Un nieto constituye una nueva forma de amor, que aunque culturalmente está profundamente interiorizada, no necesariamente se da de manera automática. | Foto: SEMANA

Familia

Mamá, ¡vas a ser abuela!

La llegada de un nieto es un momento decisivo en la trayectoria vital de las personas y aunque no implica las grandes trasformaciones que llegan con el nacimiento de un hijo, genera cambios en las relaciones familiares. La psicóloga de familia María Elena López cuenta qué esperar en ese momento.

11 de enero de 2019

La noticia de que uno se convertirá en abuelo despierta fuertes sentimientos, muchos de ellos encontrados. El otro día le pregunté a mi amiga Leonor qué había sentido cuando le comunicaron que tendría a su primer nieto. Ella me dijo que su hijo llegó a casa y le entregó una cajita envuelta en papel de regalo, y al  abrirla se llevó la grata sorpresa de que eran unos zapaticos de bebé. Esta era una linda manera de enterarse de que iba a ser abuela por primera vez. Aunque ella sintió una gran ilusión, también pensó con inquietud que ese papel tenía una gran responsabilidad en el mundo de hoy.

Si bien es cierto que en la mayoría de los casos la alegría es inmensa, los abuelos deben pasar por ciertos procesos para asimilar este acontecimiento. Por una parte, les implica aceptar el hecho de que sus hijos son definitivamente adultos, y, por otra parte, asumir que el bebé se convertirá en parte de la familia, pero no de la misma manera como cuando se trata de un hijo.

Un nieto constituye una nueva forma de amor, que aunque culturalmente está profundamente interiorizada, no necesariamente se da de manera automática como una extensión del amor a los propios hijos. En este sentido es un aprendizaje nuevo, una relación que es preciso ir construyendo día a día.

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Es un evento con muchos matices. Por ejemplo, sucede con frecuencia que el nacimiento de los nietos acercan a los padres a sus hijos pues se establecen unas relaciones mucho más simétricas, es decir de igual a igual, que suelen mejorar significativamente pues implican relaciones entre adultos. Pero también puede ocurrir lo contrario: que la llegada del nieto se vuelva una fuente de conflicto y de motivos que generan distancia. María, una abuela muy joven, recuerda como si fuera ayer este momento. “Mi hija menor me dijo que tenía algo muy importante que contarme. Imaginé muchas cosas menos esta. No tengo presente cuál fue la expresión que utilizó, pero creo que ha sido una de las noticias más impactantes que he escuchado. Sentí que mi vida cambió de pronto. Cómo iba a verla de ahora en adelante y como seria en el futuro nuestra relación que ha sido cercana y entrañable”.

Es como rejuvenecer

Para muchos es una nueva fuente de apego y alegría en un tiempo importante en la vida de las personas en la que las personas tienen menos preocupaciones y disponibilidad de tiempo para disfrutar sin la presión de las responsabilidades propias de sacar adelante una familia. Pero también en el que muchos experimentan la sensación de la vejez, algunas veces acompañada de problemas de salud o de la percepción o vivencia de soledad y falta de motivación. El arribo de un nieto genera la sensación de volver a hacer cosas que hicieron como padres, aunque no el de serlo de nuevo y la ilusión y energía de volver a estar con niños pequeños. “Lo estoy gozando con mucha intensidad, me siento profundamente amada, es algo que no tiene precio”, expresaba Ana, una de las participantes a un taller que realizo con alguna frecuencia donde abuelos y abuelas conversan informalmente sobre esta experiencia.

Es frecuente que muchas personas, independientemente de su edad, tengan la sensación de que ser abuelos les permite ser un apoyo y complemento en la crianza y esto los hace sentirse útiles y jóvenes de nuevo.  Otro abuelo me comentaba algo muy profundo: “Creo que me remonté a mis años de juventud y me transporté en el tiempo, me hizo sentir joven de nuevo, pleno como ser humano y con una misión".

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Es una situación no prevista

Tanto abuelos como hijos pueden tener la expectativa de que esta será una relación con empatía ya que, en general, ellos tienen más tiempo para dedicar a los nietos y éstos les suponen menos carga, así como la posibilidad de disfrutar los nietos con más tranquilidad, paciencia y comprensión. El imaginario es que se vivencien como unas relaciones sin prisas, basadas en el placer mutuo. Les oigo decir a muchos abuelos cuando hablan de este tema que ahora que están en el papel de abuelos, han desarrollado esa virtud que no tenían: la paciencia”.

Sin embargo, esto no sucede siempre de esta manera y algunas circunstancias específicas llevan a que esta no se viva como una experiencia feliz. A veces es una etapa que hay que afrontar inesperadamente, por ejemplo, cuando los hijos son muy jóvenes, no están casados o aún no tienen resuelta su situación económica. En estas situaciones es posible que surjan situaciones de conflicto. No solo por la diferencia de percepciones sino porque los abuelos pueden sentirse obligados a  asumir el rol de cuidar a sus nietos o velar porque sus hijos sean buenos padres.

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Cuando mi hija de 18 años me dijo que estaba embarazada tengo que decir que la emoción predominante fue de sorpresa y preocupación, sentimos que esta era una condición que traería consecuencias negativas para ella y también para nosotros como abuelos.  Pero a medida que fueron pasando los días la idea de la llegada de un bebé nos fue llenando de alegría y esperanza. Es también una manera de dar el apoyo que requiere el bebé para que nazca en condiciones óptimas y demostrar el amor que le tenemos como hija. Unos padres jóvenes requerirán más el aporte efectivo de la familia y una guía para sacar adelante este proyecto tan importante. De todas maneras, es preciso que ellos asuman la responsabilidad y no tengan que delegarla en nosotros”, dice una abuela.

Ser abuelo es una experiencia única y aunque todos terminan adaptándose a esa nueva responsabilidad, no hay duda de que la noticia marca un antes y un después en la vida de todos.