| Foto: Guillermo Torres

INFORME ESPECIAL

"Trabajaba por Colombia en Indonesia y me tocó volver en un vuelo humanitario"

Nicolás Espitia, de 26 años, estaba haciendo sus prácticas en Yakarta. La mayoría del tiempo se la pasó encerrado viendo pasar ante sus ojos los sueños y planes que tenía organizados. La mayor aventura fue poder volver.

9 de julio de 2020

"Este año empezaba mis prácticas. Siempre me ha encantado trabajar por y para mi país, y afortunadamente se me presentó la oportunidad de entrar a Procolombia. La oferta inicial era irme a Francia, pero los trámites de la visa tardaban mucho y necesitaba empezar rápido. Ahí llegó la opción de irme a Yakarta, Indonesia. 

Al principio no me lo esperaba. Estaba mentalizado para irme a Europa, y el Sudeste asiático era un mundo completamente nuevo para mí. Sin embargo, por esa misma razón me llamó mucho la atención: era la oportunidad perfecta para trabajar por mi país desde el exterior y además poder recorrer el Sudeste asiático. Mi sueño era alquilar una moto para pasar de un lugar a otro. 


Nicolás se fue a hacer sus prácticas con Procolombia en Indonesia y al mes y medio de haber llegado le tocó encerrarse, como a todos, por la pandemia. Foto: Guillermo Torres / SEMANA.

El 21 de enero llegó el día. Tomé mis maletas y arranqué esta aventura. Llegué casi tres días después por las múltiples escalas y el 27 empecé a trabajar. En ese momento el virus ya estaba rondando en China, pero a nadie le parecía grave. Todos creíamos que era una gripa más, por eso nunca fue una razón para volver a Colombia. 

Desde que llegué empecé a viajar y a hacer planes todos los fines de semana, así fueran a una hora de Yakarta. Creo que lo que no se hace en ese momento no lo vuelves a vivir, y esa mentalidad me ayudó a aprovechar al máximo el poco tiempo que estuve allá. 

Cada fin de semana tenía su experiencia. En uno de los primeros, por ejemplo, la experiencia fue ir a hacer mercado. Suena muy normal, uno hace mercado en cualquier parte del mundo. Pero en esta ciudad, y en general en el Sudeste asiático, los mercados tienen expuestas todas las especies de animales que para ellos es normal comer, mientras que para nosotros en Occidente no. Tomé mil fotos y estaba completamente impresionado de ver tantos animales extraños que la gente come allá. Otro fin de semana recorrí todas las mezquitas y monumentos, en Indonesia la mayoría son musulmanes. 


Quería ver orangutanes en Sumatra, conocer los dragones de Komodo o nadar con mantarrayas, pero todo eso quedó suspendido. Foto: Guillermo Torres / SEMANA.

Tuve mi primer viaje solo a Thousand Islands, una cadena de islas en la costa norte de Yakarta. Creo que ese ha sido uno de los más especiales, no solo por la belleza de las islas, sino por la experiencia con los locales. Ese es como el lugar de vacaciones para los indonesios, así que básicamente yo era el único extranjero. Todos me miraban raro, pero aproveché para entregarles unas manillas de Colombia a todos los que viajaron conmigo en el ferry. Quedaron felices, el capitán incluso la ató al timón. Al final del día, después de haber recorrido la isla, una familia de locales que conocí en el barco me dijo: “¡Nico! Te guardamos un tiquete para el barco de regreso”. Y gracias a ellos me pude devolver porque estábamos en medio de una tormenta y no había podido comprar mi tiquete. 

El fin de semana me invitaron a la casa de un indonesio y pude probar una cantidad de platos locales que nunca me imaginé. También fui a Bali, donde tuve un encuentro espiritual muy interesante. Ese tipo de experiencias, por más pequeñas que sean, me empezaron a marcar y estaba decidido a seguir conociendo lugares y culturas diferentes. En Semana Santa quería cumplir varios sueños: iba a ir a Vietnam, quería ver orangutanes en Sumatra, dragones de Komodo y nadar con mantarrayas. Pero estos y muchos planes más quedaron en el aire. 

