Cuatro noticias de ciencia de esta semana

EL TRASPLANTE DE CARA MÁS JOVEN 

La edición de septiembre de la revista National Geographic presenta en su portada un reportaje muy especial: la historia dramática de Katie Stubblefield, de 21 años, la persona más joven con trasplante de cara de Estados Unidos. Cuando ella tenía 18, decidió terminar su vida tras una decepción amorosa y tomó el rifle de su hermano y lo apuntó hacia la cabeza. No murió en el intento, pero sí desfiguró su rostro: la bala destrozó la nariz, la boca y los huesos de los pómulos y la mandíbula. Hubo que hacerle 22 cirugías no solo para salvarle la vida, sino para reconstruir su cara, pero ella no estaba satisfecha y se refería a sí misma como Shrek. Hace un año recibió, en la Clínica Cleveland en Estados Unidos, un trasplante completo de rostro de una donante de 31 años que murió de sobredosis, en una cirugía que tomó 31 horas. Hoy, luego de un año de recuperación, ella quiere ayudar a otros a superar la depresión. “No importa el drama por el que esté pasando, todo es temporal y siempre habrá alguien a quien acudir. La vida es un regalo maravilloso”. Lo dice a pesar de que quedó ciega y tiene problemas para hablar.

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LA LUZ QUE ENCEGUECE 

De acuerdo con una investigación de la Universidad de Toledo, Estados Unidos, la luz azul que emiten las pantallas de los celulares, tabletas y computadores personales podría causar daños irreversibles en la vista. La luz azul está en todas partes en la naturaleza y afecta al ojo, pero normalmente de forma muy gradual, hasta causar ceguera en el 2 y 4 por ciento de la población, especialmente los mayores de 50 años. Aunque la condición solo obstaculiza parte de la visión, la persona queda discapacitada para valerse por sí misma y para disfrutar de actividades como la lectura. El peligro consiste en que ahora la gente está expuesta a ella de forma casi continua en estos aparatos. Según el trabajo, publicado en la revista Scientific Reports, esos dispositivos digitales promueven el crecimiento de una molécula tóxica en la retina que causaría degeneración macular. Los investigadores recomiendan usar gafas oscuras con protección frente a los rayos UV y a la luz azul, pero sobre todo evitar usar las pantallas digitales en medio de la oscuridad.

¿CÁNCER? ¿INFARTO?

Los científicos del Instituto Broad y la Universidad de Harvard han creado una herramienta para calcular los riesgos hereditarios de sufrir de cáncer e infarto y otras enfermedades mortales. Al usar un nuevo algoritmo, los investigadores pudieron ver cambios en 6,6 millones de lugares en el ADN y con eso identificaron a muchas más personas en riesgo que otras pruebas genéticas convencionales, que solo tienen en cuenta unos cuantos genes. A manera de ejemplo, de 100 pacientes con infarto, los métodos estándar solo detectarían a 2 con mutaciones que los ponen en riesgo. Con la nueva prueba, saldrían 20. Esto ayudará a atender de forma preventiva a aquellos en riesgo, pero por fuera del radar de los organismos de salud. Los investigadores construirán un sitio web para que cualquiera conozca su riego. El trabajo apareció en la revista Nature Genetics.

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SIN SUEÑO NO HAY PARAÍSO 

La mayoría sabe que no dormir es malo para la salud, pero la semana pasada un grupo de investigadores de la Universidad de California descubrió por primera vez que también podría provocar soledad. Los autores del trabajo dicen que los insomnes sienten menos necesidad de relacionarse con los demás y evitan todo contacto, tal como lo hacen quienes padecen ansiedad social. Peor aún, los demás consideran poco atractivos a quienes tienen déficit de sueño, lo que desencadena un círculo vicioso que lleva a estos a aislarse más. Y ese estado podría ser contagioso, según sugiere el trabajo publicado en la revista Nature Communications, pues un desvelado puede contagiar de aislamiento social a alguien que duerme como un lirón. Los expertos creen que el aumento de la privación de sueño es culpable de la epidemia de soledad que afecta a muchos países desarrollados.

CIFRA 

33.274 horas, es decir, 830 minutos diarios durante 236 días tomaría ver todos los programas disponibles en Netflix, según Kinaari Naik, científico de la Universidad de Leicester