epidemia

Amenaza latente

Nada garantiza que la pandemia mundial de la neumonía atípica no ataque a Colombia. ¿Está preparado el país para controlarla?

12 de mayo de 2003

El pasado viernes 4 de abril no fue un día corriente en la Clínica del Norte, en Cartago, Valle. Por la amplia puerta de urgencias ingresó una paciente de 22 años que presentaba todos los síntomas del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (Sras), quien había llegado el día anterior de un viaje de recreo por Hong Kong y París. Después del examen de rutina el cuerpo médico le diagnosticó una faringitis con compromiso de las amígdalas. Cuando Guillermo Giraldo, director médico de la institución, se enteró del reciente viaje ordenó que se le practicaran pruebas de laboratorio y un examen de rayos X. Mientras esperaban los resultados se le dio aviso al Ministerio de Protección Social para que les indicara el protocolo que debían seguir con la paciente. La primera instrucción fue que consultaran la página web de la Organización Mundial de la Salud, en la que encontrarían una ficha técnica para dar aviso del posible contagio y las recomendaciones de tratamiento. Los resultados de los rayos X no pudieron ser más alarmantes: se trataba de una neumonía bacteriana focalizada en la parte inferior de los pulmones. De inmediato a la paciente se le dio aislamiento respiratorio y tratamiento con antibióticos. Además se tuvo especial cuidado con los elementos que ella utilizaba. Los médicos y enfermeras que la trataron siempre tuvieron protección en boca, nariz y ojos y por último el acceso a la sala donde estaba la paciente fue totalmente restringido. Mientras tanto los especialistas pusieron bajo observación a familiares y amigos que hubieran estado en contacto con ella. Seis días después de estar hospitalizada la paciente fue dada de alta cuando los síntomas desaparecieron. Pero tuvieron que pasar tres semanas para que el país conociera la noticia. La demora se produjo porque los funcionarios del Ministerio de Protección Social tardaron más de una semana en llegar hasta la paciente para practicarle las pruebas necesarias cuando ya se encontraba en Bogotá pasando unos días de descanso después de su convalecencia. Además el comité asesor del Ministerio, encargado del tema, se reunió por varios días para estudiar los análisis médicos y decidir si se trataba de un caso sospechoso. Aunque para algunos médicos se trató de una simple neumonía basal, un mal ya conocido y tratable, las autoridades decidieron enviar muestras de sangre al Center for Desease Control (CDC) en Atlanta, Estados Unidos, para resolver la duda. El resultado sólo estará disponible en dos semanas. El hermano de la paciente comentó a SEMANA que "no puede ser neumonía atípica pues ha pasado un mes y yo no me contagié, y eso que comimos del mismo plato el día que ella llegó". Y mientras se espera este dictamen muchos se preguntan qué tan remota o cercana es la posibilidad de que haya un brote de esta epidemia en el país. Los expertos consultados por SEMANA aseguran que la probabilidad es muy alta. "Vivimos en un mundo globalizado y eso hace que el riesgo de importar un caso sea significativo", afirma Martha Velandia, directora de epidemiología del Instituto Nacional de Salud. A principios de siglo la peste española llegó a estas tierras y arrasó con un porcentaje considerable de la población en una época en que una travesía transoceánica podía tardar meses. Hoy, cuando un viaje a Hong Kong sólo toma tres días, incluyendo las escalas, nadie duda que la amenaza está cerca. En el caso del Sras el riesgo fundamental lo representan los viajeros internacionales que desembarcan ya sea por mar o por aire. "En este momento no son problema las fronteras porque no tenemos brotes en países vecinos", dice el epidemiólogo Gabriel Carrasquilla. En las dos últimas semanas los puertos de Buenaventura, Cartagena, Barranquilla y Santa Marta han decidido aumentar de 24 a 48 horas el tiempo de antelación con el cual un capitán debe informar a las autoridades colombianas los últimos cinco lugares en los que ha atracado su nave y el estado de salud de sus tripulantes. En Buenaventura se creó una brigada de control de saneamiento que realiza un examen físico general a los marineros de buques que provienen de áreas de riesgo. También se ha dispuesto una zona de cuarentena en estas ciudades, donde las embarcaciones sospechosas, procedentes de Asia, deben superar un examen que confirme que no existen riesgos para el país. Lo que nadie se explica es que si el mayor riesgo lo representan los aeropuertos por qué no se aplican en ellos las medidas en forma más estricta. Testimonios recogidos por SEMANA así lo demuestran. Alex Osorio, un empresario que llegó hace tres semanas de la China y Hong Kong, pasó inadvertido ante las autoridades porque su vuelo venía de Londres sin percatarse de que esta ciudad había sido sólo una parada en su viaje a la región donde la epidemia está focalizada. Otro caso similar es el de Carolina García, una joven