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Carta: Una decisión de hoy, una decisión para el futuro.

20 de junio de 2010

Los colombianos pueden escoger hoy entre dos visiones de Colombia. Y pueden comprometerse para que enfrentemos juntos los problemas que hoy nos desalientan pero que podemos superar.
 
Nuestro problema central es la ilegalidad, que se convierte en violencia y corrupción. Hemos dejado que los homicidios, la violencia, el secuestro, se conviertan en estadísticas. Y nos hemos resignados a que la política se haga con plata, con recursos que se quitan a los servicios del Estado para apoyar las campañas políticas, con dineros untados de narcotráfico.

Pero ya es tiempo de que digamos: no más muertes violentas, no más corrupción. Podemos convertir a Colombia en un país en el cual se respete la vida y en el que Estado esté al servicio de todos.

La manera de hacerlo es votar por la candidatura del Partido Verde. Porque le estamos ofreciendo a Colombia una visión distinta, un sueño diferente, una perspectiva de cambio. Una política hecha de otro modo, sin el apoyo de los que durante décadas se han aprovechado del clientelismo y del manejo de los recursos de todos. Una política en la que los que nos acompañan lo hacen porque están decididos a poner su parte. En la que no prometemos puestos, ni están los políticos haciendo fila para ver como se reparten los empleos y los contratos. En la que no tendremos que transar y negociar el manejo del Estado por favores para los que nos trajeron sus votos.

¿Y porque creer que esto es posible? Porque ya mostramos en los hechos que podemos cambiar las cosas, con buena administración, con buena gerencia, pero con principios claros y una visión ambiciosa. En Bogotá y en Medellín Enrique Peñalosa, Lucho Garzón, Sergio Fajardo y yo mostramos que es posible hacerlo, que no tenemos que resignarnos a que nada puede cambiar, a que hay que ser "pragmáticos" y dejar que las cosas sean como siempre.

En ambas ciudades se redujo el homicidio: nuestra política de seguridad fue firme, enérgica, apoyada en la convicción de los ciudadanos, en la cultura ciudadana, pero respaldada por una buena gestión policial. Lo mismo puede pasar en Colombia, para lograr una sociedad que rechace la violencia, la guerrilla, los paramilitares, toda idea de que matar a alguien está justificado, y que se apoye en un ejército eficiente, heroico y respetuoso de la ley, en una policía inteligente y capaz de prevenir el delito, y en una justicia imparcial y oportuna. Es posible reducir los índices de homicidio del país a menos de 20 por cien miel, a la tasa que hay hoy en Bogotá: esto querrá decir, cada año, ocho mil homicidios menos que hoy.

En ambas ciudades pusimos la educación, sobre todo de los que menos tienen, en el centro de la inversión pública. Los colegios y bibliotecas de Bogotá y Medellín, por los que se recordará a Enrique, a Lucho y Sergio, son motivo de orgullo de esas ciudades. Haremos lo mismo en Colombia, construir centenares de colegios de primer nivel, para que en cuatro años no haya un solo joven que no encuentre cupo en los colegios, un solo bachiller que se quede sin ir a la Universidad.

Usamos los recursos de estas ciudades con seriedad, para mejorar los servicios públicos y la calidad de vida de todos. Del mismo modo, manejaremos la economía del país, con reglas claras, que permitan a los particulares ser más productivos y hacer crecer el país. No es el gobierno, por más promesas que haga, el que crea empleos, el que hace la riqueza: son los ciudadanos, los empresarios, los trabajadores. Pero para que puedan hacerlo bien, hay que cambiar el modelo económico: necesitamos un gobierno sin déficit, que no se endeude, que no dañe con un dólar barato la competitividad de las exportaciones. Y una política que estimule el empleo y no el reemplazo de trabajadores por maquinaria

Un gobierno que no tiene que pagar favores será un gobierno sin corrupción, sin derroches, sin gastos inútiles. Ajustaremos algunos impuestos, eliminaremos exenciones y subsidios, para tener reglas económicas más equitativas y una administración que garantice que los impuestos se vuelven servicios para todos y no fuente de enriquecimiento para algunos.

El gran beneficio para para la producción y para el empleo vendrá de más legalidad: un gobierno más austero, más ahorrativo, sin lujos ni pagos de favores, una sociedad que paga con responsabilidad y no evade sus impuestos porque sabe que sirven a todos, y una economía que crece con menos trabas y estorbos, apoyada en gente cada vez más educada, más creativa, más innovadora.

Y queremos un país respetuoso de la naturaleza, en la que usemos con inteligencia la riqueza de nuestra gran diversidad, pero cuidándola bien para entregarla, mejorada, a nuestros descendientes.

Muchos de los que han votado por otros candidatos, muchos de los que piensan abstenerse, muchos de los que votaron o piensan votar por el candidato de la U, comparten estas ideas. Quieren un país sin violencia y sin trampas ni atajos, sin corrupción, clientelismo ni mafias. Pero temen que un gobierno verde no tendrá firmeza frente a la guerrilla ni capacidad administrativa. Hemos mostrado esa firmeza y esa capacidad de gerencia en muchos años de gestión pública. Hemos elaborado, en una larga discusión, un programa detallado, sólido y bien argumentado, que dice lo que haremos en cada tema.

A ellos puedo decirles: juzguen con independencia, revisen nuestro programa , pregúntense si hemos hecho gobiernos serios, si hemos tenido resultados.

Un gobierno verde no tiene por qué asustar a los colombianos: solo debe asustar a los violentos y a los corruptos, a los funcionarios que usan su cargo en beneficio propio, a los que se aprovechan de la ilegalidad y del clientelismo. Para todos los demás, es la oportunidad que tiene Colombia de construir un país en paz y respetuoso de la naturaleza, un país con educación y seguridad, un país sonriente y tranquilo, un país como el que se merecen nuestros hijos.