Foto: Daniel Reina Romero.

Entrevista

Juanita León: “Los medios son bogocéntricos”

¿Qué significa liderar un medio independiente? ¿Por qué es tan difícil tomarle el pulso al país regional desde el centro? Nuestra entrevista con la directora de 'La Silla Vacía' es la segunda entrega de nuestra serie de entrevistas con directores de medios.

Sara Malagón Llano* Bogotá
24 de marzo de 2017

Antes de que Juanita León renunciara al cargo de editora web de la revista Semana, había tomado una licencia para escribir su libro País de plomo. Cuando lo terminó se dio cuenta de que no quería volver al mismo trabajo, y que más bien quería contemplar la posibilidad de dirigir su propio proyecto periodístico. En 2009, con una beca de Open Society Foundation, un préstamo familiar y ahorros propios, que sumaban 250 millones de pesos en total, montó La Silla Vacía, un medio digital de contenido político que a pesar de tener alrededor de 500.000 usuarios –ni la décima parte de la audiencia que tienen los grandes medios de prensa escrita del país–, es hoy uno de los medios de comunicación más influyentes de Colombia.

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¿Cree que la independencia económica está relacionada con la independencia periodística?

Creo que se retroalimentan. El modelo de negocio determina la independencia, pero querer hacer periodismo independiente es lo que, en mi caso, ha permitido conseguir los recursos para hacer La Silla Vacía. Si el modelo depende de un anunciante o de contratos con el Estado es imposible ser independiente. Es una falacia pensar que si el 50 o el 20% de los ingresos vienen del Estado, sí se puede cubrir esos temas de manera independiente. Creo que el modelo que están encontrando los medios tradicionales para sobrevivir puede acabar con la credibilidad a mediano plazo, porque se basa en eventos y especiales que en realidad son publirreportajes. La angustia económica termina afectando la esencia del periodismo.

Varias veces ha explicado cómo se financia La Silla, pero usted siempre se inventa nuevos proyectos. ¿Cómo funciona su modelo hoy?

La Silla es un laboratorio de periodismo. Eso implica tratar de inventar un modelo de negocio que haga sostenible el periodismo independiente. Se nos han ocurrido 15 ideas de las cuales han fracasado 13. Pero las que han funcionado, funcionan bien. Además de la cooperación internacional, hoy La Silla Llena, una plataforma de construcción colectiva de conocimiento a la que tienen acceso 500 expertos con contraseña para escribir, representa el 17% de los ingresos. Cada una de esas redes especializadas tiene un patrocinador. Creo que ese es un proyecto muy importante y que ahí está el futuro de La Silla. Tenemos también los aportes de los Súper Amigos, que dan entre el 5 y el 8%, y el IQ, un servicio de suscripción de universidades con el que hacemos publicidad contextual de textos académicos, que estamos rediseñando para ofrecer traducción periodística de diez investigaciones al año. Esperamos que en 2017 eso sea otro 15%.

También tenemos los debates en la Javeriana, por los que la universidad nos paga, y un nuevo concurso de debate político juvenil. Y ahora estamos planeando una nueva línea de análisis de coyuntura política para empresas o embajadas que, al suscribirse, recibirían un informe trimestral y la posibilidad de una entrevista de dos horas al año. En resumen, tratamos de inventarnos varios pequeños modelos que generen 150 o 200 millones de pesos anuales. Ninguna fuente representa más del 17%. La idea es repartir el riesgo, siguiendo dos principios clave: que ninguno de los negocios que inventemos afecte nuestra independencia ni la percepción de nuestra independencia –que peligra cuando uno recibe dinero del Estado, por ejemplo–, y que podamos ganar plata mientras duermo. Es decir, sin tener que estar dictando talleres o conferencias, porque eso no lo hace sostenible. Cabe decir que no ganamos un peso. Si uno quiere ser rico, no lo logrará con esto.

