EL QUE ANDA ENTRE LA MIEL...

Estudio gringo demuestra que, con los años, las parejas terminan pareciéndose.

14 de septiembre de 1987

En el centro del país los campesinos lo llaman la "enratonada". Ese es el nombre que allí recibe la creencia popular que dice que cuando las parejas conviven durante mucho tiempo, terminan pareciéndose entre sí. Como en tantos otros campos, la ciencia ha venido en apoyo de la tradición, para confirmar aquello de que "la voz del pueblo es la voz de Dios".
Los "retratos" de los matrimonios generalmente muestran a un par de tórtolos más o menos flacos cuya única semejanza estriba en el gesto vacilante que los nervios del momento no permiten ocultar. Pero si se compararan esas fotos con las de las bodas de plata, el resultado es diferente. El jovencito se ha convertido en un apacible señor "en la flor de la vida" y la muchacha de sus sueños ya no deshoja margaritas. El curso de su vida en común, y en especial, el grado de felicidad que hayan tenido en su largo matrimonio, habrán hecho que quienes en principio eran sólo conocidos, después novios y más tarde esposos, parezcan al final más bien un par de primos.
Eso es al menos lo que afirma una seria investigación llevada a cabo en Estados Unidos, cuyos resultados seguramente cambiarán la faz afectiva del mundo entero. Según esa teoría, el incremento en la similaridad facial es el resultado de décadas de compartir las mismas emociones. En el estudio, llevado a cabo en la Universidad de Michigan, se repartieron fotografías de personas para que un grupotestigo clasificara por parejas las caras que más se parecieran entre sí. Veinticuatro de las fotografías eran de parejas cuando estaban recién casadas, mientras que otras tantas correspondían a las mismas parejas luego de 25 años de convivencia.
Las parejas jóvenes mostraron solamente una similaridad casual entre sí, mientras que se encontró una resemblanza clara entre las parejas que habían estado casadas durante un cuarto de siglo. Las semejanzas no resultaron espectaculares, algunas se reducían a ciertas arrugas o a determinados contornos faciales; sin embargo, el parecido resultó tan claro que los encargados pudieron escoger las parejas mayores con mucha más facilidad que las mismas cuando eran jóvenes. El estudio encontró también que algunas parejas llegaban a pare cerse entre sí más que otras. Hay quienes atribuyen el parecido de los cónyuges al hecho de haber compartido la misma dieta durante tantos años. Como quien dice, a los miles de huevos pasados por agua consumidos en compañía todas las mañanas. Tropiezan,sin embargo,con la verdad sociológica de que muchos cónyuges no sólo tienen gustos diferentes sino radicalmente opuestos en materia culinaria. Pero,además, el sicólogo Robert Zajonc, director del equipo científico, sostuvo al explicar sus conclusiones, que la dieta similar que los cónyuges comparten a lo largo de su vida no tiene tanta importancia como se llegó a pensar. Los depósitos de tejidos grasosos que contribuyen a dar la forma a la cara podrían eventualmente contribuir al parecido, pero más por casualidad que por cualquier otra cosa: cuando las fotografías fueron analizadas a partir de la gordura facial, las parejas mayores resultaron con menos similitudes que las jóvenes.
Lo que el doctor Zajonc afirma es que la gente, muchas veces de modo inconsciente, imita los gestos de su ser querido en una empatía silenciosa que lleva a que, con el trascurso de los años, el compartir los mismos gestos modele su rostro de modo similar al de aquél.
La base científica de la teoría de Zajonc está en las investigaciones del investigador sueco Olav Dimberg, quien midió los niveles de tensión en los músculos faciales de un grupo de voluntarios mientras se les mostraban fotografías de varias expresiones faciales. Lo que descubrió el sueco fue que cuando los voluntarios veían una cara de furia, por ejemplo, sus músculos faciales imitaban el gesto, muchas veces en una forma tan imperceptible que sólo era detectable mediante los instrumentos electrónicos.
Pero el doctor Zajonc va mucho más allá: las expresiones faciales comunes a la pareja dan como resultado emociones idénticas para ambos integrantes, porque los músculos faciales juegan un papel en la regulación del flujo de la sangre hacia el cerebro. Como dice el científico, con cierto humor negro: "Ambos sonríen porque se sienten bien y se sienten bien porque ambos sonríen".