En marzo empezaron a aparecer casos de covid-19 en Indonesia y desde ese momento todo empezó a cambiar. El 16 de marzo nos anunciaron que debíamos trabajar desde la casa. El día siguiente fui a llevar a mi jefa, que se devolvía a Colombia, y cuando vi el aeropuerto completamente vacío me di cuenta que la cosa era grave.

Con los días todo empezó a ponerse peor y todo mi trabajo pasó a ser desde la casa. Incluso negocios que yo manejaba, como la importación de flores colombianas a Indonesia también se frenó. Con los días aumentaban los casos y lo que más me impresionaba era que aunque nos dijeran ‘quédense en la casa’, yo veía en la calle a un montón de indonesios haciendo su vida normal. Eso me preocupaba mucho, especialmente porque Indonesia tiene casi 270 millones de habitantes y un precario sistema de salud, que seguramente colapsaría. Además, el presidente oculta el número real de casos. 


Al principio creyó que el coronavirus era una simple gripa y no le preocupó. Pero cuando los casos empezaron a aumentar en medio del precario sistema de salud del Sudeste asiático, entendió que esto era grave. Foto: Guillermo Torres / SEMANA.

Hasta el 10 de abril decretaron cuarentena obligatoria. Y desde entonces no volví a salir del apartamento, solo para hacer mercado. A finales de marzo negué la propuesta de volver a Colombia porque sentía que esto pasaría en un mes. Pero luego en mayo ya me di cuenta que la cosa iba en serio y no sabía qué tanto valía la pena quedarme encerrado en Indonesia indefinidamente. 

El embajador de Colombia me llamó para contarme que estaban gestionando un vuelo de repatriación. Lo pensé, consulté con mi familia, que estaban preocupados, y decidí volver aunque el vuelo costara más de 10 millones de pesos. Ya había entendido que mis planes no iban a ser este año y para estar encerrado prefería hacerlo en mi casa. Además, en el momento en que la cosa explotara en Indonesia probablemente no habría camas para todos. 

Empecé a ayudar a organizar el vuelo. Me volví como asistente de todos los connacionales que íbamos a viajar. Los llamaba, aclaraba dudas, hasta me tocaba hacer a veces de psicólogo porque había casos muy duros. Pasé de buscar empresarios en Indonesia a ofrecer vuelos del consulado, porque hasta me pidieron ayudar a organizar uno desde Australia.


Ahora estudia desde su casa y tuvo que acomodar su horario para conectarse con sus jefes en Indonesia. Foto: Guillermo Torres / SEMANA.

Finalmente llegó el día del vuelo. Más de 300 personas arrancamos para Colombia ese día. Fue larguísimo. A Yakarta llegó el vuelo con colombianos desde Bangkok y Melbourne. Después nos recogieron en Indonesia y en el camino a Colombia hicimos paradas en Nueva Delhi y Ámsterdam, donde se montaron varios más. 

Llegamos el 17 de mayo. Dos meses antes de terminar mis prácticas, que iban hasta julio. Pasé 14 días en aislamiento obligatorio, los más angustiantes de mi vida, pero tuve la fortuna de poder seguir trabajando desde Colombia. Cuadrar los horarios con Indonesia ha sido un poco difícil, pero hemos logrado todo. Me levanto temprano para adelantar el trabajo que me han mandado por la noche, en el día tomo momentos para descansar y en la noche me vuelvo a conectar con ellos para las reuniones. Una dinámica totalmente distinta.

A veces miro para atrás y me parece increíble haber atravesado el mundo para estar encerrado. Pero a su vez ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Sobre todo al final que me volví prácticamente en asistente consular. Puede ayudar a muchísimas personas y otras que siguen en el exterior me escriben para tratar de volver. Hoy tengo claro que mi prioridad número uno es ayudar y dejar el nombre de mi país en alto".