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RELACIONES DE PAREJA

¡No hay hombres con quién casarse!

Un nuevo libro dice que la percepción que tienen ellas de la escasez de varones es real. Pero no porque haya menos, sino porque pocos les dan la talla a mujeres cada vez mejor preparadas.

5 de septiembre de 2015

Son bonitas, jóvenes y exitosas. Se han preparado para ser grandes profesionales y tienen los títulos para lograrlo, pero aun así están solas, o con hombres que juegan con ellas, sin proyectos de convivencia o matrimonio. La mayoría culpa de esta situación a sus malas estrategias de conquista o a no saber usar las nuevas aplicaciones para triunfar en el juego del amor. Pero, luego de muchos análisis, el periodista económico Jon Birger concluyó que la verdadera razón es la demografía. “No es que ellos no estén interesados; es que no hay suficientes hombres”, dice el autor.

Birger acaba de publicar el libro Date-onomics, que él mismo describe como el manual de conquista menos romántico porque, en lugar de pócimas, poemas y recetas para caer en el embrujo del amor, incluye estadísticas, tablas demográficas y teoría de juegos para explicar la realidad del tema. Las mujeres profesionales han inspirado historias como Sex and the City y personajes como Bridget Jones, pero el fenómeno está lejos de ser una ficción. Laura, de 35 años, lo ha vivido en carne y hueso. En su currículo tiene estudios universitarios y de posgrado, doctorado y posdoctorado de las mejores universidades del mundo, habla varios idiomas, pero en su historial amoroso solo se registran pérdidas. “En Colombia hay hombres pero no de los que valen la pena si eres inteligente y guapa”, dice.

Según Birger, aunque la proporción de hombres y mujeres es equitativa por naturaleza pues nacen igual número de niñas y niños, esa simetría se acaba cuando ellas van a la universidad, un espacio que no solo sirve para conseguir el título universitario sino la argolla de casadas. En 2012, en Estados Unidos había 5,5 millones de profesionales universitarias versus 4,1 millones de hombres con ese nivel educativo. Esto significa que en ese grupo de solteros de entre 20 y 25 años, hay 33 por ciento más mujeres que hombres o, dicho en otras palabras, cuatro mujeres por cada tres hombres. Entre los graduados de 30 a 39 años, hay 7,4 millones de mujeres versus 6 millones de hombres, lo que significa que hay cinco mujeres por cada cuatro hombres. “El último año en que se graduaron más varones fue 1981. Desde entonces la brecha educativa ha sido cada vez mayor. En 2023 se cree que será 47 por ciento”, explica Birger a SEMANA.

El fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos. Aunque en Colombia no se ha investigado a profundidad, los datos muestran que cada vez más mujeres acceden a la universidad. Según el Observatorio Laboral para la Educación, de los 1.381 títulos otorgados entre 2001 y 2009, el 54,9 por ciento fueron para ellas y el 45,1 por ciento para ellos. A nivel de pregrado, 488.263 mujeres recibieron un título universitario en ese mismo lapso contra 362.257 hombres. Eso significa que hay dos mujeres universitarias por cada varón profesional. Las mujeres los superan en las carreras universitarias y de posgrados mientras que ellos son mayoría en las técnicas y tecnológicas. La Encuesta Nacional de Demografía y Salud, realizada en 2010, señala que en términos generales el nivel educativo es parejo pero “si se mira por estratos, en los altos el número de mujeres es ligeramente mayor, con 35,9 por ciento frente a 34 por ciento de hombres”, dice Rocío Murad, de Profamilia.

Para la experta en educación Isabel Londoño, “más mujeres entran, permanecen y se gradúan de la universidad y ese bache se cumple en todos los niveles económicos”. En el sector rural, agrega, la situación es similar y el hecho de que tengan más nivel educativo hace que migren a las ciudades, lo que aumenta el desbalance en los polos urbanos. “Esta migración y el desplazamiento forzoso producto de la violencia –en su mayoría femenino– estarían generando que las ciudades tengan más mujeres que hombres”.

