El pago anticipado

Las tarjetas prepagadas son una forma de controlar los gastos en tiempos de recesión. ¿Qué tan buenas son?

28 de febrero de 2000

Melba es un ama de casa que sólo dispone del teléfono fijo de su residencia. Pero un día, mientras hacía una diligencia en la calle, se le presentó una emergencia y necesitó localizar a su esposo en su celular. Por fortuna la señora tenía una tarjeta de telefonía prepagada, lo que le permitió entrar en un establecimiento comercial y llamar sin ningún problema. “Me prestaron el teléfono facilito porque sabían que yo pagaba la llamada”, comenta. Mientras estaba de descanso en Medellín Pablo, un ingeniero de comunicaciones, tenía que conectarse a Internet para bajar una información importante. El problema era que no había llevado consigo su computador. Después de pensar en todas sus opciones finalmente decidió ir a un supermercado y comprar una tarjeta prepagada de Latinonet. Con ella podía usar cualquier computador equipado con modem y ello le permitió salir airoso de la emergencia. Algo similar le sucedió a Juan Carlos, un administrador de empresas que decidió acogerse a un plan de celular prepagado por el cual no paga cargos fijos ni firmó contrato. Sólo tiene que comprar una tarjeta, marcar una clave y con eso puede hacer sus llamadas a un fijo o a celular, ya sea en Colombia o en el exterior. “Antes era inconsciente con las llamadas, me excedía y me llegaban unas cuentas absurdas. Ahora me volví racional en ese gasto”. Armando no tiene celular prepagado ni usa tarjetas para conectarse a Internet pero en su billetera siempre hay una tarjeta prepagada de cine, la cual le facilita en cualquier momento ingresar a las mejores salas y disfrutar de uno de sus pasatiempos favoritos. “Yo compro la tarjeta de 90.000 pesos y voy a cine cualquier día a un precio más económico, no necesito plata para entrar y tengo acceso a muchas salas”.

Los casos anteriores ilustran un nuevo estilo de acceder a ciertos servicios de la vida cotidiana, en especial a los que tienen que ver con el rubro de las comunicaciones. La clave de todo es que el usuario paga en forma anticipada por el servicio y decide usarlo cuando lo necesite. El concepto no es nuevo. Básicamente pone en práctica la filosofía de ‘pague ahora y disfrute después’ que se ha aplicado por mucho tiempo a otros sectores. Por ejemplo, el arriendo es una forma de pago anticipado por el lugar que se habita. Pero la diferencia es que ahora este concepto se ha ampliado a otros sectores de la vida en forma de tarjetas que tienen un número clave que se digita para obtener el servicio deseado. El beeper prepagado es otro ejemplo. Con este plan la persona compra su aparato y en lugar de firmar un contrato adquiere tarjetas por el valor de 12.000 ó 50.000 pesos. El cliente llama a una operadora y da su número clave y activa el servicio. Dependiendo de la denominación de la tarjeta, tendrá derecho a consumir entre 25 y 50 mensajes. Hay un sistema que le avisa cómo va su cuenta y cuando se termina su dinero el servicio queda totalmente desconectado hasta que compre una nueva tarjeta.

Existen más ejemplos de prepago en Colombia aunque no emplean tarjetas sino vales. Es el caso de Sodexho, con cuyos cheques muchas empresas dan alimentación y transporte a sus empleados. Con este sistema las personas reciben de su empleador una valera por una determinada suma y van descontando de ahí para pagar la gasolina, la comida en restaurantes o incluso el mercado.



Bueno para todos

El concepto de las tarjetas prepagadas ha resultado muy interesante tanto para vendedores como para compradores. Las empresas han reportado ventas por encima de las expectativas y ventajas como entrada rápida de efectivo y disminución de la cartera. Según Juan Camilo Chávez, gerente general de Sodexho, la empresa creció 75 por ciento el año pasado, un caso atípico en medio de esta coyuntura, y calcula que hay 150.000 empleados usando estos cheques para el pago del mercado, la gasolina y la comida en restaurantes. Lo mismo sucedió con la tarjeta de cine prepagado Cineco. Cine Colombia ha vendido 100.000 unidades de este producto desde mayo pasado, lo cual ha representado una entrada a las salas de 600.000 personas. “Estas cifras han desbordado completamente nuestras expectativas”, dice Carlos Llano, funcionario de esa empresa.

Pero además de haber sido un negocio interesante para las compañías el concepto de las tarjetas prepagadas se ha convertido para ciertas personas en la manera más eficiente para controlar los gastos en esta época de crisis. “El cambio en el usuario ha sido interesante, dice Chávez. Con este sistema la gente puede conocer realmente su gasto en ciertos rubros, como alimentación y gasolina, y eso le ayuda a organizarse, a controlar lo que gasta e incluso a ahorrar”. Para otros el sistema es descomplicado y garantiza cierta libertad, que en este momento de incertidumbre es una enorme ventaja. “Una de las facilidades es que no hay contratos ni cargos fijos y eso significa que si me quedo sin empleo y sin plata no tengo deudas ni compromisos con nadie, dice Eduardo Dávila, gerente de mercadeo de Skytel. Simplemente dejo de comprar las tarjetas y de hacer uso del servicio”.

Pero estas tarjetas también tienen sus inconvenientes. Aunque la gran mayoría tiene instrucciones muy claras a los usuarios les molesta mucho tener que digitar claves para obtener su servicio. Tal vez por eso son mucho más usadas entre la gente joven. El costo también es un factor desestimulante. A diferencia de casos como el de la de Cineco, con la cual el usuario obtiene 40 por ciento de descuento por comprar volumen, el sistema de prepago por lo general cobra tarifas más altas que las del servicio tradicional. Esto sucede porque están hechas para situaciones específicas. “Una tarjeta me da la seguridad de poder llamar a cualquier lugar en el momento en que lo necesite, en la calle, en la casa de un amigo, en el celular, etc.”, dice Tony Mañosas, vicepresidente de mercadeo de Celumóvil. “Eso sí, no son para llamar a la novia”, agrega. Pero asegura que en cuanto estos productos entren más en el mercado probablemente bajarán de precio.

Lo cierto es que estas tarjetas han sido un producto muy atractivo, según los expertos consultados por SEMANA, porque ofrecen servicios cuyo perfil de potenciales compradores puede ser prácticamente cualquier persona, desde grandes familias, empleados o personas naturales. “Yo les doy a mis directivos 100.000 pesos en tarjetas y controlo un gasto”, dice Peter Burrowes, presidente de Comcel. Además la gran mayoría está enfocada a ofrecer servicios de comunicación y esa es una necesidad del ser humano que siempre podrá ser aprovechada comercialmente.

Algo que nadie duda es que con la proliferación de estas tarjetas los usuarios han aumentado el peso y tamaño de su billetera. Y aunque muchos creen que al sistema de prepago le falta madurar mucho en el país y en el mundo, lo cierto es que gracias a él hoy muchos colombianos son más disciplinados y medidos a la hora de gastar.