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Mutantes digitales IV

De 'like' en 'like': el 'big data' en la política colombiana

En Estados Unidos el 'big data' desempeñó, según algunos analistas, un papel determinante en las más recientes elecciones presidenciales. ¿Qué tan definitivo será realmente en las colombianas?

Dominique Lemoine Ulloa y Santiago Parga Linares* Bogotá
22 de noviembre de 2017

Conectado o no a internet, todo –lea bien: todo– lo que usted esté haciendo ahora mismo (leyendo la versión digital de este artículo, saliendo del supermercado donde compró la revista, dándole “me gusta” a alguna cosa en Facebook) deja una huella digital. El número de  pasos que da con su celular en el bolsillo, las búsquedas que hace en Google, absolutamente todo se almacena y va a parar en una base de datos gigante de tendencias, patrones e información sobre el comportamiento humano a la que se conoce como big data. Sin querer queriendo, y en cada segundo, está entregando pistas que describen perfectamente quién es usted.

Aunque un solo dato dice poco, la combinación de cientos o miles de datos puede crear un perfil completo y preciso de una persona. Según Michal Kosinski, un psicólogo polaco que ideó una manera de extraer datos psicológicos del comportamiento de las personas en Facebook, bastan 10 “me gusta” en Facebook para conocer a alguien mejor de lo que lo conocen sus colegas. Con 70, se le conoce mejor que los amigos. Con 150, mejor que los papás y con 300, mejor que la pareja o incluso mejor que lo que la persona se conoce a sí misma. Y eso son solo los “me gusta”. Agréguele información sobre el uso de la tarjeta de crédito, los correos electrónicos, los datos del GPS del teléfono, los medios que lee y hasta la velocidad con la que camina (uno de los mejores predictores de estabilidad emocional), y obtiene un retrato completo y minucioso de un individuo: a qué estrato social pertenece, el tipo de personas que le atraen, si le gusta la autoridad, si su pensamiento es feminista o no, y sí: también sus inclinaciones políticas.

El big data sirve para muchas cosas: para que a usted le salgan propagandas de Viagra justo después de buscar en Google sobre la disfunción eréctil, para predecir las maneras en las que se gasta la plata y lograr que gaste un poco más y, desde hace relativamente poco, para predecir (e incluso influenciar) la manera en que vota en unas elecciones. Sí, parece ciencia ficción, pero esto ya ha sucedido en algunas partes del mundo.

En Estados Unidos, por ejemplo, el big data desempeñó, según algunos analistas, un papel determinante en las más recientes elecciones presidenciales. Alexander James Ashburner Nix es el CEO de Cambridge Analytica, una compañía que promete poner el big data al servicio de los partidos políticos. En un comunicado de prensa del 9 de noviembre del año pasado, Nix dijo: “Nos emociona mucho que nuestra manera revolucionaria de comunicación guiada por datos haya cumplido un papel tan integral en la extraordinaria victoria del presidente electo, Donald Trump”.

¿Cómo lo hicieron? Según Nix, lo primero que hace Cambridge Analytica es comprar sets de datos levantados de manera tradicional como bases de datos de compras, de membresías de clubes, de revistas, de iglesias, etcétera. Luego, combina esta información (que incluye nombres, género, direcciones, teléfonos) con los registros que ya tienen los diferentes partidos políticos de sus miembros y con datos recolectados por medio de las redes sociales. Con esa megabase de datos, sus clientes (en este caso partidos políticos o candidatos) logran individualizar y refinar cada una de sus estrategias. Por ejemplo, el día del tercer debate presidencial contra Hillary Clinton, el equipo de Trump envió 175.000 variaciones del mismo mensaje, con diferentes colores, fotos, fuentes, para hacerle llegar a la gente la versión más efectiva según su perfil psicológico. “Podemos llegar a lugares específicos, a conjuntos residenciales particulares, incluso a individuos particulares”, explicó Nix en una entrevista publicada en Vice. También utilizaron el big data para mostrar ciertas falencias de Clinton a ciertos grupos de personas: residentes del barrio Little Haiti en Miami vieron publicaciones en Facebook sobre los fracasos de Clinton después del terremoto que devastó la isla en 2010, por ejemplo, o videos de ella refiriéndose a los hombres negros como “depredadores”.

