migraciones

El sueño colombiano

Para un extranjero común, trabajar en este país es un vía crucis. Los trámites para la visa son tediosos y costosos, y transmiten un mensaje implícito: 'No te queremos aquí'. Testimonios.

1 de julio de 2006

Después de ver el partido del martes pasado, en el que Francia eliminó a España de la Copa Mundial de Fútbol, Laurent Deschamps* tomó un taxi hacia el aeropuerto El Dorado donde lo esperaba un vuelo de Air Madrid rumbo a París. El motivo de su viaje no era celebrar con sus coterráneos el triunfo de su selección, sino cumplir con los trámites que exige el gobierno colombiano para poder trabajar.

Laurent llegó al país hace tres meses, como muchos otros extranjeros, enamorado de una colombiana. En un comienzo él no tuvo reparos en vivir en el país, pues confiaba en que con su alto perfil académico y profesional -máster en ciencia política, doctor en economía- iba a ser muy fácil conseguir trabajo. Pero cuando llegó se dio cuenta de la realidad. Nadie le daba trabajo porque no tenía el permiso requerido para hacerlo. Y no tenía permiso porque no contaba con un contrato de trabajo. Es un círculo vicioso.

Unos amigos le dijeron que los trámites eran más fáciles si tenía visa de cónyuge. Deschamps aprovechó que estaba enamorado y contrajo matrimonio. Hoy tiene una visa para residir en el país pero, si bien ésta le permite permanecer legalmente, sacar una cuenta de ahorro y tener seguro de salud, no le da la posibilidad de trabajar. Para hacerlo le exigen homologar sus títulos ante el Ministerio de Educación. Por eso tuvo que organizar este viaje relámpago en el que le pondrán las apostillas necesarias para que en Colombia le reconozcan sus diplomas. El proceso no sólo ha sido difícil sino costoso. Laurent se ha gastado más de tres millones de pesos en pasajes, traducciones y trámites.
"Colombia no es un país muy atractivo para el extranjero por todos sus problemas de violencia, pero cuando la gente viene y conoce, queda maravillada. La ironía es que aparentemente el país los acoge, pero si realmente quieren quedarse, se estrellan con un muro que los rechaza", dice su esposa.

Así como los colombianos se quejan de los malos tratos que reciben en el exterior, los extranjeros que residen en el país también protestan porque deben hacer muchos trámites y a veces los requisitos no son claros. Además, critican que no exista una oficina de apoyo que los asista dignamente mientras realizan este proceso. Para muchos de ellos, los trámites para quedarse en Colombia son una manera sutil de decirles "no te queremos aquí".

Para la muestra está el caso de Victoria*, una argentina que vino a Colombia becada por el Instituto Caro y Cuervo. Al término de su estudio, la Universidad Nacional y el Externado le ofrecieron trabajo, para lo cual debía tener un permiso. Sin embargo, el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), ente encargado de estos trámites, le otorgó el permiso sólo por el período del contrato, es decir, por un semestre académico. Esto significaba que Victoria debía sacar esta visa cada seis meses. "Ella daba clase hasta el 10 de diciembre y ese día debía correr al DAS a hacer filas, a pedir salvoconductos, pagar, etc.", dice un amigo suyo que vivió de cerca su caso. Después de dos años en esa situación, decidió regresar a su país.

Esta actitud sorprende en una época en la que los procesos migratorios han ido creciendo debido a una mayor interacción entre los países, por la globalización. Según la Organización Internacional de Migraciones (OIM), actualmente existen 174 millones de inmigrantes en el mundo y 50 por ciento de ellos son trabajadores.

Para la OIM, las migraciones traen ventajas tanto para el país de origen como para el de destino. La labor de ellos es verificar que estos procesos sean ordenados, es decir, regulados y dignos, y respeten el derecho de los migrantes.

Eso es lo que pide Lyndon Bush,* un texano que estudia ciencia política en Bogotá. Él entiende que las leyes migratorias deben proteger el trabajo de los nacionales, pero le molesta que las normas aquí no sean claras y los inmigrantes no sean tratados con dignidad. "El punto es que en Colombia, igual que en Estados Unidos, hay seres humanos que quieren mejorar su situación para construir un futuro aquí. Y merecen un trámite claro, preciso, y bien publicado; tratamiento digno y humano, y, finalmente, apoyo por su coraje".

Dice que en el DAS hay una fila lentísima, que termina en una ventana donde sólo una persona atiende a la gente y que desaparece por largos ratos sin que se sepa por qué. Algunas personas salen de la fila llorando; otras, muy bravas, y otras, deprimidas. "La visa depende de la persona que está trabajando ese día, y de su genio", dice Bush. (Ver recuadro).

Es prácticamente imposible sacar una visa de trabajo en Colombia. Henry Cluseau*, quien llegó en enero detrás de una colombiana, tuvo que viajar a Miami a hacer su trámite. Aunque conseguir trabajo fue fácil, lo complicado ha sido tener los papeles en regla. "Lo peor es que el trámite se debe hacer en otro país".

"Cada paso que yo doy debo reportarlo al DAS. Si me cambio de casa, si me cambio de trabajo, si me divorcio", dice un argentino que lleva varios años con cédula de extranjería colombiana.

