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Acoso sexual
Foto de referencia para mantener el anónimato de la joven que entregó el testimonio a SEMANA. | Foto: Getty Images/iStockphoto

Denuncia

“Caí como una pendeja (…) le hice sexo oral por seguir con mi trabajo”: joven cuenta cómo fue abusada por un congresista costeño y morboso

Varias mujeres que han trabajado en el Legislativo rompieron su silencio con SEMANA e hicieron crudos relatos sobre lo que han tenido que sufrir y aguantar para conseguir o conservar su trabajo.

21 de enero de 2023

“Los congresistas costeños son muy pasados y vulgares. Con la mirada lo desvisten a uno, nos miran la cola, los senos (…) es horrible. Denunciar a un congresista es un suicidio laboral, la mayoría de los senadores eran morbosos. Empecé a trabajar con un senador, que ya no está, por contrato de prestación de servicios. Fue una persona muy amable al principio, era un señor mayor e incluso siempre hablaba de su familia. Al principio fue un contrato de dos meses, después uno más, cuando terminaba salía por otro mes y así duré casi un año. En ese tiempo nunca hizo nada, pero cuando me dieron uno por tres meses me empezó a invitar a salir, pero cosas muy normales como almuerzos en el centro o a tomar café. Como siempre fue tan señor, nunca le vi problema, no puedo decir que era un amigo, pero siempre fue muy amable y accedí. El problema empezó cuando estaba por acabarse ese contrato de tres meses. Faltando como 15 días me citó en el Centro Internacional y me dijo que la cosa estaba complicada para seguir. A mí se me derrumbó todo porque quedarme sin trabajo significaba dejar de ayudar a mi familia, pues les enviaba dinero. Yo ganaba como 6 millones, vivía en arriendo en una habitación y me alcanzaba la plata.

Uno de sus escoltas se acercó y el senador me pidió que le diera mi celular porque teníamos que hablar un tema muy delicado. Pensé que me iba a pedir plata o algo así porque también dicen que en el Congreso hay quienes cobran por ayudar en contratos y por eso se lo di. Me soltó la bomba y me dijo: “Llegó el momento de que seas agradecida conmigo”. Sentí un frío grande; soy morena, pero creo que quedé blanca (risas) porque no sabía qué me estaba diciendo. Le pregunté cómo podría agradecerle y de una me dijo que siendo cariñosa con él, me dio un pico en la boca. Yo estaba en shock y le dije que me sentía incómoda y que me quería ir.

A los dos días me llamó a la oficina de él en el edificio nuevo del Congreso, estaba solo y me preguntó qué había pensado. Le dije que necesitaba trabajar y que me ayudara, él me dijo que claro, pero que yo tenía que ser agradecida “portándome bien con él”. Me dio un discurso como de diez minutos recordándome que si me quedaba sin trabajo debía regresar a mi pueblo; no sé cómo logró enredarme la cabeza, pero el cuento termina en que se pasó al frente de mí y se bajó el pantalón y me dijo que le hiciera sexo oral. Caí como una pendeja (…) le hice sexo oral por seguir con mi trabajo. En efecto, me renovaron por un mes y seguía lo mismo, prácticamente éramos “novios” y el asunto pasó a relaciones sexuales. Hoy pienso que fui una estúpida, pero nadie sabe las necesidades de la gente y lo hice por eso.

Pensé en denunciarlo; sin embargo, él era muy cuidadoso. Nada por chat, nada por teléfono y todo era personal. El escolta siempre se quedaba con mis cosas. Ser mujer es muy difícil, muchas dirán que soy una puta, pero nadie sabe lo que la necesidad genera. De eso aprendí y lo peor es que será un secreto por muchos años”,

Esclavitud sexual en el Congreso

El testimonio forma parte de un reportaje de la última edición de SEMANA sobre el abuso sexual en el Congreso. Tras la tormenta que se desató en el país luego de las denuncias del exsenador Gustavo Bolívar, quien, en entrevista con este medio, habló de la existencia de una presunta red de trata de mujeres y de esclavitud sexual en el Congreso, esta redacción ha escuchado a decenas de víctimas que hoy están aterrorizadas. Los dramáticos testimonios son una prueba irrefutable de que, efectivamente, algunas mujeres son sometidas a abuso y acoso sexual en el Capitolio por senadores, representantes y otros funcionarios. Sin embargo, la justicia en Colombia ha sido para los victimarios y difícilmente para las víctimas.

