'Mírame', de Antonio Ungar. Anagrama, 192 páginas.

Arcadia critica

El horror de la belleza: Juan David Correa reseña 'Mírame', de Antonio Ungar

El director de Planeta Libros reseña la novela más reciente del autor bogotano Antonio Ungar.

Juan David Correa
24 de septiembre de 2018

El diario es el género literario más visitado en los últimos veinte años. Confesionales y exhibicionistas hasta la náusea, nos hemos convertido en especies que van por la vida anotándolo y contándolo todo. Lo que no decimos en nuestros archivos de computador –como este en el que ahora escribo– lo ponemos por escrito en las redes sociales. Lo que no decimos con palabras lo mostramos con imágenes. Lo que no documentamos se olvida porque la nuestra es una memoria digital, querámoslo o no. Ante esa pérdida de una memoria análoga hemos decidido mediar nuestras relaciones a través de pantallas. Nuestras fantasías –y pesadillas– vienen en forma de marcos líquidos en los cuales se proyectan las partes del cuerpo de quienes deseamos.

En Mírame, la más reciente novela del escritor Antonio Ungar (Bogotá, 1974), él es consciente de todo esto; pero lo interesante, en todo caso, no es que un escritor de su talento lo sepa, sino que eso, que podría parecer solo una tesis, se convierta en una novela notable, en una breve pieza de prosa contenida y acelerada a la vez, en una especie de testamento de nuestra época, en que los temas y los personajes son predecibles y el lenguaje quiere imponerse sobre las historias: en el caso de Ungar, ambas cosas funcionan, y muy bien.

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La novela sucede en una ciudad en los días y meses anteriores al atentado del 13 de noviembre de 2015, en que varios comandos armados atacaron a ciudadanos en cinco puntos de la capital francesa, entre ellos la discoteca Bataclan, en la que asesinaron a ochenta personas. El protagonista es un xenófobo solitario que pasa sus días añorando una “anciana república” que ha sucumbido a su propio invento y que se ha oscurecido tras las sucesivas migraciones de gentes de sus excolonias o de las excolonias de sus vecinos. Flácido, huraño, rico, pensionado de un estado en quiebra, este hombre descubre, por el ventanuco de su apartamento, a una familia de recién mudados que no le causarían curiosidad de no ser por una bellísima y casi felina muchacha de 17 o 18 años que lo turba hasta el sufrimiento.

El hombre, que vive en una ciudad cuyas calles no son más que coordenadas alfabéticas –pero que para quien quiera decidirlo es París, como ya lo dije–, desprecia a los extranjeros oscuros, pero su odio no es inmune a la belleza, así que se convierte en un testigo, primero, y después en un violador platónico de esa criatura en trance, que es hecha de palabras tan precisas que uno no deja de admirarla y de convertirse, también, en un mirón morboso de sus movimientos.

Esta es una novela sobre el horror de la belleza: sobre cómo un hombre voyerista prepara una estrategia perfecta para destruir, a través de una obra de arte, parte de lo que considera espurio y asqueroso. Toda belleza encarna fealdad; toda luz contiene, también, oscuridad. Y quizás ese es uno de los aciertos de esta novela que merecería una mejor suerte que el silencio al que últimamente han estado sometidos los libros literarios escritos por colombianos: que es compacta y dura en su lenguaje, como una bala de acero, y profundamente blanda y frágil en lo que resulta tras su desoladora lectura.

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MírameAntonio Ungar Anagrama | 192 páginas

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