Tendencia

‘Cuchibarbis’ al ataque

El culto a la juventud y a lucir siempre bellas ha dado paso a un nuevo grupo generacional que hace de todo por retardar los estragos del tiempo.

2 de junio de 2007

Viviana, una emprendedora economista de 50 años, separada y madre de tres hijos, uno de los cuales se acaba de graduar de la universidad, para ir a la oficina no tiene reparos en ponerse botas de tacón alto con faldas cortas y ropa apretada. Sus colegas la consideran una mujer moderna y a la moda. Hoy adelanta una maestría y cree que hay que estar vigente en todas las etapas de la vida. Es muy probable que a esa misma edad su mamá estuviera en su casa, en pantuflas, malcriando nietos y haciendo postres. Pero Viviana luce como una de 25, en cuerpo y alma.

Sus colegas opinan que ella es una auténtica ‘cuchibarbi’. Definir este término es difícil, ya que no existe consenso ni mención en el diccionario. Para unos, como el diseñador Hernán Zajar, este grupo está conformado por mujeres maduras que caen en el exceso y lucen poco naturales. Con él coincide el asesor de imagen Johnny Pérez, quien agrega que en el intento por parecer jóvenes, estas mujeres caen en el ridículo y opacan “su verdadera belleza”.

No obstante, si se recurre a la definición ‘etimológica’, el término ‘cuchibarbi’ sería una mujer madura que parece una muñeca Barbie, es decir, bella y con la figura estilizada, como Susan Sarandon (60 años) o Kim Bassinger (54 años). El problema es que en el esfuerzo por lucir así, algunas exageran y caen en la categoría de ‘barbichonas’ (una mezcla de Barbie y lechona).

Otros, como los productores de Desafío 2007, las llaman ‘cuchachas’, una mezcla entre cuchas y muchachas, un colombianismo para referirse a aquellas que no son tan jóvenes, pero tampoco muy viejas. Mandan la parada porque se han convertido en una fuerza consumidora que está redefiniendo los patrones sociales de lo que hoy significa tener 40, 50 ó 60. Según la revista The Economist, la mitad de las personas que compraron el Z3 de la BMW, uno de los más atractivos carros deportivos de esa casa, fueron personas que rondaban los 50. Algo parecido sucede con las motocicletas Harley-Davidson y con el turismo de aventura. También son clientes habituales de productos cosméticos y tratamientos para retardar las arrugas.

“El concepto estético ha cambiado”, dice Hernando Harker, cirujano plástico. A partir de los 45, las mujeres se volvían rollizas, pero hoy la tendencia, dice el experto, es a mantenerse como modelos, sobre todo en América Latina. Y el fenómeno no sólo se limita a las mujeres. Los hombres maduros también acuden a estas soluciones, pero aún son muchos menos que las mujeres. Un colega de Harker, Jorge Eduardo Aristizábal, afirma que el 80 por ciento de sus pacientes son mujeres de entre 35 y 55 años. El porcentaje restante son hombres que se han dejado contagiar por la vanidad y se aplican bótox o se operan los párpados caídos. Para algunos de ellos las cosas también salen mal. Por ejemplo, hay quienes intentan esconder una marcada calvicie estirando el único mechón de pelo que les queda, o usan camisetas apretadas. Un ejemplo exitoso de los llamados ‘cuchiken’ es Sean Connery.

Pero, a diferencia de las mujeres, ellos aún no se han obsesionado con el tema. El problema con las mujeres es que a muchas les cuesta decir no más. Empiezan con un cambio aquí o allá, pero se vuelven adictas a las cirugías, al gimnasio, a las dietas, y al cabo del tiempo se transforman en otra persona. Los médicos consideran que las candidatas a estos cambios son las mujeres que se separan a los 40, o que el marido las deja por otra más joven o que están casadas con hombres menores.

Según Luis Carlos Chacón, de Ipublica, una agencia especializada en el consumidor y las tendencias, los ‘cuchachos’ en general son personas que hacen todo lo posible por no rendirse ante el paso del tiempo. Viven en una constante paradoja y es que no quieren llegar a viejos, pero tampoco quieren asumir la otra alternativa: morir jóvenes y sin haber tenido una vida plena.

