Crédito: Grupo Planeta.

RESEÑA

Carolina Sanín recomienda 'El mundo no nos necesita', del escritor Álvaro Robledo

La nueva novela de Robledo, publicada por la editorial Planeta bajo el sello Seix Barral, es –en palabras de Sanín– "emocionante porque está escrita por un autor emocionado con su tema".

Carolina Sanín
21 de mayo de 2018

Una abuela colombiana, que acaba de conocer a su nieta y de reencontrarse con su hijo –a quien abandonó recién nacido–, prepara en los campos de Paipa un viaje en el tiempo que la llevará a África y al más remoto pasado de la sangre y la conciencia. A su llegada, se mirará a los ojos con otra abuela: la de todos los seres humanos. En un acto de verdadero perdón y puro amor, la matará con un dardo mojado en curare. Así, destruirá todo el pasado y lo abocará a un futuro sin personas, sin tiempo humano, sin distinción entre el que observa y lo observado; entre la experiencia y el experimentador, entre la observación y la vida.

El mundo no nos necesita, la nueva novela de Álvaro Robledo, es emocionante porque está escrita por un autor emocionado con su tema, y es convincente porque está escrita por un autor que parece tener constantemente delante, durante la escritura, la posibilidad que enuncia: la de una persona que “empezó a expandirse hacia sí misma, hacia el centro de su interior”.

Robledo ha amalgamado nociones conocidas, saberes tradicionales, teorías de otros, intuiciones propias y la experiencia de los sueños, y ha fabricado, con ese resistente metal, una máquina del tiempo. Con el rocío de una flor extraña, una caída de agua y un aliso, ha abierto el agujero negro necesario para que en su novela el lector y la heroína puedan salir del mundo. Entre tanto, ha fabricado una cuerda nueva para la fantasía, entretejiendo la ciencia ficción con la espiritualidad.

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La heroína de la novela es múltiple. Es una buscadora de la libertad, una mujer que “había conocido la alegría de las plantas”, una abuela radicalmente generosa –que, pocas horas antes de destruir el mundo humano, enseña a su nieta a tejer–, una científica, una filósofa, una diosa sexual y una bruja con un gato. Ella y su nieta –una niña escritora– brillan en el centro de un coro de personajes cómicos (por ejemplo, un padre que le dice a su hijo para regañarlo: “Jorge Iván: voy a tener, a mis setentaitrés años, otro hijo. Le voy a poner también Jorge Iván. Y él será el verdadero Jorge Iván”). El nombre de la protagonista –Mari Sibila– condensa la técnica que hace que esta novela sea tan audaz: la articulación entre la ternura de lo coloquial y lo terrible de los misterios.

La narrativa fantástica de Robledo contempla una factualidad descarada (“Mari Sibila se despertó al amanecer y fue a recoger unos duraznos. Se transformó en uno de ellos por un rato…”), contiene ideas contundentes (“La respiración es el hogar” o “Todos los cuerpos también tienen sus raíces en la atmósfera o en el espacio. Sacan sus nutrientes de un campo invisible de sustancias que provienen de un tipo intangible de tierra. Así, el universo es un jardín invertido, con sus raíces en el espacio”), y alberga la autoironía con ciertas explicaciones científicas y esotéricas enrevesadas, o al ridiculizar las sospechas de la superstición. A veces la prosa es arcana y se envuelve en un lenguaje del desdecir, como es propio de los textos místicos, y otras veces es epigramática (“Toda definición es un atentado contra la realidad”). A veces es abstractamente sugerente (“Pasó por el mundo de las imágenes, por el de las ilusiones, por el mundo de las sombras, que es más verdadero que el de las formas sensibles, pues en él no podemos mentir”), y a veces es concreta aunque inasible (“La puerta tenía dientes afilados, pero no boca. Garras afiladas, pero no miembros. Alas inmensas y no cuerpo”).

Este libro memorable, que es teoría y comedia, fabrica una versión amable de la muerte. En un país que “es solo paisaje, en el que la gente está obsesionada con la esperanza como si fuera algo bueno”, la conjunción que Álvaro Robledo encuentra entre la destrucción y la plenitud se agradece, se goza y se recomienda.

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