Si tener una cédula de extranjería y un permiso de trabajo es difícil, mucho más lo es volverse ciudadano, colombiano. Para lograr la ciudadanía Mary Stuart * requirió de una 'palanca' de alto nivel porque la ley colombiana no tenía una respuesta para su caso. Ella perdió su cédula de extranjería a los 20 años cuando se ausentó del país por más de 12 meses. A partir de ese momento debía entrar como cualquier turista, a pesar de que había vivido en Colombia durante toda su infancia y su adolescencia. El permiso de estadía en Colombia para los extranjeros turistas se ha ido limitando con el tiempo y hoy es de apenas 30 días. Eso significa que "cada año tenía que salir del país a sacar ese permiso". Quería adoptar la nacionalidad colombiana, pues aquí viven sus padres y hermanos, pero Mary no podía hacerlo porque no tenía la cédula de extranjería.

Según el último censo del Dane, en Colombia hay 120.000 extranjeros, lo que equivale a una tasa de 0,3 por ciento de inmigrantes, una cifra mínima comparada con países como México, donde el número de inmigrantes representa el 17,7 por ciento de la población.

Esto no es nuevo. Según el periodista José Fernando Hoyos, quien adelanta su tesis de maestría de historia en el tema, advierte que desde finales del siglo XIX, cuando hubo las grandes migraciones hacia América, Colombia fue visto como un destino marginal, pues las condiciones laborales y económicas no eran tan atractivas como las de Argentina, México o Brasil. Pese a esto, el país pasó de una política migratoria de puertas abiertas a una restrictiva para la permanencia de extranjeros. Primero se excluyó a "tarados, prostitutas y personas con desviaciones morales". A la lista luego se sumaron los comunistas y anarquistas, y después hubo restricciones de raza, creencia religiosa y de procedencia, y después se les cerraron las puertas a chinos, indios, negros o protestantes. "La migración ha sido muy selectiva y favorece a quienes tienen fortuna de raza, de bienes o de conocimientos, especialmente de países europeos", sostiene.

Esta política refleja la paradoja del país frente al tema de la migración. "Idealmente se admira al extranjero, pues ha sido visto como modelo de progreso y desarrollo, pero en el fondo al colombiano le da temor que venga a instalarse y pueda cambiar el orden de las cosas", dice. Con él coincide el historiador Rodrigo García Estrada, autor del libro Los extranjeros en Colombia. "Las políticas inmigratorias fueron un rotundo fracaso, incluso en aquellos momentos en que intentaron ser restrictivas, y la prueba de esto es que la inmigración más numerosa es la sirio-libanesa, a pesar de disposiciones en contra y del temor de muchos colombianos", afirma.

En teoría, las cosas están cambiando. Según Carlos Iván Plazas, director de visas de la Cancillería, un decreto reciente que entró en vigencia a principios de 2005 ha hecho mucho más fácil este trámite. Por ejemplo, un extranjero que se casaba en Colombia sólo podía tramitar la visa en otro país donde hubiera un consulado colombiano. Ahora se puede hacer aquí mismo. Hay muchos tipos de visa. También se amplió el número de países cuyos nacionales no requieren de visa de visitante, es decir, que pueden venir en calidad de turistas, periodistas, para efectos de negocios o a hacer estudios no regulares sin ningún visado. Aun más, un extranjero puede venir como turista con entradas múltiples, y si llega a invertir más de 100.000 dólares, podría acceder a una visa de residencia indefinida. "La ley hoy es mucho más laxa y la prueba es que se expiden entre 70 y 80 visas diarias, afirma Plazas. Pero el control, que lo ejerce el DAS, es mucho más fuerte".

Señala que la mayoría de los requisitos que a los extranjeros les molestan no la exige esta oficina, sino la ley colombiana y se deben tramitar en otras dependencias como la homologación de títulos y la certificación de proporcionalidad (que es el permiso otorgado no supere el 10 por ciento de extranjeros permitidos), que dependen directamente de los Ministerios de Educación y de Trabajo. "Estos requisitos son aburridos, pero una vez se tienen, el trámite de la visa sólo demora cuatro horas", dice el funcionario.

Aunque el funcionario asegura que la mayoría de inmigrantes viene ya con su visa de trabajo, como es el caso de diplomáticos y trabajadores de multinacionales, en otros se trata de personas comunes que están de paso y se enamoran del país o de un colombiano y deciden quedarse. Para ellos posiblemente el trámite es más engorroso. "Algunos extranjeros son prepotentes. No saben que una visa no es un derecho sino una posibilidad y puede ser otorgada o no", dice Plazas.

Además de que Colombia no se ha beneficiado de la inmigración como otros países, tampoco protege a los nacionales que salen del país en busca de mejores oportunidades. Según la OIM, más de tres millones de colombianos viven hoy en el exterior. "Es una cifra alta e implica una pérdida significativa de capital humano en beneficio de los países más desarrollados", dice Jorge Baca Vaughan, de la OIM. Explica que si bien esto genera las remesas para el país, Colombia pierde un grupo de expertos clave para su desarrollo. En este contexto histórico, Baca Vaughan sugiere buscar nuevos modelos de migración como la llamada circular y temporal, en donde los ciudadanos trabajan o estudian por dos años en el exterior y regresan a aplicar sus conocimientos.

El otro gran reto de los países es cambiar la concepción de que el inmigrante es un delincuente y se le considere como un personaje que puede beneficiar a ambos países, como antaño lo hicieron en estas tierras los Elber, Von Lengerke, Clausen, Fischer, Lutz, Bonnett, Haussler, Kopp, Carulla, Dahl, Reichel-Dolmatoff, Van der Hammen, Cortizos, Aljure, Hadad, entre tantos otros, que adoptaron a Colombia como su patria y ayudaron a desarrollar la industria, la ciencia, la tecnología, la infraestructura y el comercio de Colombia.

(*) Nombres cambiados