SALUD FEMENINA

Convivir con el enemigo

Aunque el diagnóstico es catastrófico al principio, las mujeres que tienen cáncer de mama aprenden a vivir de manera más intensa.

9 de mayo de 2009

Si hay personas que saben del dolor y de las enseñanzas que este deja, son las mujeres que padecen cáncer de mama. Después de un diagnóstico, cualquiera que sea, avanzado, metastásico (cáncer que se ha diseminado desde el lugar donde empezó a otras partes del cuerpo) o incurable, la vida se ve con otros ojos.

Claudia Patricia Saa es una mujer de 52 años de edad, madre de dos hijas de 22 y 25 años, a la que le diagnosticaron cáncer de seno en enero de 2004. Desde entonces ha librado una lucha incansable, que ha pasado por varias batallas: lidiar con una metástasis de pulmón y piel, una metástasis cerebral, quimioterapia, radioterapia y una cuadratectomía (resección de un cuarto de seno).

Y a pesar del panorama, ella lleva una vida normal, claro está que para hacerlo tuvo que hacer ciertos ajustes. "Para mí, el cáncer ha sido un cambio total de vida, en mis hábitos, en mi personalidad y vivo en permanente tratamiento", afirma.

Claudia, directora de la Asociación Ámese, que ayuda a mujeres a enfrentar su cáncer, es el caso número 14 en su familia, pero, aun con este antecedente, jamás pensó que a ella le pasaría. Su historia comienza como la mayoría: una palpación de una pequeña bola en un seno. "Cuando consultaba, siempre era una falsa alarma. La bolita se hizo más grande, dejé pasar el tiempo, pensando que me dirían lo mismo y ahí fue donde salió el tumor", dice.

A Patricia Izquierdo, una consultora en desarrollo organizacional, le diagnosticaron cáncer cuando tenía 41 años, hoy tiene 44. "Mi hermana tuvo cáncer de seno también. En una consulta a la que le acompañé, su médico me dio una orden de mamografía, por si acaso, pero yo pasé por alto eso y nunca me hice ese examen. A los tres años tenía una bola gigante. Sentí una rabia horrible conmigo misma: 'como fui de bruta'", cuenta.

Según Fernando Perry, cirujano oncólogo, mastólogo y coordinador del servicio de seno y tejidos blandos del Instituto Nacional de Cancerología, la mitad de los casos de cáncer de seno sucede entre mujeres de 30 a 50 años. La otra mitad, después de los 50. "Hace unos años la primera causa de muerte entre las mujeres era el cáncer de cuello uterino, hoy el cáncer de seno está en el mismo lugar", sostiene.

El cáncer de mama en su etapa inicial no tiene manifestaciones de dolor. "Muchas mujeres notan que su seno es diferente, pero no ponen atención porque no duele y ese es un concepto con el que luchamos", dice el médico.

Entre la lucha y el sosiego

La primera y más innata reacción frente al cáncer es pensar: 'Me voy a morir'. Sin embargo, para el sicooncólogo Ariel Alarcón, a pesar del impacto, la mayoría de mujeres lucha enérgicamente. "Hay una etapa de negación y de ansiedad intensa, de vivir este conflicto como negociación interior, y otra etapa de asumir ese espíritu de lucha. En algunos casos raros, la mujer se deprime, dice 'no hay nada que hacer', 'ya me voy a morir', 'me quedo así'", explica el experto.

No sólo es la noticia la que devasta. Muchas son las que no saben lidiar con los efectos de un tratamiento que afecta la integridad física y la emocional.

La quimioterapia no sólo provoca caída de pelo, sino malestar general como náuseas y vómitos. La cortisona en ampolleta, para neutralizar esos efectos, hace que muchas aumenten de peso y hasta las uñas se caen literalmente.

"Uno parece una morsa, se ve espantoso. En la segunda quimioterapia se me cayó el pelo, una mata de cabello en la mano, increíble. Pensé que iba a ser terrible, pero poco a poco aprendí a sacarle partido. Nunca me puse peluca, sino unos turbantes regios con aretes compañeros y me veía bien. Pensar que la muerte está ahí al lado, me movió el piso y la vanidad dejó de ser algo muy importante", cuenta Patricia Izquierdo.

Con cáncer no sólo se cambia físicamente, también la vida laboral entra en transformación y en casos más dolorosos, se cambia o se renuncia a la pareja.

Claudia Patricia estuvo casada por 12 años y de novia otros 12. Fue durante este noviazgo cuando el cáncer hizo su presentación. "La otra persona no entendió la situación, cáncer igual a muerte, y hubo pánico. Siempre había pensado mucho en los demás y con el cáncer comencé a pensar en mí misma, a decir no quiero", dice Claudia.

Pero en esta crisis de pareja la situación es de doble vía. El siquiatra Alarcón explica: "Es bastante frecuente que las parejas disminuyan y hasta anulen su vida sexual. La mujer siente que no es atractiva, y el esposo dice: 'no sé si mi mujer se vaya a sentir mal si me le aproximo sexualmente, porque le puedo hacer daño, causarle un dolor'".

La vida con cáncer no es tan frustrante como se cree. Para el oncólogo Perry, una buena aceptación de la enfermedad depende de cómo la mujer entienda su tratamiento y vea que hay un beneficio claro, con situaciones

desagradables, sí, pero que terminan cuando el tratamiento se suspende: todas las molestias desaparecen, el pelo vuelve a crecer y la vida habitual retorna.

Sorpresivamente, para muchas mujeres la vida se convierte en una experiencia intensa, donde la fortaleza espiritual brinda herramientas poderosas. Muchas cambian su estilo de vida, pero también su personalidad. "Si hay lucha, amor propio, actitud positiva y apoyo afectivo, la crisis de cáncer es un período en la vida de las personas, que se debe tener como un recuerdo. Lo que uno ve es que estas pacientes aprenden a disfrutar más la vida, se fortalecen mucho y se complican menos por banalidades. No falta la que se queda con el casete pegado: tengo cáncer, me voy a morir en cualquier momento. Ahí hay que trabajar bastante", explica Alarcón.

En esta tarea de amor propio y actitud positiva, la reconstrucción de la mama es fundamental para la vida sicológica de la mujer con cáncer.

"A mí me quitaron todo el seno derecho. Pero yo entré a la cirugía con dos mamas y salí con dos. La reconstrucción es esencial. Mi nuevo seno es divino, sólo falta que me oscurezcan un poco más la areola. Es como si no hubiera pasado nada. Habría sido terrible verme mutilada", cuenta Patricia.

Por fortuna los protocolos de salud ahora tienen en cuenta la reconstrucción mamaria como parte vital de un tratamiento completo. Esto, además, tiene directa incidencia sobre la autoestima y la vida sexual de la mujer. "Después de una cirugía, ella tiene que decirse: soy deseada, atractiva sexualmente y la vida sigue y debo gozar mi sexualidad. Igual el esposo: 'es mi misma mujer, es muy deseable, y la deseo igual que antes'", dice el sicooncólogo.

Vivir con cáncer no tiene por qué ser triste. "Lo único que uno necesita para morirse es estar vivo, El cáncer enseña a vivir el aquí y el ahora. A mí no me importa no tener pelo, con tal de seguir viviendo buenos momentos", puntualiza Claudia.