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Un policía capital

Los logros del comandante de la Policía de Bogotá, general Héctor Darío Castro, auguran que seguirá la mejoría en la seguridad.

15 de octubre de 2001

El general Hec-tor Dario Castro empezó con pie derecho su labor como comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá. Desde que se posesionó, hace mes y medio, logró bajar el promedio de robos de carros en la capital de la República de 25 diarios a 15; desarticuló 35 bandas de jaladores, pero como este delito es excarcelable ha podido conseguir las pruebas para judicializar a 14 de estas bandas por el delito más grave de asociación para delinquir, asegurando así que terminen en la cárcel. Cuando el exceso de alcohol produjo 25 muertes violentas en la madrugada del 25 de diciembre supo reaccionar. El primero de enero se llevó a las estaciones a cuanto borracho había y la cifra bajó a cuatro muertos. “Salieron bravos, pero salieron vivos”, dice, con humor. E insiste en que sus éxitos se deben a la gran calidad de sus subalternos. Este huilense de 51 años lo pensó bien para convertirse en policía. Se graduó primero de su curso y como premio salió ocho meses de crucero por el mundo en el buque escuela Gloria. Ingresó al F-2 e integró uno de los primeros grupos antisecuestro que lograron la liberación de los empresarios Pacheco Devia, Ganinsky y Martínez a mediados de los 70. Luego, en distintos cargos en la Costa Atlántica apreció sobre todo la tolerancia de su gente. Su manera de ser coincidía con la franqueza caribeña. Sin proponérselo se convirtió en experto de seguridad para grandes eventos. Primero fue la Cumbre iberoamericana de jefes de Estado y de gobierno en Cartagena en 1994, una prueba de fuego de la que salió triunfante. Siguió su entrenamiento con la Cumbre de jefes de Estado de Centroamérica y el Caribe y se graduó con honores cuando coordinó bajo su mando a 1.900 policías para cuidar a los 73 gobernantes que vinieron a la Cumbre de los No Alineados en 1995. Su ‘doctorado’ lo obtuvo cuando se encargó, por la parte colombiana, de la seguridad del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en su corta visita a Cartagena en 2000. “Espero no haberle causado muchas molestias”, le dijo Clinton a Castro. Y éste, que ya había capturado a unos pone-bombas y se sentía tranquilo por el impresionante control tecnológico que tenían sobre la ciudad, sonrió complacido. Al frente de la Policía bogotana, una labor compleja con 11.000 hombres y mujeres bajo su mando, quiere fortalecer los grupos especiales de reacción ante sectores problemáticos o crímenes de mayor frecuencia. Busca incentivar la educación y la participación de los agentes. “Si el policía sabe lo importante que es hará cosas importantes por la ciudad”, dice Castro. Se ha propuesto fortalecer los 5.400 Frentes de Seguridad Local y empujará el desarme ciudadano, que ya le quitó 10.000 armas de fuego a los bogotanos en 2001. El general Castro disfruta su oficio, pero también sostiene que cuando le llegue el turno sabrá gozar su merecido retiro. “Asumiré entonces, dice con toda seriedad, la subdirección de mi hogar, porque la dirección la ha ejercido bien mi esposa Blanca Cecilia por 26 años y no creo que me la delegue”.