EL PODER, ESE AFRODISIACO

Las aventuras amorosas: el talón de Aquiles de los políticos.

27 de agosto de 1990

Las historias de secretos amores en el poder ya no sólo llenan las páginas de los volúmenes de biblioteca sino las primeras planas de la actualidad internacional. Románticos o escandalosos episodios que se convierten en espinosos problemas de Estado, son cada vez con más frecuencia la comidilla de la opinión pública. El poder parece ser el más efectivo afrodisíaco en este final de siglo. Por encima del atractivo físico, el don que otorga, ejerce una irresistible seducción entre las mujeres. Es una especie de imán en el que el prestigio y el dinero actúan como poderosas fuerzas magnéticas. Pero en esa peligrosa aventura en la que el poder del amor y el amor al poder entran en juego, pocos salen bien librados.

Al parecer, a falta de nuevos mitos cinematográficos, la política ha asumido la función de gran teatro del mundo en materia de historias de amor. Hay quienes señalan que el político, como el actor, es un seductor por naturaleza.
Su gran preocupación es la conquista y su mayor capital es su imagen. Pero al contrario de lo que sucede en el mundo hollywoodesco, donde las aventuras sentimentales forman parte del pedestal de los ídolos, o de aquellas románticas historias de otros tiempos, en las que un rey abdicaba al trono por el amor de una mujer, en estos tiempos, poder y amor forman una explosiva mezcla. Cuando los héroes modernos del poder traicionan el guión que se les ha encomendado y detrás de esa figura idealizada aparece un hombre de carne y hueso, tan vulnerable a los requiebros del amor como cualquier mortal, el drama toma caracteres de sainete. Su vida privada ocupa destacados lugares en los titulares de prensa, sus sentimientos se convierten en chismes de alcoba y, tras el escándalo, viene el fracaso. Víctimas de su propio invento, no son pocos los personajes de la política internacional que, envueltos en aventuras amorosas, han visto desplomarse su carrera política. .
El último en morder la manzana prohibida ha sido el presidente argentino Carlos Menem, cuya vida sentimental ha ocupado mas páginas en la prensa nacional e internacional que sus acciones de gobierno. Como si el bochornoso lanzamiento policivo contra la primera dama, Zulema Yoma, de la residencia oficial de Olivos y el repudio público por parte de su hijo no hubieran sido suficiente, la semana pasada, un semanario argentino reveló "los amores liberales" de Menem con una seductora funcionaria.

La protagonista del nuevo escandalo erótico-político es la interventora de la empresa de telefonos, María Julia Alsogaray, una fogosa cincuentona que ademas de ser una de las mas cercanas colaboradoras del mandatario, es hija del principal eje conservador del pais y una mujer casada. Hace dos semanas, la funcionaria posó para la portada de la revista "Noticias" al estilo de las divas de Hollywood, cubierta únicamente por un lujoso abrigo de piel. Pero además del destape, que la convirtió en un imprevisto simbolo sexual en Argentina, la señora no ocultó al semanario su estrecha relación con el presidente, la cual describió con un insólito simil: "Somos como dos mulas que nos necesitamos mutuamente". Y agregó: "reconozco que el "presi" es seductor como líder, pero Carlos Menem no me seduce como hombre.
A mí me seduce un hombre intelectual y él es muy intuitivo. Tan indiscretas revelaciones alimentaron ciertos rumores que sostienen que Maria Julia Alsogaray ejerce una gran influencia sobre el mandatario argentino y que aseguran que ha ocupado el vacío lugar de la primera dama argentina.
Según indica la revista, Maria Julia "consoló" a Menem durante los tormentosos dias de la separación y además organizó y lo acompañó durante los prolongados festejos de su cumpleaños. El semanario sostiene por otra parte, en su edición del 22 de julio pasado, que existen documentos secretos que confirman que María Julia Alsogaray "durmio por lo menos tres veces en la quinta presidencial de Olivos, la ultima semana" .

Ahora, la mas importante gestión de Menem, el proceso de privatizació, iniciado con la venta de la compañía telefónica por la señora Alsogaray, ha dado tema a sus críticos para alborotar el avispero de la oposician.

