astronomia

El más viejo

El hallazgo del planeta más antiguo obliga a los astrónomos a revisar sus teorías acerca de cuándo y cómo se formaron estos cuerpos celestes.

21 de julio de 2003

Los astronomos siempre han pensado que el Sol y su sistema de planetas son producto de la tercera generación de estrellas. Dicen ellos que primero fue el Big Bang, luego vino otra explosión y más tarde una tercera, que fue la que eventualmente dio origen al sistema solar, a la Tierra y sus vecinos. Todo esto se calcula que sucedió hace unos 4.500 millones de años cuando el gas y el polvo interestelar eran ricos en elementos pesados, como el hierro, considerados ampliamente como los ladrillos necesarios para hacer planetas. De hecho, en la Vía Láctea (la galaxia donde está ubicado el sistema solar) se han encontrado en menos de una década gran cantidad de ellos alrededor de por lo menos 100 estrellas muy parecidas al Sol.

Pero un nuevo descubrimiento, hecho por un grupo de científicos internacionales dirigido por Steinn Sigurdsson, de la Universidad del estado de Pensilvania, está a punto de derrumbar esa teoría. El grupo encontró lo que podría considerarse el planeta más viejo conocido hasta ahora, ubicado en medio de un grupo de estrellas ancianas en la constelación de Escorpión, a 7.200 años luz de la Tierra. Este objeto gaseoso es dos veces más grande que Júpiter y al parecer podría tener 12.700 millones de años, lo que quiere decir que sería tres veces más viejo que la Tierra y casi tan antiguo como el universo mismo. Los expertos creen que podría pertenecer a una primera generación de planetas del universo.

El estudio apareció publicado en la revista Science pero, debido a la importancia de la noticia, los autores ofrecieron la semana pasada una rueda de prensa en la sede de la Nasa, en Washington, para revelar los pormenores del trabajo. Después de escucharlos sus colegas consideraron el hecho como sorprendente e indicaron que el hallazgo podría cambiar las teorías sobre cómo, cuándo y dónde se formaron los planetas.

La investigación comenzó en 1988 cuando los científicos encontraron una pulsar, es decir, una estrella que gira sobre su eje a una velocidad sorprendente (casi 100 veces por segundo), en un cúmulo globular de estrellas conocido como M4. Luego utilizaron el telescopio Hubble y detectaron muy cerca una estrella enana blanca y más tarde localizaron un tercer objeto, que podría ser una enana marrón o una estrella de baja masa. La investigación de la Universidad del estado de Pensilvania mostró que el objeto realmente era este planeta.

Antes de que el viejo apareciera en escena los científicos creían que los planetas no podían haber surgido tan temprano porque aún no existían elementos como hierro y silicio, indispensables para su formación, y mucho más pesados que el helio y el hidrógeno, los principales componentes de las estrellas. El hecho de que esté ubicado en un cúmulo globular, regiones tan antiguas que tienen muy pocos de estos elementos pesados, sugiere que los procesos de formación de planetas pueden ser más robustos de lo que se pensaba y más eficientes para usar pequeñas cantidades de elementos pesados. De esta forma se puede esperar que haya muchos más en estos cúmulos globulares. También se puede inferir que su formación se produjo mucho antes de lo que se creía.

El planeta no se puede ver, sólo se puede observar a través de los efectos que su fuerza de gravedad provoca en el movimiento de la estrella pulsar. Tampoco puede albergar vida y se cree que ha tenido una existencia muy turbulenta al tratar de sobrevivir las ondas de choque de las estrellas que, al morir, han explotado muy cerca de él. La pequeña estrella y su planeta se formaron probablemente en las afueras del cúmulo globular y luego migraron hacia el centro y llegaron tan cerca a la pulsar que su potente fuerza gravitacional los capturó.

A pesar de las revelaciones del estudio los astrónomos pidieron a sus colegas buscar más planetas en estos cúmulos globulares de estrellas para poder corroborar la hipótesis que plantea el estudio. De ser así la Tierra tendría unos parientes lejanos que nacieron generaciones atrás cuando el universo apenas se estaba formando.