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Psicología

Cosas que no debe decirle a su hijo sobre la muerte

Decirle mentiras, distraerlos o impedir que lloren o se pongan bravos son algunas de las estrategias equivocadas que adoptan los adultos en estos momentos. Dos expertas explican cómo manejar esta situación de manera tranquila y asertiva.

23 de junio de 2018

La muerte sigue siendo  un tema tabú. Los adultos no saben cómo manejarla y mucho menos enseñarles cómo hacerlo a sus hijos. Para guiarlos, la médica Elsa Lucía Arango, en colaboración con la psicóloga Annie de Acevedo, escribieron el libro Cómo es el Cielo. En este artículo cuentan los principales errores que cometen los padres y cómo remediarlos.

Decirles mentiras

Cuando alguien muere, lo usual es que sus familiares y amigos sientan algún grado de dolor emocional y los adultos procuramos proteger a los niños de este sufrimiento. Una de las estrategias más usadas es decir una mentira “blanca”,  tal como contarles que la persona que no volverá a ver se fue a un largo viaje o se quedó dormido. En especial debe evitar decir esto último para que el niño no asocie el dormir, que es una de las funciones vitales e indispensables para la vida, con la muerte de alguien. Esto podría ocasionarles insomnio de difícil tratamiento. El libro Cómo es el Cielo ofrece unas bellas ilustraciones con las cuales un adulto  le puede explicar a un niño con palabras sencillas qué le ocurrió a la persona o a la mascota que no volverá a ver. Aunque muchos podrán decir que las fábulas también son mentira, los relatos del libro se basan en los resultados de las investigaciones que varios científicos han realizado sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM), en las que personas que han tenido un infarto, un accidente grave o una situación similar fueron declarados clínicamente muertos y un tiempo después vuelven a la vida. La mayoría de ellos narra que a pesar de que su cuerpo físico estaba muerto, su espíritu se trasladó a otra dimensión, que podemos llamar el Cielo. Las descripciones de ese lugar coinciden en la mayoría de los relatos y nos permite hacernos una idea de cómo es la vida en el mundo espiritual.

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Distraerlos para que no se enteren

Los niños son inteligentes y sensibles. Tienen derecho a conocer lo que ha ocurrido, a que se les acompañe y ayude en el manejo de sus emociones y  a participar con el resto de la familia en los rituales de despedida al ser querido. Esta participación depende de la edad y del carácter del niño. Estos rituales, como el funeral, ayudan a darle un sentido de realidad a los hechos que ocurrieron. El niño ve cómo la persona ya no respira ni le duele nada. Igualmente siente el afecto de todas las personas cercanas a la familia. Generalmente es una experiencia sanadora, siempre y cuando el niño quiera asistir. Los niños menores de cinco años usualmente no comprenden aún lo que estáa sucediendo, por lo cual, no vale la pena que asistan. Muchos pensarán que llevarlos al funeral es muy traumático para el niño, la verdad es que toda pérdida es traumática en algún grado, y más si es de un ser querido. La vida nos trae a todos múltiples pérdidas y negarlas u ocultarlas solo ocasiona que el dolor de la ausencia de ese ser querido, vivido en soledad por el niño, genere luego un doble trauma que tendrá que procesar de adulto.

Decirles que no lloren o se pongan bravos

Para los niños y los adolescentes es importante expresar sus sentimientos por la pérdida de un ser querido de manera libre y espontánea. Tienen derecho a hacer un duelo, lo cual implica necesariamente que pasarán por etapas de rabia, tristeza y negación, que van a hacer que el niño llore y se sienta muy angustiado. Los padres deben permitirles que estos sentimientos broten y acompañarlos con amor y respeto. Si no se permite la expresión de estas emociones, el niño puede incluso enfermarse física y psicológicamente. La tristeza es la emoción que acompaña esta situación y hay que permitirles expresarla. Hay que evitar frases como “si lloras,  tu abuelito se va a poner muy triste”. En lugar de estas frases, los padres le pueden pedir que hagan un dibujo a su abuelo o escriban una carta expresándole su amor y, según la edad, pueden llevar esa carta al ataúd, a la iglesia, etc. Esto les permite transformar su dolor en amor y reparar la conexión que la gente piensa que pierde con la muerte. Al comprender que el ser querido puede ver el dibujo o “leer” la carta, el niño capta que su familiar sigue vivo, en una dimensión que no ve pero que intuye que existe. Esto les da mucha paz y les permite elaborar su duelo de una forma positiva. El duelo en familia es la forma natural de procesarlo.

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Evitar hablar de la muerte

Al pasar por un cementerio mucha gente opta por decirles a los niños que miren hacia otro lado. Además, nunca se mencionan la palabra muerte porque consideran que eso es prácticamente llamarla. Estas, como muchas otras creencias, son equivocadas ya que la única certeza que las personas tienen es la muerte. Mirar un cementerio o hablar sobre la muerte no va a atraer ninguna desgracia. Si al niño se le habla de la muerte de una manera amable y respetuosa, refiriéndose a ella como el regreso al Cielo, tendrá una actitud más tranquila respecto al final de la vida.

Mami, ¿tu te vas a morir?

Esta pregunta tiene especial significado entre los 5 y los 14 años, cuando el niño siente la posibilidad de ser abandonado afectivamente. Al pasar por estas edades todos temen perder a sus madres pues no sabrían cómo salir adelante sin ellas. Es un miedo normal al cual hay que contestar con una verdad sencilla: “me voy a morir como todo el mundo, pero espero que sea cuando esté viejita y tu ya no me necesites”. El libro Cómo es el Cielo busca aclarar al niño que el espíritu se va para el Cielo en el momento de la muerte del cuerpo físico y en el Cielo continúa con una vida plena ayudando y acompañando a sus familiares y amigos en la tierra. Esta es una herramienta que ayuda a elaborar el duelo en familia.