que llegó de Miami a Bogotá y que a pesar de tener tos, tapazón y malestar no despertó ninguna sospecha en los controles de El Dorado. "No venía de un país afectado pero Miami podía haber sido una escala en un viaje desde Toronto o Taiwan". Las medidas de control tampoco son satisfactorias en la capital del Valle del Cauca. El control en el aeropuerto está en cabeza de las azafatas, quienes tienen que reportar casos de personas que durante el vuelo presenten algún síntoma. Con este tipo de medidas un portador sano podría ingresar al país sin problemas. El DAS confirmó a SEMANA que no tiene forma de saber el itinerario completo de los pasajeros que llegan a Colombia. El viceministro de Protección Social, Juan Gonzalo López, también aceptó que las medidas se han relajado pero la intención es volver a endurecerlas y por eso entregarán volantes con las señales y los síntomas de la enfermedad a todos los viajeros. Teniendo en cuenta que en el país no existen vuelos directos a Oriente se ha pedido la colaboración de las autoridades de ciudades que sirven de conexión, como Los Angeles, Londres y París. El gobierno también ha estado atento a las visitas de ciudadanos provenientes del sureste asiático. De hecho, se tiene identificada una misión de empresarios que visitará al país en los próximos días, a quienes se les practicará una valoración de su estado general de salud antes de ingresar a inmigración. El funcionario, sin embargo, insiste en que toda la responsabilidad no puede recaer en el gobierno o las aerolíneas. "Los pasajeros también deben conocer los síntomas e informar a las autoridades médicas en caso de presentarlos", dice. Los viajeros parecen haber escuchado esas advertencias y han optado por aplazar los vuelos no esenciales a la región. Según Jean-Claude Bessudo, presidente de Aviatur, la venta de pasajes de Colombia a Oriente Lejano cayó en 80 por ciento. Aun con todas estas medidas algunos epidemiólogos están convencidos de que la llegada del Sras es cuestión de tiempo. Esa realidad pone sobre el tapete el debate acerca de la capacidad de la infraestructura sanitaria del país para combatirlo. El caso de Cartago puede ser ilustrativo al respecto pues, aunque los alarmó en un principio, el grupo reaccionó con rapidez. La prueba es que la paciente no logró contagiar a ninguno de sus familiares. Como lo demuestra el caso de Cartago, la clave para evitar una epidemia no radica tanto en que haya medicamentos o una sofisticada infraestructura hospitalaria sino en la preparación de los médicos y que la población esté muy bien informada. Esto ayuda a detectar un posible caso rápidamente y aislarlo para neutralizar el contagio. Por medio de llamadas aleatorias SEMANA confirmó que el personal médico y paramédico del centro de salud del barrio Quirigua, al nororiente de Bogotá, del hospital San Vicente de Paúl, de la capital de Antioquia, y del Hospital General Santander, en Cúcuta, conocía datos específicos sobre la forma de atender un caso sospechoso de Sras. A pesar de que aparentemente hay un lineamiento claro a nivel nacional sobre cómo actuar ante un caso eventual de Sras no se sabe si en todas las ciudades un paciente sea tratado con la eficacia con que se atendió el de Cartago. Un agravante es que el Sras es un enemigo al que apenas se está conociendo. Por ejemplo, se especula que el virus tiene capacidad para vivir durante cuatro días y no 24 horas, como se afirmó en un principio. Aunque los científicos dijeron que el contagio se daba sólo por contacto directo y estrecho, también puede ser a través de excrementos, como sospechan que sucedió en el complejo de apartamentos Amoy Gardens de Hong Kong, donde 300 residentes resultaron con el virus sin que hubiesen estado cerca, pues había una fuga en las cañerías. También se conoció recientemente que los más afectados son los adultos mayores, para quienes el riesgo de muerte es mucho más alto que el del resto de la población. Se sospecha, además, que el microbio tiene la capacidad de mutar y produce diferentes síntomas, lo cual dificultaría la identificación de los casos. Atender una crisis en un país subdesarrollado es diferente a hacerlo en los del Primer Mundo. En los primeros las medidas de higiene personal y el manejo de basuras son precarios. Además la población de estratos bajos no consulta al médico con regularidad, lo cual hace que estos países puedan tener un escenario más dramático frente al Sras. El tiempo ha jugado a favor pues mientras más se demore en llegar más información se tendrá a la mano y mejor preparados podrán estar los organismos de salud para atender cualquier emergencia. Aunque en entrevista con SEMANA Ana Cristina González Vélez, directora de salud pública del Ministerio de Protección Social, sostuvo que la información sobre Sras era "sensacionalista", muchos creen que hay razones suficientes para estar alarmados. Pero no se trata de infundir pánico sino de despertar la conciencia sobre la seriedad del tema no sólo entre los médicos sino en la población en general.