sicologia

De enemigo a aliado

El estrés es bueno. Sólo hay que aprender a manejarlo para evitar que se convierta en una pesadilla.

17 de junio de 2002

El vocablo ingles stress fue utilizado por primera vez durante la revolución industrial para hablar del desgaste natural que sufrían las partes de las maquinarias con el uso. Pero hoy esa misma palabra se relaciona más con otro tipo de situaciones. El estrés es sinónimo de sobrecarga, acelere, congestión, descontrol, nerviosismo, hiperactividad y fatiga. El término también se asocia con dos condiciones que, según la Organización Mundial de la Salud, se han convertido en las principales causas de muerte en el mundo: las enfermedades cardiovasculares y la depresión.

El lío es que hoy por hoy prácticamente todas las actividades que se realizan, tanto buenas como malas, generan estrés. Según el experto D. T Holmes, de la Universidad de Washington, la muerte de un cónyuge, el divorcio, la jubilación, la Navidad, las vacaciones, la reconciliación con un ser querido y las enfermedades son capaces de provocar estrés en un individuo en mayor o menor medida (ver recuadro).

Los colombianos no son la excepción. Un estudio comparativo hecho en el país en 1999 y 2000 encontró que aproximadamente un 40 por ciento de la población se encuentra afectada por estrés debido a múltiples factores, entre ellos la crisis financiera, el desempleo, la inseguridad y la situación política. De estos encuestados el 80 por ciento sienten la necesidad de buscar medidas que reduzcan sus niveles de estrés.

La otra cara

Pero aunque el estrés tenga hoy una connotación negativa no es tan malo como parece. Los investigadores señalan que este estímulo es una herramienta indispensable para alcanzar las metas que una persona se traza. "Es un mecanismo de equilibrio que nos impulsa a adaptarnos a una circunstancia, ya sea de logro o de peligro", afirmó la siquiatra Rosa Rivas durante un simposio sobre manejo de cansancio y estrés realizado en Miami la semana pasada. En este sentido el estrés hace parte de la condición del ser humano y por lo tanto no se puede suprimir de tajo.

Pero si no se aprende a controlarlo puede llegar a ser el peor enemigo. Para distinguir entre los tipos de estrés los expertos han decidido clasificarlos en dos categorías. El eutress, por un lado, que es el estímulo positivo que impulsa a la gente a tomar iniciativas en situaciones de peligro o de tensión. En el otro extremo se encuentra el distress, es decir, el estrés mal manejado y crónico que en lugar de generar una respuesta positiva termina provocando un deterioro del organismo.

Por ejemplo, si un ejecutivo debe entregar un trabajo para la compañía en la que labora es apenas natural que sufra síntomas de estrés antes de la fecha límite de entrega. En este caso es bueno porque hace que la gente se preocupe y se dedique en forma a cumplir con la meta. La situación cambia de matiz cuando una persona experimenta esto siempre, con cualquier tipo de eventualidad: cuando su jefe lo llama, cuando le dicen que hay que hacer correcciones, cuando cree que sus compañeros hicieron mejor el trabajo que él o cuando se siente inútil porque no tiene un recargo de trabajo. En estas circunstancias las reservas de adrenalina y de cortisol en los riñones y el hígado se agotan y el organismo debe recurrir a otros órganos para suplir la demanda. "El primero al que le echa mano es la piel y por eso las personas que sufren estrés crónico presentan pérdida de cabello, alergias y resequedad", dice la doctora Rivas. También recurre a los huesos, músculos y al sistema linfático y por eso se presentan desviaciones de columna, dolores musculares y una supresión del sistema inmunológico. El resultado de todo lo anterior es una alteración de la salud física que puede desembocar en simples gripas o en problemas más serios, como desequilibrio emocional.

Ulceras, depresión y problemas cardiovasculares son una demostración clara de que se ha perdido mucho tiempo en la campaña por controlar el distress. Según Salvatore Pluchino, médico farmacólogo y miembro de la New York Academy of Science, se debe actuar ante el primer síntoma que es la aparición del insomnio, "es decir, cuando a la persona le toma más de 30 minutos inducir el sueño", dice.

Tomar cartas en el asunto implica tener una buena alimentación, hacer deporte y practicar al menos un ejercicio diario de relajación durante 20 minutos para que se vean los beneficios. "La relajación favorece la oxigenación celular y una mejor circulación de la sangre. Además reduce la ansiedad y estimula la producción de endorfinas", agrega.

Otra manera de controlarlo es vivir de acuerdo con la escala de valores que cada persona tiene y no contradecirla. Pero tal vez lo más importante es siempre tener una actitud positiva frente a la vida. En la mayoría de los casos el estrés está causado por una visión fatalista del futuro. "Cuando la persona no logra ver salidas el estrés puede convertirse en un enemigo pero si se ven las soluciones el estrés es un aliado para cumplir el reto", dice Rosa Rivas.