EL ENEMIGO OCULTO

Venciendo a las drogas que evitan su multiplicación el virus del VIH logró encontrar un escondite en el organismo.

22 de diciembre de 1997

Hace más de un año los científicos anunciaron los resultados de una poderosa combinación de medicamentos para atacar el virus del sida. El mundo entero sintió que, si bien no había todavía una vacuna contra lamortal infección, la ciencia por fin veía una luz en el oscuro panorama de su tratamiento. La terapia, recetada sobre todo en pacientes cuyos casos habían sido detectados tempranamente, incluía tres medicamentos: uno inhibidor de una enzima viral que cambia la transcriptasa, y otros dos inhibidores de la proteasa. Lo que hacían estos productos, básicamente, era bloquear el virus para que no se copiara a sí mismo ni se multiplicara. Los resultados fueron excelentes. Los pacientes que tomaban estas drogas, según las instrucciones de los médicos, encontraban que con el tiempo los exámenes no detectaban el virus en la sangre. La semana pasada, sin embargo, tres investigaciones aisladas trajeron noticias buenas y malas sobre este tratamiento. La noticia mala es que la poderosa combinación de drogas que toman muchos de los infectados con el virus del sida no logra eliminarlo del cuerpo como pensaban los médicos. Según los tres estudios _uno realizado en la Universidad John Hopkins Medical School, otro en la Universidad de California, en San Diego, y un tercero que apareció en la publicación de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos_, aunque el virus no aparecía en la sangre de los infectados se encontraba escondido en un lugar perfecto en el organismo de los pacientes. El escondite del VIH son las células de la memoria que siguen la pista de cada partícula o microbio extraño que ingresa al organismo. Cuando se encuentran con el mismo extraño son capaces de desencadenar una respuesta inmunológica inmediata. Estas células pueden vivir en reposo durante mucho tiempo sin necesidad de hacer copias de ellas mismas o del virus que las haya infectado. Sin embargo pueden retomar su potencial, volverse activas e infectar nuevas células con el tiempo. El lado bueno de la noticia es que, según los estudios, el virus no ha sido capaz de desarrollar resistencia a estas drogas en aquellos pacientes que las toman con juicio.Los estudios fueron hechos en pacientes que habían tenido éxito tomando las drogas combinadas, es decir, aquellos en cuyas pruebas de sangre no aparecía rastro del virus. Para estos trabajos los investigadores se enfocaron en los linfocitos CD4, las células del sistema inmunológico que son atacadas por el VIH. La mayoría de células infectadas sacan muchas copias del virus y luego mueren. Pero algunas de las infectadas sobreviven y cambian a un estado de reposo, en el cual albergan el virus aunque no le hacen nuevas copias. En este sentido el virus se duerme. Los equipos aislaron y examinaron esas células en reposo y en todas se encontró el virus, aunque los niveles eran muy bajos. De un millón de células en reposo 16 estaban infectadas. Cuando los investigadores activaron las células en reposo infectadas, ellas hicieron copias del virus y rápidamente invadieron otras células CD4. En un paciente las células CD4 en reposo podrían activarse por una infección o cualquier otra invasión extraña que dispare una respuesta inmunológica. Si eso ocurre en pacientes que no están protegidos por drogas antivirales el virus del sida podría rápidamente empezar a multiplicarse. Los descubrimientos fueron anunciados simultáneamente la semana pasada y desde ya los médicos están sacando conclusiones de los resultados. Una de las más importantes es que quienes se benefician de la terapia de combinación de drogas no podrían descontinuar ese tratamiento, como se había esperado, sino que necesitarán quedarse con él indefinidamente, probablemente hasta la muerte. El problema que surgiría sería de tipo económico. Esta terapia puede llegar a costar a un enfermo 15.000 dólares al año y puede ser difícil de manejar. Una de las drogas, por ejemplo, tiene que ser tomada exactamente cada ocho horas, y si el paciente olvida hacerlo sería fatal porque el virus puede desarrollar alguna resistencia. Seguir el tratamiento también es difícil porque puede implicar vómito crónico y diarrea. A pesar de que en un primer momento la noticia cayó como un baldado de agua fría entre la comunidad médica y los miles de infectados con el virus en el mundo, en el transcurso de la semana fue posible poner los resultados en perspectiva. Muchos investigadores que no participaron en el estudio no están sorprendidos con los resultados. Desde antes ellos asumían que el virus podía estar al acecho en algún lugar del cuerpo, debido a que habían encontrado que los niveles del virus fluctuaban en aquella personas que dejaban el tratamiento. Sin embargo hay unanimidad en que los nuevos resultados tienen un gran valor porque estarían indicando que la gente necesitaría este tipo de tratamientos por un período más largo de lo que habían imaginado.