Educación

El nuevo coeficiente de inteligencia

Según recientes estudios, medir la función ejecutiva del cerebro sería una mejor manera de predecir el buen desempeño y las capacidades intelectuales de un escolar.

9 de agosto de 2008

Cada persona tiene un alto ejecutivo en su cerebro. Es el que decide qué acciones tomar para llegar a un resultado, les da prioridad a las más importantes, organiza el tiempo, inhibe todas las posibles distracciones, se enfoca y ejecuta. Si se le presentan obstáculos en el camino, tiene las suficientes flexibilidad y creatividad para idearse nuevas maneras de sortearlos. Ese inquilino despacha en el lóbulo frontal, arriba de los ojos, y desde allí monitorea el comportamiento y planea el futuro.

Este 'gerente' hoy se encuentra en la mira de los neurosicólogos, quienes lo conocen como Función Ejecutiva, pues comprende habilidades de alto nivel que influyen en otras áreas de la mente como la atención y la memoria. Aunque abarca muchas destrezas, la sicóloga canadiense Adele Diamond destaca tres elementos clave: la capacidad de inhibirse, la memoria y la flexibilidad cognitiva (ver recuadro). "Todas esas acciones comandan a cada individuo y se reflejan en su comportamiento", dice Russ Barkley, una autoridad en el déficit de atención. Un daño en esa área del cerebro, debido a un accidente o a un golpe, haría que la persona dijera lo que piensa aun en el momento o en el lugar equivocado, o que asumiera algún tipo de comportamiento impulsivo.

El reciente interés en este tema se debe a que una serie de estudios ha concluido que el buen funcionamiento de este 'ejecutivo' prediría de manera más confiable el desempeño escolar de los niños, sobre todo en las áreas de lenguaje y matemática y, por lo tanto, su posterior éxito en la vida. Más incluso que su coeficiente intelectual o CI. La razón para ello, según Barkley, es que gracias a este sistema el individuo lograría organizar su comportamiento para conseguir sus metas.

Uno de estos estudios, realizado por Clancy Blair, profesor de la Universidad de Pensilvania, fue hecho con 141 niños de entre 3 y 5 años a quienes se les practicó una serie de pruebas. El investigador encontró que aquellos cuyos coeficiente intelectual y función ejecutiva estaban por encima del promedio tenían tres veces más probabilidades de ser exitosos en matemáticas que un niño que solamente tuviera un alto CI. En el Instituto Alberto Merani sus propias investigaciones han llevado a sus directivos a concluir que antes que el CI, la autonomía, el interés, la creatividad, la reflexibilidad -todas funciones que controla ese 'gerente' del cerebro- son los que juegan un papel crucial en el desempeño académico.

Enfocarse sólo en el CI explicaría por qué muchas personas con alta capacidad para el análisis o la interpretación son "torpes en la vida cotidiana o en el manejo de los contextos socioafectivos", dice Julián de Zubiría, director del Instituto Alberto Merani. Martha Bridge Denkla, neuróloga del Kennedy Krieger Institute de la Universidad Johns Hopkins, ha visto los casos de muchos niños que van a excelentes colegios y logran perfectos exámenes SAT (el equivalente al Icfes en Estados Unidos), con lo que cualquiera pensaría que tienen garantizado un destacado futuro profesional. Pero, inexplicablemente, les va mal en el primer año de universidad. Ella sugiere que la razón es que "no tienen una estructura para organizar su mente dispersa".

Los expertos se quejan de que la educación tradicional tiende a minimizar los problemas de un niño con una función ejecutiva pobre, especialmente si este tiene un alto coeficiente intelectual. Pero lo cierto es que si estas fallas no se corrigen a tiempo, en el futuro ese niño podría tener dificultad para planear, organizar, iniciar proyectos y llevarlos a cabo, así como una baja resistencia a las tentaciones inmediatas y a los estímulos externos. La gente los ve como desorganizados e incluso perezosos e incapaces para ver el futuro o el contexto general. Por ejemplo, pueden recordar detalles minuciosos de los capítulos de un libro, pero tienen dificultad para entender exactamente cuál es la trama de la obra.

Es tal vez por eso que la expresión función ejecutiva se ha investigado más desde la educación especial que desde la tradicional, pues hay una correlación entre el autismo, el déficit de atención y otros problemas de aprendizaje con un pobre desempeño de ese 'gerente' mental. Según Diamond, muchos niños inician la escolaridad con una baja función ejecutiva y como los profesores no están preparados para lidiar con este problema ni tienen estrategias para aumentar esta función, los estudiantes se van quedando atrás e incluso, en los sectores más pobres, terminan por abandonar el colegio, lo cual lleva a criminalidad y drogas.

Diamond ha puesto en práctica en un colegio de niños de escasos recursos en Canadá un programa basado en el juego, que ha mostrado beneficios. Una de las actividades consiste en respetar los turnos para hablar en el aula de clase para que los niños controlen sus ganas de interrumpir, lo cual implica ejercer la función de inhibición del cerebro. Todo lo que los alumnos deben hacer es sostener en sus manos el dibujo de una oreja para recordarles que son los que escuchan. Otro juego promueve la flexibilidad. Cuando el profesor toma un círculo en la mano, los niños deben aplaudir; si toma un triángulo, deben saltar, y así sucesivamente. Con esto el cerebro aprende a suprimir rápidamente una tarea para hacer otra, lo cual exige disciplina. En el futuro este niño podrá decir "voy a dejar de pensar en el fin de semana y me voy a concentrar en este reporte", dice Wray Herbert, un blogger experto en temas de sicología.

Luego de dos años, los resultados del experimento de Diamond fueron tan dramáticos, que el colegio decidió adoptar el currículo especializado en la función ejecutiva para que todos los estudiantes se beneficiaran. "Se ha encontrado un desempeño académico superior en otros colegios y estados que se han enfocado en fortalecer la función ejecutiva", dice la sicóloga.

La función ejecutiva se puede estimular en cualquier momento, pero tiene mucho más impacto si se comienza temprano. Según la sicóloga María Fernanda Cobo, los colegios saben que fomentar la autonomía es importante, así como que los niños sean capaces de autorregularse o inhibirse, pero no tienen programas especializados en incentivar esto. Los planteles pueden establecer currículos más especializados en el tema y los padres pueden ayudar enseñándoles a sus hijos cómo usar agendas y relojes con alarmas para que sean más organizados. Incluso, algunos creen que las personas con cierta deficiencia en su 'gerente' mental pueden llegar a ser relativamente exitosos, como lo dice Denckla, "en la medida en que tenga a otro ser humano a su lado -un compañero, un profesor o una pareja- que haga el papel de ese ejecutivo".