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Músico a secas

Egberto Bermúdez le ha dedicado 20 años a redescubrir y recrear la música de Colombia, desde la conquista hasta hoy.

26 de febrero de 2001

Rodeado de discos, libros e instrumentos musicales, casi todos de cuerda, Egberto Bermúdez vive en función de la música. Música a secas, porque para él carece de sentido la separación que se hace entre la culta y la popular. “Yo descubrí a Bach a través de Jethro Tull y el barroco gracias a los arreglos que hacía George Martin para los Beatles en canciones como ‘For no one’, ‘In my life’ o ‘Eleanor Rigby”. Y aunque se ha destacado por sus interpretaciones de música del barroco y del renacimiento y por sus investigaciones musicológicas jamás ha perdido el contacto con el rock. “Lo que más me interesa de la música es su relación directa con el individuo. Las historias del tipo que contrata un trío para una serenata o de la niña que se acuerda de su novio cuando oye una canción en la buseta me mueven mucho más que el ritual de la sala de conciertos”. De hecho, su pasión por la música antigua se debe a que él la considera muy emparentada con el rock, el blues y el jazz, pues es fresca y permite la improvisación.

A los 14 años aprendió a tocar guitarra pero pensaba que su futuro era la ingeniería mecánica, carrera que terminó en 1975 en la Universidad de los Andes. Pero, como les ha ocurrido a otros uniandinos, su paso por el coro de la universidad lo ayudó a decidirse por su verdadera vocación. Viajó con el coro a un festival internacional en Aberdeen, Escocia, y se quedó en Londres, donde estudió, entre 1976 y 1984, musicología en el King‘s College de la Universidad de Londres e interpretación de música antigua en el Guildhall School of Music.

Vinculado desde hace 20 años al Centro de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional, sus trabajos de campo le han permitido corroborar sus hipótesis acerca de lo inútiles que son las barreras que se ha intentado ponerle a la música. “La técnica de un intérprete de arpa español del siglo XVII es la misma que utilizan hoy día un vaquero de los llanos colombo-venezolanos o un indígena mendigo en la puerta de un hotel en el Cuzco”.

Desde hace 14 años lidera el grupo Canto, con el que ha grabado los discos Música del período colonial en América Hispánica, Del cielo a la tierra (junto con el coro Gregor) y su última producción, Historia de la música en Santa Fe y Bogotá, que viene acompañado de un libro. Es un recuento de 400 años de historia musical de Bogotá, entre 1538 y 1938. Estos trabajos definen su filosofía de investigador. Le parece absurdo escribir de música para quien no puede escuchar ejemplos. Además busca presentar el resultado de esas investigaciones en libros bien editados y escritos en un lenguaje que les llegue tanto a los iniciados como al público de la calle.

En 1989 conoció a Juan Luis Restrepo y desde entonces trabajan en llave en la Fundación Música, con la que, además de los tres discos ya citados, han grabado música étnica en el terreno con músicos indígenas y campesinos, música tradicional y de los oficios religiosos de San Andrés y Providencia y canciones y piezas para piano y voz cuyas partituras fueron publicadas, a mediados del siglo XIX, en el periódico El Granadino.

Varios de estos trabajos han sido cofinanciados y las ganancias que deja cada uno se utilizan para pagar el siguiente. Su próximo proyecto es grabar música de Gutiérrez Fernández Hidalgo, el primer compositor español que se radicó en América del Sur.