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Patricia Rodríguez, directora de la Fundación Étika Verde, comprende la importancia de conservar estas riquezas naturales. Foto: Nicolás Acevedo. | Foto: Nicolás Acevedo

GRUPO RÍO BOGOTÁ

La lucha de la Fundación Étika Verde por los ecosistemas del río Bogotá

Patricia Rodríguez es veedora del río Bogotá y directora de esta oenegé que promueve la conservación a través de prácticas amigables como la agroecología. Su principal lenguaje es la educación, a través de la cual entrega herramientas para vivir de la tierra cuidándola.

10 de febrero de 2021

*Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y  sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana.

Zipacón, conocido como la Villa Cultural de Cundinamarca, sueña con convertirse, algún día, en el pulmón de sabana de Occidente, según manifestó alguna vez su alcaldesa, Crist Indira Ramos.

Al tener una confluencia de clima frío y clima templado, el municipio experimenta el fenómeno de la niebla, lo que le ha permitido preservar sus bosques y, como consecuencia, recursos como el oxígeno y el agua en su territorio.

Patricia Rodríguez, directora de la Fundación Étika Verde, comprende la importancia de conservar estas riquezas naturales, pues considera que es primordial que los seres humanos tengan conciencia de su relación con el entorno y los otros seres vivos.

Zipacón, conocido como la Villa Cultural de Cundinamarca, sueña con convertirse, algún día, en el pulmón de sabana de Occidente. Foto: Mariana Estrada.

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Esta fundación nació en 2007 a raíz de la preocupación por la deforestación y su principal objetivo es el de la conservación de la naturaleza. “La preocupación en un determinado momento fue la sustitución de café. Había café, ya había habido procesos de deforestación, pero todavía había mucho bosque. Y después el café tuvo una crisis y empezaron los follajes, aparecieron personas que llegaron a cultivar follajes”, cuenta Rodríguez.

La fundación empezó con una pequeña casa que poco a poco fue creciendo precisamente con el objetivo de llegar a muchas más personas. Foto: Mariana Estrada.

Así, de repente, una chispa de urgencia se encendió en su interior y comenzó a llamar la atención sobre la importancia del cuidado de los ecosistemas y de las zonas de recarga hídrica. Esta se volvió una misión que desde ese año viene liderando.

El mensaje crucial de su fundación es "vivir de la tierra cuidándola".  Según explica, “cuando se hacen actividades de agricultura las personas piensan en su beneficio y bienestar. Si tienen que tumbar para sembrar una cosa que está dando en este momento, no miran si donde lo van a hacer hay un gran bosque que es muy importante”.

En la imagen Patricia Rodríguez. Foto: Nicolás Acevedo. 

Sin embargo, ella comprende a las personas que viven de estas labores y lo que busca es que ellas encuentren una relación amigable con el planeta.

“Cuando la gente ve proyectos ambientales, cuando ve que uno está constantemente hablando de cuidar, de proteger, de conservar, de restaurar, de cuidar el agua, siente una amenaza porque hablamos de su actividad. Lo que queremos es que coexistan con esa naturaleza”, describe.

De esta forma, lo que hace Rodríguez desde su fundación es entregar herramientas educativas para que las personas puedan trabajar la tierra pero, al mismo tiempo, cuidarla y no generarle ningún tipo de daño. “Proponemos una agricultura y una producción bajo sombrío, sin quitar el bosque, para que no acabemos ni con las aves, ni con los insectos, ni con los guatines, borugas, las ardillas, los pájaros”.

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Entonces, iniciamos un proceso de educación ecológica y sostenible. Hemos comenzado también un proceso de entregar este conocimiento a otras regiones del país que lo requieren, personas y comunidades que están en lugares complicadísimos de acceso”, describe.

La fundación empezó con una pequeña casa que poco a poco fue creciendo precisamente con el objetivo de llegar a muchas más personas. Incluso cuentan con dos regionales: la Andina, que lidera Rodríguez en el municipio de Zipacón, y la regional Pacífico, con sede en Buenaventura desde 2013.

“Por eso ahora tenemos salón. Hemos trabajado mucho para tener el espacio y las condiciones, todavía nos falta porque todo requiere recursos. Nosotros somos casi 12 personas en esta regional y a mí me hace falta gente, pero nos toca hacer esfuerzos grandes para autosostenernos”, cuenta Rodríguez.

La fundación empezó con una pequeña casa que poco a poco fue creciendo. Foto: Nicolás Acevedo.

La base de este proyecto es la agroecología. “Tenemos una tecnología que se ha desarrollado y se ha avalado especialmente con los cafeteros. Es una tecnología basada en los microorganismos del bosque, no quitando la tierra ni la hojarasca, sino poniendo unas trampitas, unos vasitos con arroz. Entonces, a los 15 días, esos están llenos de microorganismos del bosque”, explica.

Fachada exterior de la fundación. Foto: Nicolás Acevedo. 

Todo este material, según explica Rodriguez, se transforma en un paquete tecnológico que es utilizado en procesos de compostaje, abonos, purines y biofermentados. “Se trata de un paquete no solo para alimentar el suelo, sino para transformarlo, para el control de plagas y enfermedades, en equilibrio. No matar todo, sino en equilibrio. Porque aquí ya estamos sufriendo de pérdida de abejas e insectos”, cuenta la experta.

La base de este proyecto es la agroecología. Foto: Mariana Estrada.

La cabeza de este proceso es Alejandro Alcázar, quien se desempeña como director técnico en la fundación. “Él vive en la zona y trae un conocimiento que viene desde Japón, pero ese proceso lo hemos ido desarrollando, transformando, investigando, unido al conocimiento ancestral de los biofermentados indígenas. Es una cocina de varios conocimientos”, describe.

A esta mujer, que lleva más de veinte años en el territorio, el río Bogotá también le mueve el corazón. Tanto que se convirtió en veedora para respaldar todos los procesos en su favor.

“Eso hace ya 15 años. Cada vez que aparece la necesidad de que esté, ahí estoy. Voy a las reuniones, apoyo al río. Ya de por sí está muy contaminado, los olores son terribles. Hagamos una mirada al bien común”, dice.

En la recuperación de este importante cuerpo de agua, Rodríguez ve como imprescindibles dos factores: la educación y la voluntad política. Pues, según explica, no puede llevarse a cabo un proceso si no hay conciencia, pero tampoco sin compromiso.

“La educación es el gran reto, necesitamos querientes del territorio. Que la gente sienta sus territorios, que la gente quiera sus territorios. Eso es una cuestión de amor. La voluntad política también, porque yo puedo ser ambientalista, pero si la gente que trabaja como nosotros es ignorada en una administración... Hay un "rajar, pero no prestar el hacha". Tenemos todo un aporte que dar, porque ha habido todo un proceso de desarrollo, de investigación, pero a veces no nos dejan”, cuenta.

La base de este proyecto es la agroecología. Foto: Nicolás Acevedo.

 Su cabello corto color castaño es tan firme como sus luchas. Sabe que el agua es un líquido preciado sin el que la vida no podría mantenerse y por eso combate todo lo que puede afectarla, desde la educación ambiental, su arma más poderosa.

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“El agua es una razón fundamental para la vida, sin agua no hay nada que hacer. Deberíamos mirar el agua como la base de todo. Yo sí le diría a la gente que por qué solamente ve lo que tiene tan cerquita y por qué no ve que la realidad del planeta requiere de agua, no hay de otra”, finaliza.