CAPRICHOS DE ALTO VUELO

Los rusos utilizan ahora su poderoso aparato militar para atraer turistas. Por unos miles de dólares usted puede volar un Mig.

21 de febrero de 1994

PRESIONADO POR los altos costos de mantener una poderosísima flotilla aérea, pagar los salarios de pilotos expertos y financiar el diseño de nuevos aviones, el Ministerio de Seguridad ruso se ha visto obligado a buscar recursos. Por increíble que parezca, para ello ha optado por convertir la base aérea moscovita en atracción turística. Y los amantes de las sensaciones que aceleran el ritmo cardiaco aprovechan la coyuntura.
Ni cortos ni perezosos frente a la oportunidad, los empresarios estadouniden es le pusieron el ojo al programa, y actualmente lo ofrecen al turista de sangre fría a un costo que oscila entre los 6.500 y los 45.000 dólares. El atractivo: ya no hay necesidad de calmar fiebre viendo Top Gun ni de contentarse, en el mejor de los casos, con acceder a una sesión en un simulador de vuelo. Todo aquel aventurero que se le quiera medir al pilotaje de aviones cazabombarderos rusos los tiene a su disposición para hacer realidad el sueño de convertirse en protagonista de las maniobras aéreas más espeluznantes, batallas ficticias incluidas.
Siguiendo el ejemplo mercantil de los estadounidenses, los rusos piensan en todo: la gira incluye el transporte en limosina del aeropuerto a un hotel de cinco estrellas en Moscú, charlas de entrenamiento en inglés o español con sus mejores pilotos en carne y hueso, chequeos médicos como los que se les hacen a los astronautas y una cantidad determinada de vuelos de entre 40 minutos y una hora y media en aviones Mig29, Mig31, Su-27 y L-39. Para los de mayores recursos econòmicos se ofrece adiestramiento en San Petersburgo en el uso de tanques a turbina T-80, ametralladoras Kalashnikov, lanzagranadas a propulsión y otras armas especiales. Como si fuera poco, el turista vuelve a casa con un video en el que constan sus hazañas aéreas, además del casco y el traje de piloto como souvenir.
Siempre existe el acompañamiento de un piloto experto, pero si el interesado quiere (y casi siempre es así), le sueltan el mando para la ejecución de sus propias peripecias, ninguna de ellas fácil de ejecutar ni de resistir. "En una maniobra violenta uno llega a sentir hasta una tonelada de peso, y puede inclusive llegar a desmayarse por unos segundos", dice Alex Petruzzelli, promotor del programa para toda América Latina. La empresa llamada Petruzzelli, Thrillseekers Inc. (buscadores de aventuras excitantes), tiene planes para vender programas que permitan pilotear bombarderos de la Segunda Guerra Mundial, domar un Fórmula 1 ó lanzarse desde las alturas abriendo el paracaídas a último momento. "Todo lo que sea una locura inolvidable", dijo Petruzzelli a SEMANA.
Hasta ahora más de 30 personas han comprado el paquete, entre ellos un buen número de entusiastas brasileños. Varios colombianos han mostrado interés, pero el primer latino en manejar los controles de mando será el argentino Alfonso Bernasconi quien se embarcará en dos semanas. Esa sensación de la sangre congelándose en las venas es la que buscan todos estos turistas que, a cambio de un buen puñado de dólares, colman sus expectativas de vuelo de guerra al tiempo que financian a la Fuerza Aérea Rusa.
Si la caída del comunismo soviético es todavía difícil de creer, más increíble aún es la apertura del poderoso aparato militar de la ex potencia a un nuevo tipo de invasor: el turista curioso. Pero a eso se ha llegado: usted pone la plata y los ex camaradas la diversión.