HORACIO GIL OCHOA. VUELTA DE LA JUVENTUD, MÉXICO. 1964. ARCHIVO FOTOGRÁFICO BIBLIOTECA PÚBLICA PILOTO DE MEDELLÍN

El pasado

La Piedad, por Esteban Duperly

Esteban Duperly*
26 de agosto de 2019

Cuando esta edición circule, habrá pasado casi un mes desde que el Tour de Francia terminó. La carrera dejó a Egan Bernal campeón, y a Rigoberto Urán y a Nairo Quintana entre los primeros diez lugares. En el “ciclismo de largo aliento”, es decir, en las carreras que recorren países durante dos o tres semanas, terminar es un logro, terminar bien es una proeza y terminar de primero es una gesta.

Quizá no comprendemos la dureza de ese deporte porque la transmisión televisiva muestra apenas los últimos kilómetros de las etapas. Y si salimos a la calle o a la carretera, el paso del lote compacto o del puntero fugado es tan rápido que no vemos la sangre, el sudor, las lágrimas. Solo quienes están realmente cerca de los corredores saben cuánto drama encarna lo que hacen.

La expresión no es exagerada. El fotógrafo Horacio Gil Ochoa se percató de eso, de que los ciclistas padecen en silencio y de que por eso se parecen a los mártires. Él los perseguía en moto o se apostaba en la berma, etapa tras etapa, para retratar su calvario. Esta foto lo demuestra: un pobre ciclista convalece en los brazos de su entrenador, como el Cristo desgonzado de La Piedad. Es un anónimo, tal vez sin gloria, cuyo triunfo fue poner su nombre junto a un número remoto en la clasificación general.

*Duperly es periodista y fotógrafo.

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