Descripción. Se conoce con el nombre de síndrome general de adaptación. Es un mecanismo de equilibrio del organismo para generar ciertas sustancias químicas que provocan una reacción ante una situación determinada, generalmente un cambio, ya sea positivo o negativo. Cualquier cambio en la vida de un individuo ocasiona estrés, no importa si es bueno o malo: si la persona se muda a otro país hay estrés; si se gana la lotería puede experimentar la misma sensación; la muerte de un ser querido es una de las situaciones que más genera estrés. Por eso los expertos hablan de dos tipos de estrés. Por un lado está el positivo o agudo, que es el que ayuda a las personas a tener logros, adaptarse a los cambios o a correr ante la presencia de un enemigo o a tratar de escapar de una situación de peligro. Esa misma reacción puede llegar a ser negativa cuando el estímulo, en lugar de ser esporádico, se vuelve permanente. "Es como si la persona viviera con un carro detrás, persiguiéndolo", dice la siquiatra Rosa Argentina Rivas.
Síntomas. Hay dos tipos. Los sicológicos, dentro de los cuales están la ansiedad, la preocupación excesiva por las cosas, intranquilidad, dificultad para asimilar situaciones y el desinterés. Dentro de los físicos están el cansancio, la sudoración de las manos, la taquicardia, el ahogo y fatiga en el cuerpo. Pero, según el doctor Salvatore Pluchino, el insomnio es tal vez la señal más acertada para detectar este síndrome. "Si a alguien le toma más de 30 minutos inducir el sueño está en campo minado y debe hacer algo para manejarlo porque este síntoma puede ser la puerta de entrada de otras enfermedades más graves, como la depresión y la ansiedad". Efectivamente, el estrés puede hacer que la persona desarrolle problemas en la piel o en el estómago (gastritis, úlcera) debido a que el cuerpo pide constantemente adrenalina y cortisol, los químicos naturales que provocan la respuesta del estrés. Cuando las reservas de este último se acaban en el hígado el organismo toma las reservas de este elemento del tejido de la piel, huesos, músculos y del sistema linfático. Por eso también el estrés debilita el sistema inmune, convirtiendo al cuerpo en un terreno abonado para todo tipo de infecciones. Y puede provocar hipertensión y disminución de la función renal. Recientes estudios han demostrado además que el cerebro no necesariamente se deteriora con la edad sino por otros factores, entre los cuales está el estrés. "Pero cuando se llega a estas situaciones es porque se han perdido una serie de etapas valiosas para tomar cartas en el asunto", dice Pluchino.
Causas. Según el siquiatra Rodrigo Córdoba el estrés de hoy es causado por factores internos como, por ejemplo, la incapacidad de una persona de vivir o soportar una determinada situación. Son exigencias de la vida que la persona percibe como demasiado difíciles. Pero también hay factores externos, entre los que se incluyen la situación social, pérdida del estatus laboral, los problemas financieros y las dificultades en el trabajo. Los pleitos y los desacuerdos con amigos o personas cercanas causan estrés. Lo mismo las enfermedades. Según Rivas, mientras muchos de los motivos que generan el estrés pueden ser reales otros son imaginarios. Es el caso típico de la mamá que se imagina los peores escenarios al ver que su hijo no regresa a casa a la hora acordada. También ocurre en personas que han pasado por una situación de mucha angustia y aunque ya ha terminado sigue generando alteraciones. Lo anterior se conoce como síndrome de estrés postraumático.
Población en riesgo. Se estima que la tolerancia a situaciones estresantes es una condición hereditaria. Pero a medida que la sociedad exige adaptarse más rápido a los cambios se ha vuelto un mal generalizado. Córdoba se atreve a afirmar que uno de cada dos individuos sufre de estrés y, aunque puede afectar a la población de cualquier edad, el adulto joven es el más propenso a sufrirlo.
Tratamiento. Existe una variedad de métodos para reducir el estrés pero curiosamente todos ellos dependen de la actitud del paciente y no sólo de las drogas o tratamientos. Están las terapias sicológicas, que ayudan a que la persona sea consciente de sus temores y preocupaciones y diseñe estrategias para solucionarlos. En algunos casos se requerirá un cambio en el estilo de vida. Exigirá, por ejemplo, una reducción de las obligaciones sociales o de la carga de trabajo. Disfrutar lo que se hace también es fundamental, así como tener espacio para actividades de esparcimiento, como ir a cine o leer un libro. Como dormir es básico para tener buena salud mental se requerirán técnicas que ayuden a inducir el sueño. Las formas de relajación también son de gran ayuda. La doctora Rivas sugiere aquellas que sean fáciles y puedan practicarse diariamente durante 20 minutos. Así mismo recomienda una buena alimentación, ejercicio y tomar suplementos vitamínicos.