COMO EJERCEN LAS MUJERES EL PODER

Ellas encarnan el acceso irreversible de la mujer a los estrechos círculos del poder. Pero ¿cómo ejercen la autoridad? ¿Imprimen un sello específico por ser mujeres?

2 de diciembre de 1991

SE SIENTAN CON TODA PROPIEDAD En sillones que una vez fueron reservados estrictamente a la concurrencia masculina. Deciden, dirigen y presiden con flores sobre el escritorio y ataviadas con una sofisticación inusitada en las instancias del poder hasta hace unos años, cuando el feminismo dio al traste con la vanidad. Aunque la época de las pioneras ya quedó atrás, hoy ellas le sirven de locomotora a toda una generación y son las protagonistas de las revistas femeninas, que han sido creadas para celebrar sus éxitos.

Son mujeres de poder y lo saben. Pero no lo ostentan. Solamente les molesta ver que, al alba del siglo XXI, todavía haya quienes se sorprendan de verlas ocupando cargos importantes. Sin embargo, su presencia en las altas esferas es considerado como un triunfo de su género. Ellas encarnan el acceso irreversible de la mujer a los estrechos círculos del poder. Es verdad. Un mundo separa a la galerista Aseneth Velásquez de la senadora Maristella Sanín o de la banquera Flor Angela Gómez. Pero a pesar de su diversidad, estas mujeres tienen experiencias y opiniones similares. Forman una corte mucho más homogénea de lo que ellas imaginan. Hablan de su tema con pasión y no se consideran excepcionales, simplemente han sabido tomar las oportunidades y tienen los méritos para haber llegado.

Pero ¿cómo son estas nuevas vedettes del poder? ¿Cómo ejercen la autoridad? ¿Imprimen, por ser mujeres, un sello específico? Así sean ministras, expertas en arte, asesoras económicas, periodistas, banqueras, senadoras o ejecutivas, tienen algo en común: se rebelan contra esa perpetua distinción entre hombres y mujeres. Recalcan que es más una cuestión de personalidad y competencia que de sexo. Aunque el camino hacia los cargos directivos no es un lecho de rosas, todas minimizan esos detalles porque no quieren pasar por víctimas del machismo ni heroínas del feminismo. Es con humor como ellas encaran las anécdotas de sus logros de mujeres en un universo todavía esencialmente masculino. Y aunque son solidarias, no quieren ser identificadas con el discurso del sexismo.