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Alejandro Rayran es el nuevo consejero local de juventud de Fontibón. Apenas tiene la mayoría de edad y se graduará este año del colegio.

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El ‘yuppie’ que no era ‘yuppie’ sino un joven de carne, hueso y parches

25 de noviembre de 2008

Con los dientes relucientes, la corbata lila y el traje impecable, Alejandro Rayran parece uno de esos jóvenes gomelos que jamás se sentaría a conversar con los skate, los punkos, los skins heads (cabezas rapadas) o los miembros de la BAF (Brigada AntiFascista) de su barrio.

Sin embargo ya lo hizo y lo defiende como uno de sus mayores logros: “En enero iniciamos la organización ‘Fontibón al parche’ con estas subculturas y los pelados fueron muy propositivos”. Ahora como consejero pretende proyectarla, simplemente porque quiere romper con el estigma de que ser jóvenes es igual a ser rebeldes sin causa o peor, delincuentes. “Es como una cruz con la que cargamos”.

Además él se describe como “un político con nueva sangre”. La misma, quizás, que recorrió las venas del extinto Luis Carlos Galán, con quien el país llegó a soñar a finales de los 80’s, y que hoy inspira meritorios proyectos como la Escuela Galán donde se forman a los jóvenes para que participen e incidan. Alejandro estudió allí su segundo diplomado en Ciencias Políticas, cuando tenía 16 años, y también conoció a los Consejos Locales de Juventud (CLJ). “Aunque el convenio entre la Alcaldía y la Escuela era para la capacitación de los consejeros entonces, yo hablé con la directora y logré colarme”.

Dos años después llegaría a ser consejero local de Fontibón, impulsado también por sus padres. “Mi papá fue concejal de Anapoima (Cundinamarca) y durante su campaña electoral vi el atropello del ejército y de grupos al margen de la ley con el campesinado”, recuerda. Mientras que su mamá es del Magisterio y ha trabajado en sectores marginales al sur de Bogotá, en las lomas, donde es común que a las clases asistan hijos de desmovilizados y también de los delincuentes del barrio.

“Mi mamá trabaja ahora en el barrio El Pesebre. Un día me invitó a conocer su nueva institución y pues me llevé una gran sorpresa, porque me bajé del Transmilenio, empecé a subir la loma y me encontré con un charco de sangre y los pasos hacia arriba... ¡uy!, Fue un impacto que me hizo pensar: eso que te dicen RCN y Caracol de que Bogotá es una maravilla es falsedad”, cuenta Alejandro.

Por eso se empeña en que los muchachos de los colegios públicos y privados con los que habla, incluyendo a sus compañeros de clase que lo han tildado de “guerrillero”, comprendan la gravedad de la realidad que las imágenes no explican. “¿Qué pasa con los corteros de caña, los indígenas y los desaparecidos de Soacha? Eso nos toca a nosotros, que somos jóvenes”.