Educando a papá

Si usted busca ser un padre perfecto ¡cuidado! La sobreprotección no es el mejor camino para educar a un niño.

20 de marzo de 1989

Nunca como ahora, los padres han estado más conscientes de la importancia de la educación de los hijos y de la necesidad de dedicarles especial atención en sus primeros años. Saben también que es mejor la calidad que la cantidad de tiempo que inviertan. Sin embargo, esas expectativas en torno a la paternidad pueden llegar a ser tan exageradas que el resultado no sea el mejor.
En el fondo, todo padre quiere ser perfecto y corregir en sus hijos aquellos errores que, creen, sus padres cometieron en su educación. Los padres de hoy parecen querer una infancia perfecta para tener hijos perfectos. Pero según los entendidos, tratar de criar hijos "cinco en todo" puede llevar a cometer muchos errores. Querer educar al futuro presidente, a la nueva Marie Curie o al genio musical de las próximas generaciones, puede ser demasiado. Aunque parezca una paradoja, el perfeccionismo puede tener efecto bumerán. No es gratuita la frase que dice "lo óptimo es enemigo de lo bueno".
A esos padres preocupados excesivamente por la educación de sus hijos, los psicólogos les lanzan un interrogante: ¿Qué hay detrás de los niños que aprenden desde la cuna que ellos son el principio y el fin de la vida de sus padres? No hay duda de que los hijos son una maravilla y que requieren especial atención, cariño y cuidado. Pero también es cierto que los padres son responsables de establecer límites que ayuden a los hijos a encontrar su propia identidad. Límites que muchos padres ignoran cuando se entregan con demasiada devoción a ellos.
Los padres perfeccionistas sólo crean "joyas preciosas". Se sienten culpables si disfrutan y se divierten sin sus críos. Sacrifican todas sus necesidades como adultos, y tarde o temprano, en forma inconsciente, estarán exigiendo a sus hijos sacrificios, como contraprestación a los que ellos han hecho.
En su afán por darles todo, muchos padres no dejan que sus hijos se desarrollen en forma normal. El famoso doctor Benjamín Spock, cuyas con trovertidas teorías sobre la educación de los hijos aún dan qué hablar, sostiene que "los padres que sienten que tienen que abandonar todo, su libertad y sus gustos anteriores, en aras de la crianza de sus hijos, a la larga, se sienten desgastados e irritados por esa especie de prisión que se han impuesto". Y es un precio muy alto el que padres e hijos tienen que pagar si el resentimiento se cocina a fuego lento bajo la superficie de una devoción aparente.
Los especialistas aseguran que es difícil convencer a los padres de que los niños pueden resultar lesionados por la sobreprotección y el demasiado apego. La experiencia demuestra que existen ciertas situaciones que llevan a los padres a sobreproteger a un niño. En primer lugar están los niños con talentos especiales -genios de la música, maravillas deportivas o prodigios intelectuales. También aquellos pequeños crónicamente enfermos son compensados con cuidados y atenciones extremas. Pero también los niños considerados "insoportables" o aquellos cuya personalidad no encaja bien con la de sus padres -una madre sociable y extrovertida, se puede sentir acomplejada por un hijo retraído-, pueden sentirse asfixiados por el amor y las expectativas de una paternidad mal entendida, que desemboca en situaciones difíciles.
Situaciones difíciles también se pueden derivar de un divorcio. Los padres que viven separados de sus hijos y comparten la custodia, se pueden sentir reacios a ser muy estrictos y disciplinados con sus hijos porque los ven poco o creen que ya han sufrido bastante con la separación como para amargarles más la vida con exigencias... El llamado que hacen los psicólogos señala que el excesivo cuidado puede sofocar la individualidad de un niño y atrofiar su crecimiento emocional.
Los hijos sobreprotegidos se acostumbran a depender demasiado de sus padres, de tal manera que no son capaces de hacer, pensar o sentir por sí mismos. Todos conocemos al menos un niño de esta clase: exigente, quejumbroso, temeroso o pegajoso.
El pobre niño con el cual a los otros no les gusta jugar. El niño perfecto que saca las mejores notas, que arregla su cuarto, que obedece sin chistar y que siempre satisface las expectativas de los adultos. Pero que tiene dificultades para lograr su autonomía. Estudios recientes demuestran que muchas madres que trabajan fuera del hogar tratan de compensar a sus hijos por la culpa que experimentan al no poder estar todo el tiempo con ellos. Entonces, cuando llegan al hogar se sumergen en la vida de sus hijos intentando hacerles y resolverles todo.
PATERNIDAD OBSESIVA
Hay varios factores que contribuyen a crear ese estilo obsesivo de paternidad. En primer lugar, un padre que durante su infancia ha sido sobreprotegido, tiende a repetir esta actitud. Es aquel que al menor estornudo del niño le impide salir a jugar, que ve peligros por todas partes y no lo deja salir solo, e incluso coloca intercomunicadores con el cuarto para poder sentirlo durante la noche o le escoge la ropa.
El perfeccionismo paternal es el resultado de circunstancias muy precisas. Las situaciones de riesgo que pueden llevar a este tipo de conducta están asociadas con sus necesidades, temores o expectativas. Los padres que han sido hijos únicos, los que han vivido una infancia difícil, los que han tenido padres poco amorosos o un divorcio muy conflictivo, por lo general tienden a propiciar que su hijo tenga una infancia sin problemas, para aliviar su propio dolor. Estos padres se imponen, prácticamente antes del nacimiento de su hijo, una agenda para cumplir.
Otra circunstancia que lleva a los padres a trazar de antemano un plan pará sus hijos es la paternidad que llega cuando se sienten "viejos". Actualmente muchas parejas deciden posponer la llegada de los hijos hasta cuando hayan cumplido ciertas metas de tipo personal y profesional. Entonces, crean una serie de expectativas sobre lo gratificante que puede ser o no educar hijos a esa edad. Cuando finalmente toman la decisión, sienten que deben entregarse totalmente a la paternidad. De la misma forma que se impusieron metas y emplearon todas sus energías para construír una carrera exitosa, imponen al hijo ideales similares.
El padre o la madre que debe educar solo a su hijo, con frecuencia invierte en ello inmensas dosis de amor y energía sólo por la imperiosa necesidad de demostrar que puede ser un buen padre o madre, sin darse cuenta que está creando el escenario perfecto para una "joyita". No es raro que el niño sobreprotegido se pregunte por qué esa permanente necesidad de ser amable con él y demostrarle cariño (¿será que hay algo malo en mí?). Entonces se convierte en un pequeño tirano que sabe que puede obtener todo lo que quiere y manipular a su padre o madre.
EL AMOR CORRECTO
La paternidad no es algo fácil. Planear anticipadamente la clase de padre que quiere ser, puede tener resultados positivos si estos planes se ajustan verdaderamente a sus necesidades y las del niño. Usted puede desear estar más involucrado en la vida de sus hijos que sus propios padres, pero debe hacerlo de tal forma que no sienta resentimientos cuando su hijo prefiera ver televisión en lugar de pasar más tiempo con usted.
La psicóloga Jeannette Samper de Sánchez señala: "Se sobreprotege a un hijo cuando no se le hace responsable por sus actos, no se le permite tomar decisiones ni desarrollar su individualidad. Esto los hace inseguros, dependientes, a veces muy tímidos o incluso rebeldes. Estos niños tendrán más tarde problemas al enfrentarse al mundo, porque no confían en su propia capacidad ni han tenido oportunidad de interactuar con todo tipo de personas". Así que si usted está pensando educar al futuro presidente, es posible que su "joyita" se convierta tristemente en un pequeño dictador.