| Foto: León Darío Peláez

VIDA MODERNA

¡El alma del mundo grita en explosiones sociales porque ya no puede más!

La humanidad se encuentra frente a una disyuntiva; o eleva su conciencia o se autodestierra a la desolación.

Paula López Espinosa
18 de noviembre de 2019

Estamos sentados viendo desde nuestra ventana las explosiones sociales de protestas en todas las esquinas del planeta. Quizá creyendo que aquellas expresiones violentas que vemos en los medios de comunicación jamás se nos meterán por nuestra ventana...

El alma colectiva de la raza humana llora cuando la agrieta el dolor y la aturde la desesperación, el sentimiento de injusticia, de cansancio, de impotencia y de frustración.

Los movimientos sociales, gubernamentales, políticos, económicos, institucionales, creados por el hombre para ordenar y proteger a nuestra sociedad, se han convertido más bien en la prisión que ahoga y hunde cada día más a nuestra especie; pareciera que los animales se cuidan más y tienen un orden vital de supervivencia más ordenado y evolucionado que el del mal llamado Homo sapiens…

Los seres humanos, es decir los Homo sapiens, poseen capacidades mentales que les permiten inventar, aprender y utilizar estructuras lingüísticas complejas, lógicas, matemáticas, escritura, música, ciencia y tecnología, los humanos son animales sociales, capaces de concebir, transmitir y aprender conceptos, sin embargo en la actualidad, el vacío de su propia existencia y la inconformidad con su propia vida, los están conduciendo a sus orígenes de primate animal; tornándolos violentos y agresivos como el hombre de las cavernas, creyendo que de este modo pueden preservar su especie y lograr su supervivencia.

La crisis mundial de relativismo moral, de ilegitimidad, de ilegalidad y de deshumanización, ha oscurecido la conciencia humana, cubriéndola con nubes negras y  sombras gigantescas que parecen dejar en tinieblas a todo el planeta.

 La vulnerabilidad de los más frágiles, la falta de esperanza de los jóvenes que no ven un futuro digno, el cansancio de las madres entristecidas porque ya casi no pueden ver a sus hijos, quienes están cayendo en desnutrición emocional, pues ellas pasan extenuantes horas de trabajo desde la madrugada hasta el anochecer, los padres de familia presos de la angustia y el desasosiego, que tienen hasta dos trabajos para lograr apenas cumplir los gastos mínimos; todo esto y más se convierte en la munición emocional que se transforma en pólvora violenta, ¡como expresión de los pueblos que gritan que ya no pueden más!

Estamos experimentando una gran crisis espiritual y esa es la bacteria que se está carcomiendo nuestra existencia, se pretende robotizar a los seres humanos como si fueran máquinas programadas, se destruyen las tradiciones familiares y culturales que expresan la necesidad de espiritualidad del alma de las personas, se prohíben las expresiones religiosas ancestrales, es decir, se nos está conduciendo a convivir entre nosotros como si fuéramos maniquíes de pura carne y puro hueso, carentes de sentimientos, de alma, de espíritu y corazón.

No son solo los vándalos los que están saliendo a las calles a protestar, a destruir, a quemar y a robar; protestan también aquellos seres que se sienten impotentes al ser testigos de la apología a los antivalores, a la impunidad, a la inequidad y a la injusticia.

El precio que estamos pagando por la deshumanización y la banalización de nuestra sociedad es el de ser víctimas de nuestro propio invento.

Caminar de regreso a nuestro propio corazón, elevar la conciencia y volver a nuestro centro sagrado es el único camino que nos queda para callar los gritos desgarradores del alma…

Lo invito a reflexionar en el pensamiento de Sócrates, escrito por Platón:

“Toda mi preocupación se reduce a moverme por ahí, persuadiendo a jóvenes y viejos de que no se preocupen tanto ni en primer término por su cuerpo y por su fortuna como por la perfección de su alma”. Lo radical en el ser humano está en su interior, en lo que Sócrates llama su alma, ese núcleo íntimo que define la identidad de cada hombre o mujer y que es fuente de su actuación moral. No es que el cuerpo sea ajeno al hombre, sino que debe subordinarse en todo momento a lo que en el ser humano hay de más noble, el alma, que es inmortal y cercano a la divinidad.

La dimensión espiritual para el  hombre griego, consistía en la restauración de un sentido moral, en el que la verdad y la justicia eran para todos por igual, por encima de opiniones e intereses, a través del cultivo de las virtudes del alma de cada ciudadano.

 Mi píldora para el alma de esta semana

Cuanto más persiga el poder y el tener, sin darse cuenta, irá alimentando la insaciabilidad que se deriva de perseguir aquello que nunca puede llenar el alma, pues es imposible meter en su interior sus pertenencias, sus logros y sus títulos.

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Paula López Espinosa

Autora de literatura espiritual 

Penguin Random House