde Cervantes hasta ese instante, en Hispanoamérica hubo un tiraje inicial parecido. "Ni en el mundo, maricas", murmuró entonces y sostiene ahora que asi es.
Contra lo que pensaron en el mundillo editorial, no se había "corrido".
Un mes después de adquirir los derechos sin que se hubiera impreso un ejemplar, habia vendido 300.000 ejemplares en Méjico, 100.000 en Venezuela, 250.000 al Grupo Grancolombiano, 60.000 en Ecuador, 50.000 en Perú, 40.000 en Uruguay, 20.000 en Estados Unidos, 35.000 en Puerto Rico, 20.000 en Panamá, 10.000 en Chile, 2.000 en Moscú. Fue insuficiente: 40 días después de lanzarse la obra, debió imprimir 200.000 ejemplares más.
Se ganó treinta millones de pesos limpios de todo y una cola infinita de aspirantes a escritores. La vida, aun con su secuencia inagotable de mujeres dispuestas, empezó a hacérsele tormentosa. Hace poco, y después de haber cancelado su presencia en cocteles para restringirse mejor al circulo de sus amigos, un colado le hizo morder hasta romperlo un vaso de vidrio: lo obligó a escuchar sin pausas y durante 45 minutos su versión izquierdista de los hermanos Vicario, "En realidad--concluyó antes que Kataraín mordiera el vaso-los Vicario no son otros, doctor, que Reagan y Haig".
Pero, con o sin lagartos su vida de vértigo sigue girando. Al tiempo que prepara las colecciones de Navidad, su Historia Universal de la Literatura, el charter a Estocolmo, las atenciones a Mercedes, un libro sobre López de Germán Santamaría, un premio nacional de literatura de un millón de pesos (el, obvio, "Gabriel Garcia Márquez"), el lanzamiento del periódico de Gabo (donde Katarain tiene 20 por ciento de acciones); sigue alimentando su obsesión sublime de lanzar cien millones de ejemplares en edición principe y buscando formas originales para derrochar sus millones.
Así es. Volcánico, ostentoso, bohemio, zoofilico ("estoy casado con la oveja"), generoso, machista, Katarain, súbito desertor del activismo izquierdista, resume su éxito en haber sabido desde siempre comprender las dimensiones de Gabo. "El más grande escritor de este siglo-y el colombiano más sublime desde que llegaron los chibchas".