Fotografía Rodríguez. 1895. Archivo fotográfico Biblioteca Pública Piloto.

EL PASADO

Devolver la honra, por Esteban Duperly

"El Maestro Canito, como le decían, fue entonces exactamente lo opuesto a aquel episodio injusto de la bandera rota. Ni él ni ninguna de sus obras –y entre todas ellas, mucho menos 'Horizontes'– se merecían la mala suerte de que alguien los escogiera como símbolo de sus abusos".

Esteban Duperly*
24 de julio de 2019

Lo vimos en televisión e internet: un hombre baja rabiosamente la bandera del orgullo LGBTI izada en Medellín. Está vestido como cualquier persona de la ciudad, pero lleva un carriel y un poncho campesinos. En el mismo video, en segundo plano, aparecen otras personas que también llevan emblemas de “la antioqueñidad”. Uno de ellos tiene puesta una camiseta de franela con el óleo Horizontes estampado en la barriga.

Ese ciudadano seguramente no sabía que el autor de esa obra –una alegoría a una familia de colonos jóvenes y montañeros que mira al horizonte con algo parecido a la esperanza– es Francisco Antonio Cano, quien aparece retratado arriba. Cano fue un antioqueño sensible, miembro de una extensa familia de dibujantes, pintores, escultores, plateros y fotógrafos. Creció rodeado de gente de espíritu liberal. Fue astilla del mismo tronco del que salieron María Cano y los Cano de El Espectador. Pasó así toda su vida entre artistas e intelectuales, hasta morir de asma a los sesenta y nueve años en Bogotá.

El Maestro Canito, como le decían, fue entonces exactamente lo opuesto a aquel episodio injusto de la bandera rota. Ni él ni ninguna de sus obras –y entre todas ellas, mucho menos Horizontes– se merecían la mala suerte de que alguien los escogiera como símbolo de sus abusos.

*Duperly es periodista y fotógrafo.

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