Por esa razón, SEMANA publica los dolorosos relatos, absteniéndose de revelar los nombres de los congresistas y de las mujeres que valientemente se atrevieron a contar lo que han sufrido. De esta manera, se busca evitar la revictimización y una persecución jurídica contra ellas. Las mujeres tienen miedo de afrontar represalias. Los abusadores, increíblemente, siguen al acecho y tienen el control. Pero, además, las víctimas quieren proteger a sus familias, a sus parejas, a sus hijos y, por supuesto, sus empleos. También le temen al escarnio público y a la discriminación. Incluso, una de ellas, al terminar su entrevista con SEMANA, con la voz entrecortada, simplemente dijo: “Ese señor me puede hacer mucho daño, va a saber que soy yo, mi familia no está de acuerdo con que denuncie, mejor me retracto y espero a estar lista”.

En las denuncias, las mujeres dejan evidencia a un todopoderoso senador; tres excongresistas costeños, dos de ellos activos en la vida pública y otro preso; un representante a la Cámara de Cambio Radical y un exrepresentante a la Cámara de La U. Además, muchas hablan de un funcionario que lleva muchos años en el congreso y es un depredador sexual. (*Nombres cambiados por petición de las denunciantes).

Marcela*

Soy funcionaria de planta, llevo más de 20 años en el Congreso. En todo ese tiempo he visto cómo los congresistas salen con niñas jóvenes que trabajan en el Congreso, las acosan, usan su influencia para tener lo que quieran y cómo ofrecen puestos a cambio de sexo. Esto lo sabe todo el mundo, pero nadie dice nada porque pelear contra un congresista es complicado. Tuve un jefe que salía con muchachitas, les prometía cosas, se acostaba con ellas y no les salía con nada. Es decir, además de acosarlas, las engañaba. En el Congreso hay gais, lesbianas, acoso sexual, droga y de todo. Dicen que es la casa de la democracia, pero podría ser la casa de los delitos, porque hasta roban y ustedes los periodistas han sacado varios escándalos.

Getty Creativo
Las mujeres denuncian que muchos de esos casos han ocurrido en el Capitolio frente a los ojos de los parlamentarios. | Foto: Getty Images/iStockphoto

María*

El acoso que sufrí fue de la fórmula a la Cámara de mi jefe, que es senador. Desde que llegué a trabajar me invitaba a salir, pero siempre le dije que no. Me invitaba a viajar, a comer, a eventos y muchas cosas. Varias veces me dijo que yo podía ser presentadora y que tenía los contactos para ponerme en eventos y tener grandes contratos. Fue muy incómodo porque si le decía a mi jefe, no me creería porque era su amigo, pero a pesar de que siempre le dije que no, me insistía demasiado. Me hablaba de ir a fincas, hoteles, viajes, conciertos y eso es acoso. Un hombre le puede decir lo que sea a uno, pero si uno dice no, pues deben respetar.

Mayerly*

Llevo años en el Congreso, hay congresistas respetuosos, pero otros a los que no les importa nada. A veces uno pide ayuda para renovar el contrato y una vez uno de ellos me dijo que sí, pero que fuéramos a comer. Le dije que no podía y desde ahí empezó a escribirme todos los días para salir, es un señor de más de 60 años y entendí que si quería su ayuda tenía que salir con él. Nunca más le pedí el favor, pero me lo gané. Eso pasó hace un año y todavía me sigue invitando a salir.

Astrid*

El acoso sexual es cuento viejo en el Congreso, siempre ha existido y hay casos conocidos en los que congresistas buscan niñas jóvenes. En mi caso, soporté el acoso de mi jefe, era una cosa absurda porque incluso tuve que ir al psicólogo. El problema era tanto que ya tenía que irme a trabajar toda tapada para que no me mirara, porque una vez que tenía una camisa me dijo que si me gustaban los brasieres de encaje para regalarme uno. Eso me pareció tenaz y, por eso, yo andaba como una monja para evitar que me mirara. Jamás pasó nada, pero él sabía que yo era casada y él también lo era, pero sin importarle me invitaba a toda hora a salir. Nunca pudo afectarme porque soy funcionaria de planta y ahí se fregó, pero sí es cierto que muchos acosan laboral y sexualmente a las mujeres, y como en mi caso, hasta problemas psicológicos quedan.

