De la Feria del Libro de Bogotá en 2016 nos quedaron, además del recuerdo de las exquisitas galletitas con miel que vendían por docenas, algunas enseñanzas. La más importante de ellas, tal vez, es que aprendimos muchas cosas que ignorábamos de la literatura holandesa. El volumen de Libro al Viento, consagrado al país invitado de honor de la FILBo este año, nos ofrece un florilegio de poemas, en edición bilingüe, de poetas contemporáneos holandeses, a cargo de un especialista. En el prólogo, Thomas Möhlmann destaca, entre otras, “el carácter abierto, la variedad y la vitalidad del paisaje poético holandés”, para concluir que “en el delta, la selva lluviosa de la poesía no hace más que crecer”.
Además del conocido Cees Nooteboom, viajero afable e incansable, figuran nombres como los de Anne Vetger, Sasja Janssen, o la joven Ester Naomi Perquin. El criterio de selección de esta antología, además de la calidad, se centró en que los autores se encontraran vivos y que hubieran publicado al menos tres poemarios en lengua neerlandesa, lo cual no desvirtúa la diversidad de voces aquí presentes. Y, para ilustrar esa selva lluviosa holandesa, qué mejor que algunos versos dispersos, que el lector encontrará cronológicamente ordenados en este libro al viento de los once molinos:
Sin imagen aparece el poema,
forma que aún ha de surgir
del ámbito de las palabras,
heredadas de quien nunca conocí.
Cees Nooteboom
Qué suerte que Holanda no existe.
Solo una tierra endeble de niebla y arcilla,
solo millones de muertos sin lápidas,
solo el ultimátum del mar.
Menno Wigman
Elegiré mi propia muerte, soy suburbana, no provinciana.
Sasja Janssen
No aceptes perder
sino el retirarse que le sigue
Hagar Peeters
Hace falta un mar de felicidad
para hacer ruido en este
vestido que tape a los animales
para captar la atención de una
reina maquillada.
Anne Vetger
Vamos a leerle la palma al viento.
Les cambiaremos los nombres a las cosas.
Dejaremos mudos a los idiomas.
Hablaremos a solas con
el horizonte.
K. Michel