CULTO AL DESPERDICIO
Los punks han invadido las ciudades inglesas con sus exóticos atuendos y su mensaje pesimista y carente de esperanza
Han hecho de su vida un culto al desperdicio y todavía resienten esa música barroca y virtuosa que hiciera famosos a algunos grupos en las altas esferas. Como para hacer ostensible su rechazo a lo que consideran "baladitas para niños bien", gritan desaforadamente y en los sonidos crudos y estruendosos de la versión que los Sex pistols han hecho del majestuoso "God save the Queen" simbolizan su actitud iconoclasta, que mereció recientemente carátula y un extenso análisis en la revista norteamericana "Time".
Sin embargo no son los unicos, ni la única "tribu". También existen los skinheads que, unas cuadras más adelante, muelen a golpes a un grupo de pakistaníes, a falta de que un negro se haya cruzado en su camino. Con sus cabezas rapadas, pantalones pegados a la piel y enormes zapatos de suela de tractor, esta "tribu" parece ser la de mayor frustración. Son hijos de los hogares destruídos del estrato más bajo de la clase obrera que, viviendo las consecuencias del desempleo, se han dedicado a invadir apartamentos desocupados y a tumbar los negocios de las minorías. Racistas furibundos, defensores de un conservatismo atávico que se refleja en el culto a su piel blanca, los skinheads han hecho de la pelea por la pelea su código de conducta.
Por otra parte, los Mods, enemigos acérrimos de los anteriores, salen de paseo los fines de semana y, a diferencia de sus antecesores que 19 años atrás sembraron el terror bajo el nombre de los "temibles guerreros de Brighton", han escogido una vía pacífica. La motocicleta ha sido reemplazada por el monopatín, el mugre por el agua y el jabón, las greñas por un corte al ras, el mal olor por el perfume de lavanda típico de las aguas de colonia inglesas, con el evidente propósito de disfrazar su origen obrero. Sin embargo, no sólo persisten en un estilo de vida que les es ajeno, sino que cuidan su imagen de dandys y deambulan de sitio en sitio pidiendo vasos de trago fino, al tiempo que se deleitan con el sonido de Aretha Franklin y las Supremes. Los Teddy Boys, en cambio, siguen la línea de los chicos malos de los 50's, los antiguos pandilleros con chaquetas y pantalones entubados. Cumplen una función simbólica y decorativa; son la alternativa nostálgica, el revés de los punks, dentro de la clase obrera que insiste en moverse todavía al son del "rock around the clock", el resonante éxito de Bill Haley, y al ritmo sexy de Elvis Presley.
Vienen de los barrios bajos y de los bajos fondos de Liverpool y Londres; salidos de la escoria de la clase obrera y "educados" en escuelas de segunda categoría, ya no encuentran lugar en la sociedad inglesa. La recesión económica los ha condenado al desempleo y su sueño de alcanzar la clase media se ha desbaratado como un castillo de naipes. Están en una encrucijada. Son las "tribus", grupos de todas las razas, tendencias y colores, que han escogido una forma alternativa de expresión, una nueva música, para tipificar nuevas formas de protesta.
Luego de la explosión de los 60, cuando los Beatles canalizaron el entusiasmo de la era de Acuario, la década de los 70 resultó pobre en manifestaciones. A la par con grupos como The Who que interpretaban canciones que hablaban de la decepción de Woodstock, Pink Floyd cantaba la caída del Flower power y la psicodelia. Eran síntomas de un cierto escepticismo que empezaba a salir a flote. El rock sinfónico de los años posteriores, sin embargo, marcaba el punto culminante de la decadencia. Mientras grupos como Yes, Emerson Lake and Palmer y Taurus eran aplaudidos con furor por los estudiantes de Oxford y Cambridge, la clase obrera, sin acceso a fuentes de trabajo, a todas luces desposeída, perdía cada vez más el control de sus propias vidas. La frustración comenzó a vestirse de forma extraña y telas raídas, a maquillarse en forma extravagante, a teñirse de colores insólitos los cabellos cortados al estilo de los mohicanos. Fueron los punks que, con un retazo de la última esperanza o tal vez sin esperanza alguna, buscaban expresarse a través de un nuevo y exhibicionista estilo de vida y un lenguaje desconocido para todos. Sex pistols y Sid Vinicius, con su música plana y primitiva, simbolizaban el nuevo espíritu, para muchos el espíritu de la decadencia. De allí salieron las "tribus" e invadieron en forma a la vez agresiva y pacífica las calles de las ciudades inglesas.
Luciendo desteñidos plumajes y crestas de colores, semi-cubiertos por ropa vieja hecha jirones, portando cadenas y ratones muertos, los punks hall reclamado la singing King's Road de los 60's como su territorio. Lo mismo que en sus orígenes, se siguen desplazando en bandas por las calles londinenses, en busca de ropa vieja y latas de cerveza vacías, vanagloriándose de sus caras pintorrejeadas en forma atrevida.
Los trendies resultan, sin embargo, el grupo más exótico de la cosecha: jóvenes ociosos, sin mucha plata en el bolsillo, que salen todas las noches como en una especie de cruzada mientras la ciudad duerme y los bares se cierran. Los trendies descubren cuál es el último grito de la moda, qué ropa es in y cuál es el aperitivo más solicitado. Los grupos musicales de moda, el último disco de rock, las más sofisticadas bebidas son conocidas por esta "tribu" de blancos que visten con camisas Lacoste. A su lado, los billie boys parecen añorar la vida estudiantil de los gringos de los 50 y se caracterizan por un culto al estado físico que se traduce en sus cuerpos de corte apolíneo. Sin embargo, y a pesar de que la mayoría de las "tribus" han salido de la clase obrera, los Sloane rangers provienen de las clases altas, son residuos frustrados de Oxford y Cambridge. Se apoderan en sus paseos de las calles de los barrios más sofisticados, vestidos de blanco, al lado de niñas de lustrosos cachetes colorados y faldas largas, cuando no enfundados en incómodos fracs. Son las "tribus" esa nueva modalidad de las antiguas pandillas que, a codazos, buscan llamar la atención en una sociedad en la cual parece no haber campo para ellos.