Home

Perfil

Artículo

Pintar que se ha vivido

Con una gran retrospectiva el MamBo rinde homenaje a Enrique Grau, un nombre que es sinónimo de arte en Colombia.

30 de junio de 2002

En su mas reciente autorretrato, concebido apenas unos meses atrás, el maestro Enrique Grau se ve a sí mismo con lentes oscuros, una gruesa bufanda, unas sondas que le salen de la nariz, un casco, y, como fondo, galaxias y planetas. "He pintado más de 20 autorretratos y ahora me veo así: con una molestia ocular, por esos las gafas, con mucha dificultad para respirar. Me veo con cascos. Así me veo después de tantos años: como un astronauta", sonríe.

Enrique Grau nunca tuvo que decidir si quería ser pintor. Simplemente nació pintando. Y nació en Cartagena. "Odio que digan que soy panameño. Sí, nací en Panamá, pero al otro día estaba en Cartagena". Le encantaba pintar al óleo, imitando las grandes obras de Rembrandt, Tiziano o Van Gogh. Toda su familia fue cómplice de su talento. No había alcanzado a terminar su bachillerato en el colegio La Esperanza de Cartagena cuando con su obra La mulata recibió la primera mención de honor en el Primer Salón de Artistas Colombianos, realizado en la Biblioteca Nacional de Bogotá.

Y desde entonces las mulatas, las mariamulatas y Tobías se convirtieron en los temas más recurrentes de su obra. "Esas son referencias de mi infancia. La mulata, la muchacha de servicio. O las maríamulatas, esos pájaros que jugaban en el patio de mi casa. Yo siempre he querido pintar cosas que he vivido".

Las influencias que recibió en el Art Students League de Nueva York, donde estudió tres años, fueron fundamentales en su obra. Como también lo fue su viaje a Italia en donde sintió una fuerte atracción por Pietro della Francesca y Sandro Boticelli. Pero el rumbo definitivo de su obra lo tomaría ante un hecho revelador. "Hubo un momento, hacia los años 50, en el que mi pintura era netamente abstracta, y me dije: no puedo ser abstracto. Tengo muchas cosas qué decir pero las quiero decir de otra manera".

Y así consolidó un estilo que hoy le vale los mejores reconocimientos. Su obra, que creció de manera paralela a la de otros grandes maestros, como Eduardo Ramírez Villamizar, Alejandro Obregón y Edgar Negret, está colgada en varios museos del mundo y le ha significado un lugar indiscutible en la historia del arte nacional.

El turno ahora es para el Museo de Arte Moderno, donde se verán desde esta semana más de 150 obras. "Es un gran homenaje pero para mí es difícil ver mi obra colgada pues me da por pensar: aquí debí haber puesto más azul, o en este otro cuadro debí poner más rojo".

Grau tiene 82 años y no para de trabajar. Ya sea en Bogotá, en Cartagena, en alguna de sus fincas, siempre está trabajando. "Me encantan el grabado, la pintura, la escultura, el dibujo. Siempre estoy en eso. No sé hacer nada más. Y lo seguiré haciendo hasta que me muera".