Esta discordancia demográfica es importante a la hora de casarse. Y la disparidad en el nivel educativo lo es, además, porque la gente quiere establecer una relación con personas de su mismo nivel educativo. “No es lo mismo una conversación entre dos iguales que entre dos personas que tienen una brecha grande en términos educativos”, dice Londoño.

La mayoría de las mujeres consigue su pareja en la universidad. Pero cada año que una de ellas pasa en el mercado del amor sola es peor. Birger compara esto con las sillas musicales donde en la primera ronda solo un niño que no pone atención se queda sin sentarse, pero en la tercera ya hay 50 por ciento de probabilidades de perder. Y en cada nueva, las oportunidades de ganar son menores. “Lo mismo pasa con los solteros. Si se empieza con un grupo de 140 mujeres y 100 hombres se habla de 1,4 chicas por cada hombre. Si la mitad de ellos se casa, la proporción entre los que quedan solteros es de 2 a 1. Cada año que se mantenga va a ser estadísticamente más retador”.

No solo eso. Según el autor, esta asimetría cambia el comportamiento de hombres y mujeres. En escenarios donde hay equilibro entre ambos sexos se observa que el juego de la conquista se da de manera tradicional, con las etapas típicas de cortejo y romance y sin tantos rompimientos, mientras que en los asimétricos se vive una guerra mucho más intensa. “La cultura es más promiscua cuando escasean los hombres porque ellos explotan esos números desequilibrados. Los hombres tienden a posponer el momento de ir al altar, se propicia la infidelidad pues los casados aprovechan la oferta, y ellos terminan dominando el campo de juego”.

Es la ley de la oferta y la demanda y cuando hay abundancia de un producto el precio baja. Birger habló con hombres en Nueva York donde el mercado está a su favor. Uno de ellos le contó que cuando va a un bar las mujeres le mandan selfis desnudas unas horas después de conocerlas y sin pedírselo. “Mis amigos y yo comparamos fotos”. En escenarios machistas, algunos hombres no se aprovechan sino que las evitan porque no saben cómo lidiar con una mujer tan o más capaz que ellos.

Algunos han criticado el análisis de Birger porque supone que todas las mujeres hoy quieren casarse. “Muchas de ellas están enfocadas en sus carreras y no tienen ningún interés en hacerlo”, dice el coach sentimental Evan Marc Katz. Las mujeres, además, tienen otras expectativas y maneras de relacionarse, y en algunos casos, otras preferencias sexuales. “El mito de que hay siete mujeres para cada hombre no es real”, dice Murad.

Si bien es cierto que solucionar un problema demográfico no es fácil, las mujeres aún tienen mucho por hacer si quieren conseguir pareja. Para empezar, hay que bajar las expectativas y dejar de esperar un hombre mejor que ellas pues, como dice Londoño, “eso sería una desfiguración ideológica del machismo”. Otra opción es ingresar en campos totalmente masculinos como las carreras de ingeniería que han sido lejanas para las mujeres. Pero si se quedan en las femeninas las opciones de conseguir pareja son más bajas no solo durante el estudio sino después. “Una psicóloga que se va a trabajar a un colegio no va a encontrar tan fácilmente con quién casarse”, dice Londoño.

Birger sugiere, además, salir con tipos con menor nivel educativo como “electricistas, plomeros, policías, bomberos quienes enfrentan también su propia crisis porque las mujeres de sus círculos se fueron a la universidad y nunca regresaron”. Lo importante es que las jóvenes interesadas en relaciones estables miren el tema demográfico para tomar decisiones informadas. “Sé que es difícil pensar en términos macroeconómicos para asuntos del corazón, pero una mujer que quiere casarse debe saber que cada año que pasa soltera en ese mercado tiene los números en su contra”.