Home

Novedades

Artículo

Andrew Brookes/Corbis

Consumismo

¿Por qué los dispositivos se dañan cada vez más rápido?

Los fabricantes electrónicos hacen que los aparatos tengan un vida útil de 3 a 5 años, para que el usuario se vea en la necesidad de comprar nuevos productos.

30 de enero de 2014

Muchas empresas fabrican sus productos con una obsolescencia programada para que cuando un aparato se descomponga el cliente se vea obligado a comprar uno nuevo. La cuenta la pagan los países en desarrollo.

Si su impresora o cafetera se descompuso precisamente después de terminar el plazo de garantía, muy probablemente fueron construidas con lo que se conoce como obsolescencia programada. Es decir, han sido fabricandos con un límite máximo de duración, lo que beneficia al productor, que reduce sus costos de producción al tener garantizada la demanda.

Sin embargo, el modelo tiene graves consecuencias para el consumidor, y ni qué decir para el medioambiente y para los mercados en países en desarrollo. Al obligar a los consumidores de países industrializados a comprar constantemente nuevos aparatos, se produce un excesivo consumo de recursos mientras que, al mismo tiempo, se acumulan los desperdicios altamente tóxicos de aparatos electrónicos que van a parar a los mercados de países en desarrollo.

Steffan Schridde atiende una página Internet (murks-nein-danke.de) en donde los consumidores molestos pueden presentar sus experiencias con productos construidos con una obsolescencia programada. Los casos más frecuentes se presentan en aparatos electrónicos, teléfonos celulares, computadoras y productos de entretenimiento. Son las grandes marcas las que salen peor paradas, como Epson, Brother, Philipps y Apple. Pero el campeonato de las quejas se lo lleva hasta el momento el productor coreano Samsung.

Falla en una pieza del aparato

La obsolescencia programada se produce cuando falla una pieza del aparato. A menudo se trata de componentes baratos, pequeños y hechos de plástico en lugar de metal. El economista Dominik Enste, del Instituto de Investigación Económica de Colonia, confirma que las empresas no siempre utilizan componentes de larga durabilidad, lo que contradice los principios de sustentabilidad. Por tanto, no asumen su responsabilidad social.

Stefan Schridde, por su parte, se lamenta acerca de que en el desarrollo de un producto su durabilidad no es importante para los fabricantes. “El fabricante invierte apenas para que sobreviva tres años”, dice. Después de ese plazo ya ha salido con seguridad una nueva generación de productos al mercado.

Los ciclos de producción son cada vez más cortos, sobre todo en el caso de los aparatos electrónicos, lo que va en perjuicio del bolsillo del consumidor. Lo más grave es que aumenta el consumo de materias primas como el oro, la plata, el cobre y otros materiales sumamente costosos. Su producción requiere mucha energía y, a menudo, es perjudicial para el medio ambiente, ya que se utilizan materiales tóxicos. Los aparatos caducados van a dar a los mercados de países en desarrollo.

El consumidor tiene la palabra

Pero no sólo los fabricantes tienen la responsabilidad ante este fenómeno.

También son responsables los consumidores, que quieren tener siempre la última novedad al alcance de las manos. Tanto Schridde como Enste coinciden en que la demanda de productos baratos pone bajo enorme presión a los fabricantes y los proveedores de componentes y materias primas, por lo cual éstos acaban utilizando un componente barato de plástico en vez de uno de metal, que podría tener una mayor durabilidad.

La obsolescencia programada provoca problemas globales, pero la solución la tiene el mercado mismo: los consumidores. “Cada persona puede comprar de manera conciente y procurando que el producto que compra sea lo más adecuado a sus necesidades”, según Enste. La palabra “sustentabilidad”, dice, jugará por eso un papel cada vez mas importante.