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PSICOLOGÍA

Descubra porque no sanan las personas y los privilegios que encuentran quienes no quieren sanar

Hacerse responsable de las heridas de su historia es una de las tareas espirituales más difíciles de su experiencia humana…

Paula López Espinosa
4 de octubre de 2019

El dolor y las heridas que se quedan aferradas al alma, encuentran de algún modo inconsciente privilegios para quien las padece; estas personas con visos de víctimas esperan ser recompensadas por su sufrimiento, de este modo las heridas se convierten en una herramienta muy efectiva para controlar a otros.

Para las personas resilientes, la sanación es un reto, un entrenamiento para pulir el alma y fortalecer el espíritu; para las personas víctimas, la sanación se convierte en una amenaza que las empujaría a salir de su zona de confort, en la cual es más agradable que se les cuide, se les mime eternamente y se les llene de privilegios, que perderían si enfrentan el reto de trabajar estoicamente para sanarse.

Su vida no siempre se desarrollará como la planea, ni en las condiciones de justicia que cree merecer, su existencia le arroja de repente, el sufrimiento inevitable y las dificultades que usted necesita para fortalecer el músculo de su alma, así que resentirse con Dios, con los demás o con su vida misma es una respuesta infantil y poco evolucionada. Es aceptable al inicio de esta situación difícil, sin embargo, después de un tiempo se requiere de una gran dosis de madurez emocional para transformar el obstáculo en una gran oportunidad de crecimiento personal.

Es su EGO el que entonces le grita reclamando “¿Por qué a mí?”

El Espíritu responde: Porque necesita evolucionar y desarrollar la capacidad de aprender de esa experiencia que lo encuentra desprovisto de herramientas emocionales para aceptarla y fortalecer su templanza espiritual.

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Es difícil para los cuidadores de estas personas ser testigos de cómo en su subconsciente, no tienen la intención de sanarse o mejorarse, pues de alguna manera el permanecer enfermos físicamente o heridos emocionalmente, en su interpretación del mundo, los exime de asumir las responsabilidades que el mundo les exige.

Las heridas entonces, se han convertido hoy en nuestra sociedad en una especie de pasaporte VIP hacia privilegios emocionales y materiales.

En los adolescentes, por ejemplo, el permanecer herido se ha convertido en una herramienta de chantaje que les permite cruzar límites, violar normas, maltratar e irrespetar a sus padres y figuras de autoridad, con el pretexto de que como el mundo ha sido injusto con ellos, entonces se sienten en su derecho de exigir amor a las patadas, que de no recibir la atención exigida entonces se convierten en verdugos arrogantes e irreverentes. Los padres, muchas veces al sentirse culpables por la historia de dolor de sus hijos, se doblegan y se someten a sus pequeños victimarios con tal de no causarles molestias o incomodidades, tales como hacerse responsables de su realidad personal y trascenderla con valentía y fortaleza para convertirse en adultos de bien.

Esta situación también es común en adultos que permanecen en inmadurez emocional, frente a sus seres queridos, pues alcanzar la plenitud, aún cuando se está vulnerable, enfermo física o emocionalmente, exige un montón de trabajo psicológico de transformación personal, que la persona se siente en el merecimiento adquirido de no hacer; pues su fragilidad de alguna manera lo exime de este esfuerzo humano. 

La culpa es siempre de los demás y del mundo cruel, esto los hace acceder a la zona del merecimiento a través de la cual todos en su entorno deben complacerlo, sobre cuidarlo y llenarle sus expectativas, mientras estas personas se sientan en su trono de damnificado.

Lo grave de esta situación social es que las sombras de las personas, de las familias y de las comunidades, se alimentan de estas heridas perpetuas, que de no ser asumidas y sanadas responsablemente, van tornando a nuestro mundo en uno roto y desahuciado.

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El dolor incrustado, puede volverse una credencial emocional transaccional que permite comprar privilegios y confort.

El patrón de conducta del niño herido está llenando nuestra sociedad de adultos patanes, irreverentes e irresponsables.

No hay razón válida en nuestro paso por la existencia que justifique el hecho de no perdonar para sanar y liberar el alma, sanarlas heridas activas y desactivarlas se logra exclusivamente a través del perdón y de asumir la responsabilidad de la propia historia personal.

Dejar de culpar a otros de su situación actual, es el único camino hacia la sanación integral, pues usted está en el lugar que está gracias a las decisiones que tomó, por este motivo solo usted, desde sus decisiones puede salvarse y cambiar su propio destino, elevando su consciencia y tomando acciones y decisiones que produzcan resultados diferentes a los que hoy usted mismo a causado.

 

Mi píldora para esta semana es:

Asuma su vida y su historia tal y como ha sido, atrévase a salir de su propio pantano y cruce el puente hacia la luz, que solo podrá ver cuando apele a su valentía y renuncie a ser cargado por los demás…

 

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Paula López Espinosa

Autora de literatura espiritual

Penguin Random House