Yuri*

Hace dos años era la editora política de un importante medio de comunicación, por lo que iba tres días a la semana al Congreso. Uno allá tiene contacto con todos y se habla bastante para conseguir noticias. Un congresista, que ya no está actualmente, empezó a escribirme mucho, me sentía acosada. Me veía en el Congreso y se me lanzaba de una. El saludo era de abrazo y me decía “mamazota”. El acoso empezó en forma cuando me invitó a salir. Él no era de Bogotá y me decía que fuéramos a cenar y después a su apartamento en el centro. Obvio, a todo dije que no, él no se molestaba y seguía insistiendo.

Un día en los pasillos del Congreso y de frente me dijo que me quería martillar. Me pareció horrible eso y lo mandé para la mierda, le dije que me respetara y que se estaba equivocando.

Quedó pálido porque creo que nunca pensó que esa sería mi reacción, desde ahí no volvió a molestar, pero si le hace eso a una periodista no me imagino lo que podría hacer con las funcionarias del Congreso.

Las mujeres denuncian que estos hechos estaban relacionados con promesas de mejores condiciones laborales. | Foto: Revista Dinero

Juliana*

Un funcionario del Congreso que fue mi jefe me acosaba. Empezó siendo atento, después me decía cosas como que estaba bonita o cosas por el estilo, que uno soporta porque a toda mujer le gusta que le digan que está bonita, pero cuando ya el tema se vuelve constante uno empieza a sentirse mal. Después, la situación pasó al contacto físico; por ejemplo, pasaba un papel para que firmara y me tocaba la mano o el brazo y me decía que no me pusiera nerviosa. Uno maneja esas situaciones, pero la incomodidad es muy grande, porque si uno le dice a alguien dirían que estaba loca o que estaba exagerando.

Con el paso del tiempo, el trabajo se incrementó, me ponía más cosas de las que debía hacer y nada le gustaba. Además, me decía que recordara que mi contrato estaba por acabar y que no estaba haciendo las cosas bien.

Sentirse mirada y observada todo el tiempo es lo más horrible que puede pasar, sobre todo cuando son tipos mayores, casados y con hijos.

Todo estalló el día en que después de una reunión, en la que le expuse unas cosas de trabajo, al pararme, me agarró la cola durísimo. Giré con un mal genio horrible y me mandó la mano a los senos. Como grité que me respetara y que no fuera abusivo, seguramente paró porque había gente cerca. Tuve ganas de pegarle una cachetada, pero me contuve. Después de eso, tuve un mes en que trabajaba más de 12 horas al día y nunca me renovaron el contrato. Nunca me dijo nada, pero creo que fue porque no me dejé tocar.

Claudia*

Fui víctima de acoso sexual por parte de un representante a la Cámara; posteriormente, de parte de otro representante, pero también fui testigo de varios casos, ya es como un modus operandi de los congresistas. Inicié con un contrato de prestación de servicios con un monto muy bajo, creo que es de los contratos de perfil más bajo en el Congreso, ilusionada con que mis condiciones laborales avanzaran a medida que demostrara mis capacidades y habilidades, pero resultó que este congresista ya tenía su hecho pensado y posteriormente me ofreció mejorar mis condiciones laborales a cambio de que tuviera una relación con él.

Eso sucedió cerca de la estatua de Rafael Núñez. Ese día estaba muy cerca de una representante (hoy senadora de la coalición de Gobierno) y yo estaba hablando con él, porque ya veníamos hablando de un tema, y pues yo llevaba una blusa escotada y él no le vio reparo en meterme la mano.

Yo lo esquivé y pues me dio mucha vergüenza ese hecho. Miré hacia el lado y estaba la congresista mirando la escena, no recibí apoyo de ella, sino todo lo contrario, me miró más como si yo estuviese buscando el momento, que si hubiese sido lo contrario. Las mujeres coinciden en que a diario deben soportar miradas morbosas y comentarios grotescos de los congresistas, que las observan como si fueran mercancía.