La aparición de las ‘cuchibarbis’ y los ‘cuchiken’ se debe a que la expectativa de vida ha aumentado. Este índice hoy se calcula en 76 años para los hombres y 78 para las mujeres, es decir, 35 años más que el de principios del siglo XX. “Cuando la gente se jubilaba a los 55 y se moría a los 57, no tenía mucho sentido pensar en el asunto estético, pero hoy sí, puesto que desde el retiro hasta la muerte la gente vive 15 ó 20 años”, dice Harker. Y mucho más si se considera que el momento del retiro laboral se está postergando, con lo cual mujeres y hombres de esta edad deben competir en el trabajo con personas cada vez más jóvenes. Es el caso de una ejecutiva de 48 años que recurrió a la cirugía para no sentirse rechazada en su trabajo y al poco tiempo consiguió un mejor cargo en otra compañía. “La apariencia personal es muy importante en cómo se sienta la gente”, comenta Aristizábal.

En la ecuación hay que integrar otro factor: los avances médicos. Hoy es posible templar la piel con procedimientos sin cirugía, como el bótox o el thermage, un aparato que calienta la dermis profunda y alcanza a hacer un lifting leve. Cuando no hay otra alternativa, las técnicas igual dejan muy pocas señales del uso del bisturí. “No es que las mujeres de antes no fueran vanidosas, sino que no se les ofrecía nada para retardar el envejecimiento”, afirma la siquiatra Juliana Villate.

Además está el factor económico. Las mujeres de hoy trabajan y tienen plata para invertir en estos procedimientos. Los más frecuentes en esta edad, según Aristizábal, son el aumento de busto, de cola, la lipoescultura, el estiramiento facial, el relleno de los labios y los surcos de la sonrisa. La nutricionista Carolina Camacho cuenta que las mujeres de 35 en adelante empiezan a preocuparse por los gordos. “Se someten a restricciones calóricas con dietas inventadas por ellas mismas que afectan su metabolismo”. La misma obsesión se da con el ejercicio. Y cuando ninguna de estas alternativas funciona, recurren a la cirugía. La figura, curiosamente, tiende a ser voluptuosa. Según Aristizábal, lo normal hace 10 años era colocar prótesis de 125 centímetros en los senos y hoy la más pequeña es de 300.

Los expertos coinciden en que no hay nada de malo con la vanidad. La pregunta es dónde se traza la línea que separa a las mujeres que quieren lucir bien de las que ya han exagerado. No hay respuesta sencilla. El médico debe saber cuándo decirles no, según Aristizábal. Para Harker, la cirugía debe dar resultados no sólo en lo físico, sino también en la autoestima. En cuanto al vestuario, Zajar opina que no se debe exagerar ni caer en el mal gusto. “Hay otras alternativas para estar a la moda sin necesidad de tratar de parecer de 15 años”, dice. Para Johnny Pérez, el maquillaje debe ser “impactante pero sin excesos”. El color y el largo del pelo también influyen: “ni muy largo ni muy rubio”, recomienda. Otros piensan que lo ideal es madurar aceptando la edad. “Ver mujeres de 45 con descaderados, a mí no me cuadra”, opina Diego Garzón, editor de la revista SoHo.

En Estados Unidos el fenómeno de las ‘cuchibarbis’ y los ‘cuchiken’ se da entre los baby boomers, que nacieron en la posguerra, entre 1946 y 1964. Los pronósticos hablan de 2.000 millones de mayores de 60 años para 2050. Esto significa oportunidades de vivir la vida en forma diferente a sus abuelos, saludables y activos e incluso atractivos. Y para mercaderistas es un cambio de paradigma, pues la imagen de esta época como una de declive le está dando paso a una más activa donde hay un potencial por explotar. Como van las cosas, es probable que en algunos años las niñas estén escogiendo en las jugueterías, entre la Barbie bailarina, la roquera o la enfermera, a la ‘cuchibarbi’.