Otro sonado caso de primera dama a la sombra ocupa desde hace dos años la atención de la prensa internacional. El revuelo comenzó cuando el entonces presidente venezolano Jaime Lusinchi anunció sus intenciones de divorciarse de su esposa, Gladys Castillo. Lo que hasta entonces era un secreto a voces, sus amores con su secretaria privada, la colombiana Blanca Ibañez, empezaron a ocupar las primeras páginas de los diarios. "Blanquita" como se le conoce, llegó a ser considerada una de las personas con mayor poder en el palacio de Miraflores.

Como Menem, Lusinchi habla estado varios años separado de su esposa pero había logrado un acuerdo matrimonial en aras de su buena imagen durante la campaña electoral . Según se dice, para que la Ibañez aceptara semejante arreglo, Lusinchi le prometió que durante los dos ultimos años de gobierno sería la esposa del presidente. Terminada la campaña, el presidente y su esposa se separaron y Lusinchi comenzó a buscar el divorcio. Con lo que no contaba el mandatario era que su esposa no tenía intenciones de convertirse en ex esposa de presidente. Y si, como en el caso de Menem, la reconciliación temporal orquestada le sirvió para no irritar a los electores, los problemas del divorcio, empezaro a minar su imagen como gobernante.

Y si el romance levantó roncha, el escándalo alcanzó proporciones mayúsculas poco después, cuando Blanca Ibáñez se convirtió en la figura central de un millonario fraude, que hoy la tiene, en Miami, al borde de la extradición, acusada de enriquecimiento ilícito. Con un sueldo equivalente a los 360 dólares mensuales, entre 1984 y 1989, Blanca Ibañez amasó una fortuna que se estima en 200 millones de dólares.
Según el dictamen del juez, deberá pagar una pena de tres a diez años de prisión y una multa que puede ascender al 60% del valor de sus bienes. Y sus románticos planes de llegar ante el altar terminarán ahora ante un tribunal.

En cambio, el hombre fuerte de Panamá, Manuel Antonio Noriega, logró durante su permanencia en el poder mantener una pacífica convivencia entre su amante y su legítima esposa. Sin mayores traumatismos, Felicidad Siero compartió marido e influencias con una agraciada aspirante a actriz, llama da Vicky Amado. Cuando Noriega se rindió ante las tropas invasoras norteamericanas, una de las condiciones que puso fue que le permitieran hacer dos llamadas de despedida: una a su esposa y otra a su amante.

Si en el amor, el engaño es una debilidad que puede obtener perdón, en asuntos de poder las cosas son mas drasticas. Eso lo saben, más que nadie, los opositores políticos, que desde siempre han encontrado en los escandalos sexuales el arma más poderosa para acabar con sus contendores. Ni siquiera los fríos y cerebrales japoneses han escapado a las veleidades seductoras del poder. En el ultimo año, la prensa nipona ha registrado varias agitadas historias de escandalos sexuales en la cúpula del Estado.

El más sonado de todos, y quizas el de mayores consecuencias políticas fue el affaire del primer ministro Susuke Uno con una geisha. En junio de 1989, cuando el líder del partido liberal democratico llevaba apenas un mes frente al gobierno del Japon, se vio sorprendido por las declaraciones de su ex amante. Mitsuko Nakanishi, de 40 años, antigua empleada de una casa de geishas, conto a un periodista que había recibido de manos del primer ministro tres millones de yenes, durante cinco meses, como pago de sus servicios sexuales. Como hasta el momento la prensa nipona nunca se había ocupado de las aventuras sentimentales de los políticos, muchos.pensaron que el asunto no tendría mayor trascendencia.
Pero el partido socialista, encabezado por una mujer, Takako Doi, capitalizó el escándalo entre las agrupaciones feministas. Poco después, en las elecciones municipales de Tokio, el partido presidido por Uno perdía 20 escaños, mientras sus adversarios, los socialistas, experimentaban un importante avance. Finalmente, el 9 de agosto de 1989, Susuke Uno, se vio obligado a dimitir.

