Enfermera Érika Bonilla | Foto: Juan Carlos Sierra

INFORME ESPECIAL

“Al principio me sentía tan sucia que no quería llegar a la casa"

Además del cansancio físico y emocional de trabajar en la UCI, Erika Bonilla, enfermera del Hospital San José en Bogotá, dice que ha sufrido la discriminación de la gente en las calles. Le da tristeza pensar que de héroes pasaron a villanos por falsas cadenas que desinforman.

1 de agosto de 2020

Cuando empezamos a atender a los primeros pacientes con covid en el hospital el ambiente era muy tenso. Estábamos al fondo de una unidad de cuidados intensivos para adultos donde seguían llegando pacientes quirúrgicos y con otros problemas, entonces nos miraban como un bicho raro. Luego ya separaron la UCI covid de la UCI de adultos y el ambiente cambió radicalmente. Allí pudimos empezar a atender a los pacientes con más tranquilidad y a organizarnos para la emergencia. 

Al principio todo fue un desorden, empezando porque parte del personal se negaba a estar ahí dentro por temos a infectar a su familia e hijos. No hacían el trabajo con vocación y tenían miedo de acercarse a los pacientes. Pero después de cierto tiempo todos nos fuimos acostumbrando.Ya sabemos cuando debemos hacer una pronación, ya sabemos que cada vez que salimos de un cubículo tienen que hacernos aspersión y que tenemos que soportar todo el turno con un vestuario distinto al del resto. Asimilar todo en tan poco tiempo no es fácil, pero por lo menos hoy ya sabemos cómo atender a los enfermos, lo que necesitan y en ese sentido el trabajo nos va quedando más fácil. 

Aún así, ver morir gente es duro. Sobre todo porque ya estamos llegando al punto en que tenemos que elegir a quien reanimar y a quien no. Hace unos días se nos murieron dos pacientes al tiempo y en ese momento tuvimos que decidir cual tenía más probabilidades de sobrevivir para empezar el trabajo de reanimación y no priorizar al otro. Ahí uno piensa ¿qué tal este sea mi familiar y yo no pueda hacer nada por salvarlo? Es un dilema duro, pero hacemos todo lo que podemos. 

Fuera del trabajo seguimos enfrentando situaciones difíciles. Yo vivo con mis padrinos y mi hijo de 11 años, porque mis papás murieron cuando yo era pequeña. Solo los tengo a ellos y a mi pareja. Al principio estaba super aislada de todos porque me sentía tan sucia que a veces no quería llegar a la casa, pero iba porque no tenía otro lugar a donde coger. Como todo se alargó he optado por no alejarme tanto, tomarlo con más calma. Eso sí, me cuido muchísimo, pero cuando llego a casa trato de estar con mi hijo todo el tiempo que puedo porque él está estudiando desde casa y tengo que ayudarle. 

A veces discuto con mi madrina porque no se cuida lo suficiente. Me dice “estamos con Dios”, pero la realidad es que este virus no escoge a quien contagia. También he vivido el caso de personas que piensan que esto no existe, que a nosotros nos pagan paciente que muere. Eso es increíble. Ven que uno es personal de la salud y empiezan a hacer comentarios fuera de base. Eso da impotencia, mal genio. En el transmilenio, por ejemplo, muchas veces me ven con mi uniforme y colocan su maleta en la silla del lado para que no me siente o se alejan, incluso me han hecho como a un perro “usted, echa para allá”. Es incomodo y triste ver que antes a uno le pedían favores, hablaban bonito de la profesión, pero con esta pandemia uno pasó a ser lo peor. Todo hoy es muy contradictorio.