EL PATITO FEO

Los ataques a la hija de Bill Clinton, convertida en el símbolo de la fealdad, tiene divididos a los norteamericanos.

26 de abril de 1993

EL DIA DE LA POSESION DE BILL CLINTON COMO presidente de los Estados Unidos hubo un comentario general: "Chelsea está horrorosa". Tanto para los asistentes al acto como para los televidentes norteamericanos, el descuidado look de la adolescente hija de los Clinton era la única nota discordante en un espectáculo que había sido planeado hasta en sus más mínimos detalles.
Desde entonces la apariencia física de Chelsea Clinton se ha convertido en el deporte favorito de los norteamericanos. La hija del presidente es hoy por hoy el patito feo del país. Y en una sociedad que vive por y para la apariencia física, el hecho de que la primera hija de la nación no se ajuste a los cánones de la estética -como sí sucede con sus padres- ha causado desconcierto. Si en el gobierno pasado los chistes tuvieron como protagonista a Dan Quayle, en este mandato Chelsea Clinton se ha convertido en el centro de la burla y las bromas crueles.
De los comentarios maliciosos del día de la posesión sobre el look de la hija del presidente, se ha pasado a una virulenta campaña de ataques a través de los medios de comunicación. Los caricaturistas de la prensa, los humoristas de la radio y los imitadores de la televisión parecen haber encontrado en esta adolescente una fuente inagotable. Hace unas semanas, en el fa moso programa de televisión "Saturday Night Live", la célebre imitadora de personajes femeninos Julia Sweeney, personificó a Chelsea, con una peluca rizada y frenillo, y todos los comentarios giraron alrededor de su fealdad. En una de las parodias que armaron estos mamadores de gallo profesionales, catalogaban a las hijas del vicepresidente Al Gore como "bellas nenas'. Luego nombraron a Chelsea, y todos gritaron al unísino "¡Nooo!". Ese día Chelsea cumplía 13 años.
El asunto sobre la fealdad de Chelsy ha llegado a tal punto que una asociación gay de Los Angeles, especializada en camisetas con lemas solidarios, ha sacado al mercado una T-Shirt que lleva la leyenda "Leave Chelsea Alone" (Dejen a Chelsea en paz). Y re cientemente, la propia primera dama ha tenido que salir en defensa de su hija. "Es increíble que la gente no tenga nada mejor que hacer que ser ruín con una niña", señaló Hillary en una entrevista reciente. "Hemos tratado de preparar a Chelsea contra esta oleada de burla, pero no es fácil. Lo único que podemos hacer su padre y yo es tratarle de ayudar a entenderlo y hacer que sea lo suficientemente fuerte para que lo que la gente diga de ella no la afecte", dijo.
Pero esta no es la primera vez que los Clinton tienen que salir en defensa de su hija. Desde que se inició la campaña presidencial, Chelsea se convirtió en el centro de la atención de los norteamericanos y en uno de los blancos favoritos de los adversarios políticos de su padre. Como es hija única, se especuló sobre todas las posibles fallas de su personalidad y se le acusó de egoísta y malcriada. Los Clinton decidieron entonces mantener a la niña al margen de todo tipo de publicidad y lejos de los periodistas y los fotógrafos, pero esto dio pie para que se dijera que Chelsea era una pobre niña solitaria y amargada, víctima del ejecutivismo de su madre, quien dedicaba más tiempo a las juntas de negocios que a los problemas de adolescencia de su hija.
Lo cierto es que en este momento el país está dividido entre los atacantes y los defensores de Chelsy. En un bando, los entrevistados son expertos sicólogos y pedagogos, quienes opinan sobre el terrible daño que puede hacerle a una adolescente ser objeto de tan despiadada crítica. "Cualquier persona sensitiva sabe lo que esto puede hacer en la personalidad de una niña de 13 años, una etapa en la cual todos queremos ser anónimos", escribía hace poco un columnista. En el otro, los entrevistados son estilistas, odontólogos y dermatólogos que opinan sobre lo que puede hacerse para mejorar su rizada melena, su abotagada nariz, su dentadura pronunciada o su rostro marcado por el acné.
Lo cierto es que Chelsea Clinton ha tenido que atravesar su adolescencia expuesta a la crítica de todo un país. La mayoría de las niñas adolescentes no son bonitas y de por sí tienen que ajustarse a esta realidad sin tener que pasar por el escrutinio público. Ser el símbolo de la fealdad a los 13 años en una na ción de 280 millones de habitantes no puede dejar de constituirse en una experiencia desgarradora. Muchas facultades de sicología están estudiando el episodio de Chelsea como un caso piloto: de trauma juvenil.
Los otros que están haciendo su agosto con Chelsea son los cirujanos plásticos. Varias clínicas se están promocionando ha ciendo folletos en los que ilustran cómo mejorarían a Chelsea. Incluso algunos institutos de belleza han acudido a las proyecciones por computador para dar a los norteamericanos la imagen de lo que será el futuro estético de la hija del presi dente. Según estas predicciones, con el tiempo las cosas mejorarán notablemente y, dentro de seis años, el patito feo se habrá convertido si no en un bello cisne sí en una joven común y corriente.