Un pecado similar cometió el senador estadounidense, Gary Hart, principal candidato demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos en las elecciones de 1988. Su brillante futuro empezó a enturbiarse cuando el diario "The Miami Herald" publicó sus noches de amor con la despampanante modelo Dona Rice. En un principio Hart negó todas las acusaciones e intentó por todos los medios demostrar la fortaleza de su relación matrimonial, pero otra evidencia fotográfica, esta vez durante un romántico crucero por las Bahamas con su amante, lo descubrió ante la opinión pública como un farsante. A medida que el escándalo se propagaba, los sondeos electorales mostraban un vertiginoso descenso de la popularidad del aspirante presidencial. Finalmente, el 8 de mayo de 1987, Hart anunció en una rueda de prensa su decisión de abandonar la campaña.
Mientras la Rice obtuvo un año de publicidad gratis, la infidelidad matrimonial arruinó la carrera política de Hart.

Tal vez si Hart no se hubiera empeñado en negar su adulterio, las consecuencias no hubieran sido tan nefastas. La historia ha demostrado que la gente reconoce el valor de quienes lo arriesgan todo por amor. Eso fue lo que formó la encantadora leyenda del rey Eduardo VII y Wallis Simpson.

Un caso más reciente es el que protagonizó el primer ministro griego, Andreas Papandreu. En agosto de 1988, cuando salió a luz pública su relación sentimental con una azafata de 35 años, Dimitria Liani, el septuagenario mandatario, con los arrestos que le quedaban despues de haberse sometido a una operación cardíaca, anunció del brazo de su amante, desde los jardines del hospital, sus intenciones de divorcio. Las consecuencias no se hicieron esperar y los conservadores encontraron en el idilio del patriarca un blanco perfecto para aumentar su desprestigio. En las siguientes elecciones parlamentarias, el partido socialista sufrió una cruenta derrota. Pero Papandreu estaba enamorado. No sólo no negó lo que decía la prensa, sino que contrajo matrimonio con Dimitria. Y aunque la luna de miel tuvo que ser aplazada mientras el recién casado respondía al Parlamento sobre ciertos manejos financieros, el anciano gobernante vivió su más escandalosa y última historia de amor.

Al parecer, el único mandatario que ha logrado sobrevivir en el poder al escándalo de sus devaneos sexuales ha sido el presidente John F. Kennedy. Cuando fue asesinado, su imagen de padre de familia y esposo feliz permanecía intacta en el corazón de los norteamericanos.
Posteriormente, afloró la leyenda de amante insaciable.
Entre sus más famosos romances se cuentan Marilyn Monroe, Angie Dickinson y hasta Jane Mansfield. Pero por mucho que se diga, ni el mismísimo FBI pudo saber a ciencia cierta si todos los escarceos amorosos que se le atribuyen a los Kennedy pertenecen a la realidad.

Si bien estas historias extramatrimoniales han sido caldo de cultivo para las paginas rosa de la prensa y la chismografía de corredor, en algunas ocasiones handadomás de un dolor de cabeza a protagonistas y observadores. Cierta información que se escapa por entre las cobijas puede llegar a producir, incluso, serios trastornos diplomáticos.
Ese fue el caso que, hace un tiempo, hizo temblar a la británica Cámara de los Comunes. Esta vez fue una secretaria india, Pamela Bordes, quien trabajaba para el parlamentario conservador David Shaw. Cuando se descubrió que la hermosa joven ofrecía sus favores a destacadas personalidades de la prensa y el gobierno, los ingleses perdieron la compostura. Hasta el ex marido de la princesa Ana de Inglaterra, Mark Phillips, se vio involucrado en el escándalo. Se temió que la joven pudiera ser una agente del IRA, de los comunistas o de los libios.

En cualquier caso, las aventuras amorosas de los poderosos tienen mucho más que ver con las atractivas prerrogativas inherentes a los altos cargos, que con el encanto personal de quienes lo ostentan. Y al final de cuentas, terminan siendo más los problemas que los placeres del amor. Quizás quien mejor ha definido el poder afrodisíaco del poder es la mismísima Zulema Yoma, quien acostumbrada a las frecuentes infidelidades de su esposo reclamaba poco antes de ser lanzada de la residencia presidencial: "No me aguanté las traiciones para ser solo la señora del presidente. Yo estoy a su lado porque tambien quiero el poder".