Cuando fundó La Silla, los medios tradicionales empezaban a consolidar sus plataformas web. Ahora todos saben que ahí está el futuro. ¿Cómo puede un medio como este competir con el crecimiento de las páginas de medios más grandes?

Nunca hemos aspirado a competir con los grandes medios en términos de inversión o tráfico, pero sí en creatividad. La Silla intenta inventar formatos narrativos que, de hecho, otros medios han imitado. También creo que competimos con la independencia: contamos historias que otros no cuentan. Tenemos, además, una flexibilidad que normalmente no tienen los grandes medios, en los que cualquier cosa tiene que pasar por 40 comités. Creo, eso sí, que nos ganan en inmediatez, aunque a veces salen con una información que luego sacan en sus impresos como si no la hubieran publicado en internet. Conozco gente que solo lee la revista Semana impresa así el mundo se caiga antes de que le llegue, pero cada vez son menos. Por otra parte, hoy a La Silla la rodea una comunidad de gente. Procuramos responder a los comentarios de nuestros usuarios, contestarles en Twitter. Los grandes medios no han podido construir esa relación cercana con la audiencia , y en términos del futuro de los medios, si no se construye comunidad la permanencia a largo plazo se ve amenazada.

¿Algo que le preocupe sobre la manera como los medios están cubriendo el país?

Creo que los medios tradicionales son muy buenos para cubrir los temas escandalosos del momento, como la muerte de los niños en La Guajira. Todos hicieron unos especiales increíbles y son imbatibles en eso, cosa que prueba que cuando les da la gana hacer buen periodismo, lo hacen superbién. Sin embargo, tienden a actuar en manada y de manera episódica. La historia de la financiación de la campaña de Santos, por ejemplo, me parece esencial para una democracia, y hay que llegar al fondo de la verdad, ya sea para establecer que no llegó un peso, que sí llegó o que llegó solo a ciertos niveles. En ese, y otros casos, esperaría del periodismo nacional una constancia menos epiléptica y episódica. Me parece grave la falta general de seguimiento y de contexto. Los medios están demasiado pendientes de la declaración del momento, a pesar de tener información muy valiosa en sus archivos.

Creo, además, que hay temas especialmente ignorados e importantes, como el cambio climático, la producción científica y temas socioculturales clave: el cuento de que los colombianos somos los más felices; por qué un 60% de la población no votó el día del plebiscito; qué implicaciones tiene el auge de la clase media; si está habiendo o no una reflexión en el mundo cultural alrededor de la transición del proceso de paz. Siento que sabemos muy poquitas cosas sobre muy poquitos temas, que nos concentramos en una agenda mediática demasiado pequeña y que no somos conscientes de que lo que pasa aquí es parte de una tendencia internacional. Si los medios nos ayudaran a ser conscientes de eso entenderíamos mejor el mundo en el que vivimos. El cubrimiento está muy compartimentalizado y pocas veces los medios cruzamos variables que están interconectadas.

Hace poco usted moderó un debate de La Silla en la Javeriana sobre si los medios han perdido poder. ¿Cómo respondería a esa pregunta?

Hemos perdido mucho poder y es una tendencia irreversible. La tecnología permite la producción de contenido, el acceso a otras mil fuentes, el surgimiento de otras voces y ejercer un control más efectivo sobre los medios. Y como tradicionalmente han callado tanto… Lo sé porque he trabajado en varios: los medios saben más cosas de las que cuentan. Pero ahora la audiencia comienza a llenar esos huecos. Eso sin duda mina nuestra credibilidad, a veces incluso injustamente. Por otro lado, el público ya no tiene que pasar por nosotros para informarse. Uribe es un medio de información en sí mismo, y mucha gente le da el mismo valor a lo que él dice que a lo que publica un medio, donde se asume que hay un proceso más riguroso de verificación. Por último, hemos perdido relevancia porque a veces hay una falta de pertinencia en lo que escribimos.

¿Usted qué opina de que la información se concentre en ciertas figuras?

