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Al banquillo

Un reciente estudio pone en cuestión el verdadero valor de la mamografía en el diagnóstico precoz del cáncer de seno.

24 de septiembre de 2001

Durante mas de 30 años los médicos han urgido a la mujeres mayores de 40 a hacerse una mamografia anual para diagnosticar tempranamente el cáncer de seno. Con este examen, dicen, ellas pueden reducir en un 30 por ciento las probabilidades de morir por esta enfermedad. Mejor aún, si el examen detecta tumores apenas incipientes las mujeres no sólo pueden salvarse sino que evitan tratamientos más invasivos, como la mastectomía radical, que implica la remoción de esta parte del cuerpo.

Estos programas de prevención se han basado en los resultados de varios estudios realizados en las últimas décadas. Pero una investigación reciente publicada en la revista inglesa The Lancet acaba de poner en entredicho todas esas investigaciones.

Después de analizar siete grandes estudios, en los que se concluía que la mamografía tenía beneficios para las mujeres, los científicos Peter Gotzche y Ole Olsen, del Nordic Cochrane Center en Copenhague, Dinamarca, concluyeron que éstos tuvieron fallas y que el impacto de la mamografía en la prevención del cáncer y la mortalidad de las mujeres es una simple ilusión.

Los autores critican en su documento que los estándares utilizados para la metodología de dichos trabajos fue muy pobre y que estuvieron dirigidos por personas no calificadas para este tipo de investigaciones. Entre el material analizado se encuentra uno realizado en Nueva York hace cerca de 25 años, en el cual participaron mujeres a quienes nunca se les había hecho una mamografía. De las 30.565 estudiadas, 196 murieron en un período de 18 años mientras que de las 30.131 que lo tomaron sólo 153 murieron. Una de las fallas, según los científicos, es que no se sabe exactamente cuál era el estado de salud de esas mujeres. Las personas que tuvieron su mamografía podrían ser extremadamente sanas. También dudan de si las muertes entre el grupo de mujeres que se practicaron una mamografía estaban menos ligadas a cáncer de seno que las muertes entre las personas que no las tuvieron.

Los expertos criticaron otro estudio realizado en Suecia, que comparaba a 21.088 mujeres que se habían hecho una mamografía frente a 21.195 que no. Después de nueve años, 63 mujeres en el primer grupo murieron de cáncer y de las que estaban en el grupo de control 66 corrieron con la misma suerte. Para los investigadores esta diferencia es insignificante.

Los expertos además sugieren que ofrecer a un paciente un tratamiento cuando apenas el cáncer es muy incipiente podría ser tan drástico que precipitaría la aparición de otras enfermedades también mortales, sólo que éstas no estarían relacionadas con el cáncer de mama.

Pero lo que Gotzche y Olsen debaten no es tanto el tratamiento sino las bondades de la mamografía. Hasta el momento es considerada una excelente herramienta para detectar masas muy pequeñas en la glándula mamaria que al simple tacto no serían apreciables. Pero la tesis de los autores sugiere que encontrar un tumor minúsculo no necesariamente incrementa las probabilidades de un mejor pronóstico que cuando éste se encuentra en un examen clínico un poco más desarrollado. En ambos casos el paciente podría tener las mismas probabilidades de sobrevivir. Si esto se confirma, las mamografías no tendrían sentido.

Peter Greenwald, director de prevención de cáncer del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, explica que las conclusiones del estudio de los daneses puede deberse a que hoy existen mejores métodos de tratamiento que hacen irrelevante si el cáncer es detectado muy temprano o más tarde. Si eso es cierto los primeros estudios sobre la efectividad de la mamografía, los cuales fueron hechos cuando los tratamientos eran menos efectivos, podrían haber mostrado que estas pruebas prevenían estas muertes.

Algunos expertos, como los investigadores de los Institutos Nacionales de Salud en Estados Unidos, opinan que el estudio al menos debe ser revisado y que es preciso ventilar el debate abiertamente para establecer con mayor claridad sus aciertos y errores. Pero otros, como los miembros de la Sociedad Norteamericana de Cáncer, opinan que las conclusiones del análisis no son convincentes. La controversia ha tenido tal impacto que algunos países, como Suiza, han decidido no poner en práctica un programa nacional para ofrecer estas pruebas a las mujeres mayores de 40. Este tipo de iniciativas podría correr peligro en otros países, como Colombia, que después de mucho esfuerzo cuenta con un decreto para exigir a las Empresas Prestadoras de Salud ofrecer este examen anualmente a las mujeres de 50 años. “Este tipo de información sería un golpe durísimo para este tipo de programas. Es la primera vez que se logra después de años de lucha”, afirma José Joaquín Caicedo, jefe de educación médica del Instituto Nacional de Cancerología.

El especialista admite que existe mucha controversia alrededor del tema. Uno de los puntos de discusión es si el examen debe ser indicado para mujeres entre 35 y 49 años. “La ganancia de un examen de estos a los 50 años es mayor que a los 35 debido a que las mujeres más jóvenes tienen mayor densidad y es menos probable detectar pequeños crecimientos celulares”.

Otro tiene que ver con los costos. Se estima que de 1.000 mujeres que se someten a esta prueba sólo a cuatro se les encuentra un tumor. Aunque detectar precozmente estos casos es a la larga un gran ahorro en los costos del tratamiento —para no mencionar el de vidas humanas— a muchas de las empresas de salud este tamizaje les parece un gasto excesivo.

A pesar del nuevo estudio entre los médicos sigue existiendo el consenso de que la mamografía es una herramienta indispensable —así como el examen clínico— para detectar el cáncer y tratarlo a tiempo. Y lo seguirá siendo hasta que no se hagan nuevos estudios y se demuestre lo contrario. “Creo que aún hay suficiente evidencia como para seguirles recomendando a mis pacientes que se hagan una mamografía anual para prevenir este problema”, concluye el médico Caicedo.