I N V E S T I G A C I O N

Doble jornada

Las mujeres trabajan menos pero se quejan más de cansancio y estrés. Una investigadora encontró el porqué de este fenómeno

25 de diciembre de 2000

El modelo de familia del pasado, en el que el marido debía trabajar para aportar el sustento del hogar mientras la esposa se dedicaba a los hijos y los quehaceres domésticos, fue superado hace varias décadas. Hoy la mayoría de parejas modernas deben trabajar hombro a hombro para repartirse los gastos de sostenimiento del hogar. Pero aunque las cargas parecen estar niveladas existe todavía un desequilibro. Mientras el esposo es quien más horas de trabajo tiene a la semana la mujer es la que se queja de estar más estresada y con menos control de su vida.

Lo anterior es el resultado de un estudio realizado por Phyllis Moen, una profesora de sociología de la Universidad de Cornell, quien quería indagar el grado de satisfacción de las familias en las que hombre y mujer trabajan para mantenerse.

Según la investigación las mujeres en promedio laboran 45 horas a la semana mientras que sus esposos trabajan entre 10 a 15 horas más. No obstante ellas se sienten más tensionadas que ellos. Las mujeres que tenían parejas trabajadoras mostraron un promedio de estrés de 2,86, a diferencia de los hombres, que registraron 2,42 en una escala de 1 a 5. Cuando se les preguntó cuántas veces en el trimestre anterior se habían sentido fatigados y frustrados por los asuntos de la oficina las mujeres totalizaron 3,12 y los hombre 2,88 en una escala de 1 a 5.

La explicación de este fenómeno no es muy complicada. La socióloga encontró que las mujeres sienten más estrés y fatiga aunque trabajen menos debido a que son ellas las que deben ceder y sacrificar sus carreras para atender los asuntos domésticos. “Si hay una reunión de padres de familia o hay que cuidar la casa mientras el plomero arregla algo con mucha frecuencia es la esposa quien debe abandonar el trabajo y hacerlo”, dice la investigadora.

Analizando las historias de las parejas encuestadas la experta notó que, aunque las relaciones entre hombres y mujeres al principio son muy similares en términos de sueldos y horas de trabajo, poco a poco cada uno va adoptando los roles tradicionales. Las mujeres son más dadas a ir sacrificando su carrera para entenderse con las labores del hogar. “Ese modelo funcionaba cuando una persona se dedicaba a la casa, como sucedía en la mitad del siglo pasado. Pero hoy son muy pocas las familias que pueden hacer eso”, explica la autora en su estudio. “Es muy difícil trabajar y tener una familia a menos que se tenga el dinero para pagar a una empleada doméstica”, agrega.

Sobre la importancia de su profesión, 52 por ciento de las mujeres manifestaron que el trabajo de su esposo era tan importante como el de ellas. La socióloga encontró, sin embargo, que sólo 12 por ciento de los hombres calificaron el trabajo de sus compañeras como más importante que el de ellos.

Los hombres y las mujeres tienen niveles de dificultad parecidos para equilibrar las exigencias del trabajo con las de la vida doméstica. Quienes dijeron tener un trabajo muy dispendioso registraron muy bajo nivel en su habilidad de tener un balance mientras que aquellos que tenían un jefe comprensible o autonomía en sus funciones lo hicieron mejor.

Con todo lo anterior la especialista piensa que es preciso cambiar un poco las reglas de juego y establecer un escenario laboral en el cual estén presentes las necesidades laborales, profesionales y domésticas de los trabajadores. “Que en las compañías sea posible trabajar medio tiempo y aun así tener posibilidades de aspirar a puestos directivos”.

Moen está confiada en que estos cambios tarde o temprano sucederán porque son muchos los afectados por las dobles jornadas. Y aunque reconoce que algunas empresas ya son más flexibles con sus horarios y las exigencias a sus funcionarios, piensa que todavía faltan más medidas preventivas para evitar que la gente termine exhausta y añorando un buen retiro a la edad de 30 años.