Educación

El que aprende primero...

Un colegio en Bogotá enseña a leer y a escribir a niños de 2 años. Una experta explica por qué ello es importante.

10 de marzo de 2007

Los alumnos del colegio Calatrava son sobresalientes en artes y deportes, han ganado medallas de oro en competencias internacionales de matemáticas y literatura, y desde muy temprano saben qué van a estudiar. Pero lo más sorprendente es que están listos para ingresar a las aulas universitarias mucho antes de lo establecido. Luigi Melani, a los 11 años, fue aceptado para estudiar ingeniería química en la Universidad de los Andes; Julián Estupiñán inició sus estudios de medicina a los 14; Lorena Cantor comenzó a estudiar literatura en la Universidad Nacional a los 14 y Esteban González, con grado de matemático a los 18, es hoy candidato a doctorado en Princeton.

No son superdotados. El secreto es que todos ellos tomaron ventaja y empezaron a leer y a escribir a los 2 años mientras los demás niños lo hacen a los 7, como lo establece la educación tradicional.

La neurociencia ha descubierto que algunos procesos didácticos se afianzan mucho mejor si se hacen temprano en la vida. Magdalena Granés Morales, la directora de este plantel y una de las abanderadas de la educación precoz en Colombia, considera que la estimulación temprana aumenta las conexiones neuronales. "Por eso los pequeños son quienes mejor aprenden", dice. La memoria y la capacidad de observación en ellos son admirables. El problema es que son dispersos, pero, según dice la experta, esto se arregla con la estimulación y el tiempo.

La idea le llegó un día hace 20 años siendo estudiante de física en la Universidad de Berkeley, cuando fue tutora de niños de entre 7 y 11 años que querían tomar clases en ese plantel. "La sorpresa fue ver la claridad conceptual de estos niños, dice Magdalena. Eran hijos de profesores de Berkeley , estimulados desde pequeños", señala.

A su regreso a Colombia inició la red de colegios especializados en educación precoz. Uno de ellos es el Calatrava, donde los estudiantes realizan una serie de actividades como gatear, nadar y patinar para propiciar el desarrollo sicomotor. Y para que sus manos puedan sostener un lápiz, ejercitan los músculos de sus brazos, lo cual se logra en un gimnasio especializado.

Con dos cartillas, una para niños de 6 a 24 meses y otra para los de 25 a 36, les enseña a leer palabra por palabra, y no por sílabas, como es tradicional. Los conceptos geométricos, las matemáticas y algunas nociones de física se enseñan a partir de los 3 años. Para la escritura hay un libro de caligrafía con el que los alumnos aprenden a hacer la letra cursiva. Además, hay clases de violín y teclados, así como inmersión en otros idiomas.

Algunos no comparten estas teorías, pues consideran que someter a un niño a este ritmo de estudio es impedirle vivir de manera natural su infancia. Pero Magdalena considera que el problema radica en que la educación se ha asociado con sacrificio, castigo y falta de goce. "Aquí el aprendizaje se acompaña de experiencias placenteras".

Sus críticos también sostienen que puede haber una barrera complicada de vencer cuando un niño de 11 ó 14 estudia con compañeros de 18 y 20 años que ya hablan de temas relacionados con el sexo. Magdalena explica que estos niños van a la universidad a aprender, pero que en sus horas libres siguen dedicados a las actividades propias de un niño de su edad. Y agrega: "El hecho de que un niño tenga conocimientos de un texto no hace que pierda su infancia ni que se vuelva 'nerd'".

Muchos reciben la estimulación temprana de manera natural y un ejemplo que da Magdalena es Miguel Bosé, quien desde niño estuvo rodeado de personajes como Picasso y Dalí y hoy es un artista consagrado. En cierto modo él recibió educación precoz. El resto lo hizo el cerebro que, según la experta, desde antes del nacimiento hasta los 5 años de edad es como una esponja que absorbe de manera sorprendente todo lo que ve.