A pesar de que la nave sufrió un gran golpe, solo dos personas de las 307 que iban a bordo perdieron la vida. De los 180 heridos solo 30 fueron admitidos en el hospital y apenas 6 fueron declarados pacientes críticos.

AVIACIÓN

Accidente de Asiana: el milagro que no lo fue

El accidente del avión de Asiana Airlines marcó un hito por su alta tasa de sobrevivencia. Ese resultado no se debió al azar.

13 de julio de 2013

Fred Hayes, un fotógrafo que el sábado pasado grababa la salida y llegada de aviones frente a la pista del aeropuerto de San Francisco, registró el momento cuando el Boeing 777 de Asiana Airlines proveniente de Seúl chocó en la cabecera de la pista, se deslizó unos metros, se levantó de costado, volvió a caer, dio un giro de 360 grados, se detuvo y se encendió en llamas. 

Un impacto de esta magnitud daba para suponer lo peor. Por eso, cuando las autoridades confirmaron que solo dos personas de las 307 personas a bordo perdieron la vida, él y muchos otros calificaron el desenlace del vuelo 214 como un milagro.

Pero los expertos en seguridad aérea afirman que no lo es. “Es el triunfo de la tecnología”, señaló a SEMANA Alberto Maya Restrepo, asesor de aviación. Un informe de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte de Estados Unidos encontró que, de los 568 accidentes ocurridos en vuelos comerciales en los últimos 17 años, el 95 por ciento de los pasajeros ha logrado salir con vida. 

Los expertos señalan que los accidentes de aviones grandes, como el 777, son muy raros y, en efecto, el último ocurrido en Estados Unidos tuvo lugar en 2001, cerca de Nueva York, cuando murieron las 260 personas que iban a bordo del vuelo 587 de American Airlines. 

Si bien antes lo normal en un accidente como el de San Francisco era esperar una gran cantidad de muertos y pocos sobrevivientes, ahora lo usual es ver salir de entre los hierros retorcidos a la mayoría de los pasajeros. Otro caso reciente es el Air France 358, que en agosto de 2005 se salió de la pista mientras aterrizaba en el aeropuerto de Toronto. Los 297 pasajeros se salvaron y solo 12 tuvieron heridas serias pese al incendio que se desató poco después. 

En ambos casos fue crucial la agilidad de la tripulación, que según Maya Restrepo hoy está mejor preparada para evacuar en menos de 90 segundos a los pasajeros. Este proceso también se ha facilitado gracias a que las salidas de emergencia tienen sistemas de apertura más sencillos y una mejor señalización. 

Según el experto, ahora la estructura del fuselaje es más resistente y por eso, a pesar del impacto, el cuerpo del Boeing 777 quedó intacto. Se especula que el desastre habría sido fatal si la nave se hubiera hecho con los diseños de hace 30 años. 

Otro avance trascendental es que las sillas son más fuertes. “Antes el cinturón de seguridad era más resistente que los pernos que agarraban las sillas al piso. Luego de un accidente se veían los asientos arrumados y todos los pasajeros amarrados a ellos”. Esto cambió desde 2009, cuando la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos obligó a usar en los nuevos modelos asientos que soportan golpes de por lo menos 16 veces la fuerza de gravedad. 

“Sin ello, la potencia horizontal y vertical habria hecho que las sillas del Boeing de Asiana se soltaran y se comprimieran unas con otras bloqueando las salidas”, dijo al Wall Street Journal Kevin Hiatt, presidente de la Fundación de Seguridad Aérea.

Pero tal vez lo más notable es que los materiales que hoy se usan en el tapizado de las sillas, el tapete del piso y otras partes del avión retardan la combustión y le dan a los pasajeros tiempo suficiente para salir de la aeronave antes de que la consuma el fuego. 

Una tragedia en 1983, debida a un vuelo de Air Canada que hizo un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Cincinnati, originó estos cambios. A pesar de que no se estrelló, 23 de los 41 pasajeros murieron atrapados en el incendio desatado. 

Según el capitán Alan Price la naturaleza de los accidentes también ha cambiado. Ahora los aviones están equipados con radares que alertan a los pilotos acerca de la proximidad a la tierra o a otros aviones con tiempo suficiente para rectificar su trayectoria. Por lo tanto, los accidentes en pleno vuelo, a 800 kilómetros por hora, hoy son más raros en Europa y Norteamérica. El de Asiana Airlines encaja en la categoría de ‘sobrevivibles’ porque suceden al aterrizar, cuando el avión vuela a 209 kilómetros por hora, lo cual reduce la fuerza del impacto en caso de choque.

En 1960, al inicio de la era del jet, el riesgo de morir en un accidente de aviación era de 133 por cada 100 millones de pasajeros. Hace una década era de 20 por cada 100 millones y hoy se calcula en 2 por cada 100 millones de pasajeros. Con esas cifras Arnold Burnett, profesor de estadística de MIT y experto en seguridad aérea, asegura que “un pasajero puede viajar una vez al día por cuatro millones de años antes de morir en una tragedia aérea”. 

Paradójicamente la mayoría de los viajeros no le presta atención a las medidas de precaución que se suministran ante de cada vuelo, pues cree que en caso de accidente las posibilidades de vivir son nulas. Pero ante esta nueva realidad, los entendidos en la materia consideran que hoy son más relevantes que nunca. Michael Barr, un asesor de seguridad de la Universidad de California, aconseja fijarse cuántas sillas hay entre la suya y la más cercana salida de emergencia. En caso de accidente, dice, “hay que llegar allá”.