Lo interesante de las redes es que los medios ya no son un filtro. En un país como Colombia, donde la agenda es tan pequeña y los medios tienen tal cercanía con el poder político y económico, las redes son un espacio donde surgen cosas de las cuales uno no se enteraría sin ellas. Sin embargo, el hecho de que un personaje pueda poner lo que quiera en Twitter sin la posibilidad de contrapreguntarle me parece grave. Y me parece más grave que los medios repliquen un tuit sin siquiera confrontarlo en el artículo. Pero le guste a uno o no, ese es el nuevo ecosistema informativo. Y a pesar de que es difícil, porque es mucha, debemos empezar a verificar esa información. A raíz del plebiscito, y con la discusión de la posverdad, fue evidente que la gente toma decisiones no solo mediante la información de los medios. Por eso en La Silla decidimos meternos en esas conversaciones haciéndoles fact checking a las cadenas de WhatsApp. Un medio no puede estar concentrado en su página. Debe estar donde está la gente, cosa que es menos arrogante y más realista que tratar de que la gente esté donde uno está.

¿Y usted qué piensa de esa discusión de la posverdad, palabra que ha ganado terreno tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos?

A mí me parece chistoso que en Colombia terminemos resolviendo problemas que no son nuestros o que no son los más urgentes. Tenemos uno mucho mayor, y anterior al de las fake news, que es si realmente estamos contando la verdad en toda su integralidad. Me impresiona que las Farc se vayan a desmovilizar y que los colombianos sepamos tan poco sobre cómo fue la guerra. Y ese es solo un tema que lleva 50 años. Lo mismo se puede aplicar a otros: ¿cómo toma decisiones Juan Manuel Santos? ¿Está o no encima de los temas? ¿Quiénes le hablan al oído? Vivimos, además, en un país en cuyo 70% del territorio no hay medios. Según un informe de la flip, en muchas zonas solo hay emisoras militares, ni siquiera un medio impreso. Así que antes de preocuparnos por la posverdad, preocupémonos por la verdad, o por la preverdad. En nuestro país no hay medios, los periodistas en las regiones tienen que vender la pauta para pagar sus salarios y si denuncian huecos en las calles, el alcalde se la quita. En la última encuesta que hizo el Proyecto Antonio Nariño salía que más o menos el 30% de los periodistas conocen a otro periodista que se inventa que alguien cometió un delito para que le paguen. Si esos son los problemas del periodismo nacional, el de la posverdad me parece secundario.

Más allá de la sostenibilidad y de lo que acaba de mencionar, ¿qué otros retos tiene hoy nuestro periodismo?

Primero, que siga siendo pertinente, servirle a alguien para que entienda en qué país vive. Otra pregunta es cómo nos estamos preparando para informar a las nuevas generaciones, que consumen sobre todo contenido audiovisual. Y en cuanto al posconflicto, me parece que si todo el enfoque de la paz es territorial, los medios debemos cambiar el chip y hacer un cubrimiento territorial del país. No siento que estemos preparados para eso. Desde hace dos años La Silla tomó esa decisión, y yo me siento muy orgullosa porque nos está aportando un nivel interesante de riqueza informativa. Pero los grandes medios, sobre todo la televisión, son todavía bogocéntricos y lo que han hecho es acabar con sus corresponsalías. No siento que estén tratando de construir redes regionales y locales. Además, cuando las Farc entren a la política, uno de sus objetivos de crítica serán los medios, porque somos parte de la superestructura dentro de la lógica marxista. Entonces: un modelo de negocio vuelto nada más un partido político que tendrá a los medios como objetivo de crítica va a asegurar, aún más, la pérdida de credibilidad.

¿Y un reto particular para La Silla?

Además de todos los anteriores, seguir siendo innovadores, fortalecer la tecnología y que, en la medida en que crezca, La Silla no se vuelva parte del paisaje del establecimiento.

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*Periodista.

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