Y aunque es difícil medir exactamente cuál fue el impacto de este tipo de estrategias en el resultado final de las elecciones, lo cierto es que gobiernos en países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia y Corea del Sur están empezando a legislar alrededor de los posibles abusos que empresas privadas, gobiernos y partidos políticos pueden cometer con big data.

En Colombia, la única legislación al respecto está en el artículo 45 del Plan Nacional de Desarrollo (PND). Para la Fundación Karisma, que el año pasado publicó un reporte sobre el estatus legal del big data en Colombia, el solitario artículo del PND significa que todavía no existe una legislación lo suficientemente concreta al respecto. De todas maneras, en Colombia sí existen leyes sobre el manejo de los datos personales que protegen, más que en Estados Unidos, los datos de los individuos y su derecho a la intimidad. Mientras allá toda la información está a la venta con poquísimas limitaciones, en Colombia se necesitan permisos explícitos para su recolección y uso de terceros, y en cada permiso debe estar claramente especificado el propósito concreto con el que se van a recolectar los datos. Este tipo de legislación limita la aplicabilidad del big data en la política colombiana, por ahora, aunque el potencial existe.

Aun sin tener en cuenta nuestra legislación, para expertos en encuestas y estadística como los del Centro Nacional de Consultoría, influir sobre el comportamiento electoral en Colombia usando algoritmos todavía no es del todo posible, pues la cantidad y variedad de datos digitales disponibles en Colombia todavía no son lo suficientemente completos y variados por factores como la edad de los usuarios, por ejemplo, o por la especificidad de la información que se puede extraer de los individuos a través de las redes, por la misma legislación que regula (impide más que en otros países) la extracción de esos datos.

Para Julián Castro, del CNC, “la muestra disponible no es realmente representativa, está todavía muy sesgada: mirando los datos de redes sociales la mayor parte de la gente está en centro-izquierda, pero un censo representativo que tiene en cuenta a toda la población muestra que no es así”. Entonces, si la muestra está sesgada y es demasiado pequeña, es menos factible aplicarla a la política.

Para otros expertos, la aplicación del big data en la política colombiana no es necesariamente imposible. Víctor Muñoz, socio fundador de Guarumo, empresa de tecnología que hace encuestas, algunas de ellas políticas, a través de redes sociales, insiste en que en Colombia sí hay datos minables y representativos en internet. “En Colombia hay 22 millones de cuentas de Facebook”, dice. Las encuestas políticas tradicionales se hacen por teléfono, pero “solo hay siete millones de líneas de teléfono fijas, y más o menos la mitad son de uso comercial. Entonces datos sí hay, la calidad de las predicciones depende del tipo de las preguntas y las maneras de considerar los posibles sesgos de los datos”.

A pesar de las posibles limitaciones de la aplicación de big data en la política colombiana, es un hecho que todas las campañas y todos los candidatos van a estar buscando las formas en las que un montón de datos pueda convertirse en un montón de votos en 2018. Puede que las muestras disponibles no sean del todo representativas y que la legislación colombiana proteja más adecuadamente al individuo, pero eso no significa que candidatos de todos los bandos, junto con sus “analistas de marketing político”, no vayan a tratar de influenciar las elecciones como puedan. Al final del día, la responsabilidad de cada voto es completamente individual y estas nuevas formas de intrusión y manipulación solo significan que esa responsabilidad de estar bien informado y de tomar la mejor decisión, de la manera más racional posible, es cada día mayor. En un mundo en el que su comportamiento en línea puede ser usado en su contra, le toca a usted asegurarse de que, si va a votar por un candidato, es porque hizo la tarea y cree sinceramente que es el mejor para el país, así su Facebook le diga lo contrario.

*Lemoine es periodista freelance. Y Parga, profesor de Literatura y periodista.

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