UN CIENTIFICO AUDAZ
En un artículo publicado en 1985 en la revista norteamericana Science, el doctor Zajonc señaló que la arteria carótida, que suministra sangre al cerebro, se ramifica en el cuello, y varias de esas ramificaciones pasan por la cara. A medida que los músculos faciales se tensionan y distensionan, tienden a actuar como torniquetes en las venas, y con ello regulan indirectamente el flujo de sangre y la temperatura en ciertas áreas del cerebro. Según el investigador este proceso ayuda al organismo a escoger cuáles químicos deben regular la actividad cerebral específica. Con estos supuestos, que Zajonc reconoce como meramente especulativos, una expresión facial determinada, por ejemplo una sonrisa, dispara en el cerebro los químicos que evocan los sentimientos relacionados, como la alegría. Por lo tanto, según la audaz teoría, cuando la gente imita -aún inconscientemente- los gestos de sus allegados, también evoca las mismas emociones, con un crecimiento consecuente de la empatía mutua, aquello que algunos llaman amor. "La imitación facial permite una empatía más verdadera porque produce el mismo estado interior. Las parejas pueden entenderse entre sí mucho mejor cuando esto sucede". Zajonc se apoya también en que su estudio de aquellas parejas que resultaron las más parecidas entre sí eran las que habían tenido los matrimonios más felices.

ALGUNOS NO CREEN
La teoría del doctor Zajonc es generalmente aceptada en cuanto a que las emociones compartidas podrían esculpir las caras de las parejas hasta hacerlas más similares que antes. Pero la parte que tiene que ver con el cerebro no tiene tanta acogida. "Las experiencias de una vida en común a través de años y años pueden alterar la musculatura facial y los patrones de arrugas, y llevar a un acusado parecido de la pareja, pero no hay ninguna razón para pensar que en eso tenga algún papel el flujo de la sangre al cerebro", es la afirmación del sicólogo Paul Ekman, de la Universidad de California y uno de los más connotados expertos en los músculos involucrados en la expresión emocional.
Ekman piensa que los músculos de la cara, como los de todo el resto del cuerpo, crecen o se atrofian de acuerdo con el poco o mucho uso que se haga de ellos; a su turno, la actividad de los músculos de la cara estimula en cierto grado el crecimiento de los huesos del rostro. Como la gente en muchos casos tiene una actitud muy determinada frente a la vida, ya que en algunos domina el miedo, en otros la indiferencia, en casos aislados la alegría, etcétera, sus músculos faciales relacionados con esos sentimientos tienden a mantenerse imperceptiblemente tensionados en una especie de expectativa constante para actuar. Según Ekman, a través de varias décadas esa tensión viene a dar una forma distintiva a la cara con la alteración de las arrugas, y el cambio de tamaño de algunos músculos y aun de ciertos huesos. Por eso, y de alguna forma, con el paso de los años el rostro de las personas es cada vez más el espejo de su alma.
Si ese proceso ocurre en las personas individualmente consideradas, no es extraño que también ocurra a dúo. Aunque Ekman no admite el factor efectivo y no oculta su disconformidad con la posición de Zajonc, acepta que "no hay duda de que en forma imperceptible movemos los músculos en forma parecida a la de la persona que estamos mirando". El doctor Zajonc, quien bien podría crear una nueva escuela científica, el "bioromanticismo", rechaza la fría posición de Ekman y afirma que en su teoría la imitación de los movimientos faciales es reforzada por las experiencias vividas en común y sus efectos en el fortalecimiento de los lazos emocionales.
En suma, los críticos de la hermosa teoría de Zajonc no creen que el desempeño del matrimonio tenga nada que ver con el parecido de los cónyuges. Para ellos por lo visto, el parecido no se da solamente en las parejas de esposos o de compañeros de toda una vida, sino también en las relaciones humanas que representan un alto grado de convivencia, aunque esta no tenga nada de afectividad. De esa forma, el jefe y la secretaria podrían terminar pareciéndose, lo mismo que las amas de llaves con sus patronas, los compañeros de trabajo y así en un sinnúmero de circunstancias. No demoran los científicos en dedicar su valioso tiempo en encontrar la razón específica y concreta por la cual tantos dueños de mascotas terminan pareciéndose a ellas.