EN BUSCA DEL CUERPO PERDIDO

Aunque son innegables los avances logrados en la cirugía plástica, médicos y pacientes parecen estar exagerando.

10 de julio de 1989

Amalia tiene 28 años, es vendedora y aspirante a actriz. Nunca le gustaron sus rodillas. Eran gordas. Tenía mucha grasa en ellas. En su nariz había un monte antiestético. Y sus senos no eran proporcionados con el resto de su cuerpo. Dos meses atrás, en una sola intervención, Amalia logro que el especialista succionara la grasa de sus piernas, eliminara aquella protuberancia de su nariz e implantara dos bolsas de silicona dentro de sus senos. Al mirarse después en el espejo, Amalia dijo: "Así es como yo debí ser siempre ".
El día que Eligio cumplió 50 años fue adonde el cirujano plástico para que le borrara una cicatriz que tenía en la frente desde su infancia, pero, una vez en el consultorio, Eligio aceptó estirarse también la piel del rostro , renovar sus párpados y hacerse un implante de barbilla al mismo tiempo. "No era que yo me sintiera feo -dice ahora- o que no tuviera mucha confianza en mí. Sólo quise mejorar mi apariencia física. Y eso dio resultado".
Hasta hace un par de décadas la cirugía cosmética era considerada como último eslabón en la larga cadena de narcisismos neuróticos, y era ejercida en secreto sobre las estrellas del cine. Pero ahora, es distinto. Gracias a sus excentricidades y demás recursos hiperbólicos ejecutados sobre su apariencia, más allá de los límites de toda credibilidad, los mismos célebres de la farándula norteamericana se dedicaron a exhibir el espectáculo deprimente de su ancianidad estrenando rostro, sus narices remozadas y sus barbillas recién partidas, ignorando altivos la decrepitud de sus huesos forrados en alta costura. Esto estimuló al público, que descubrió la fórmula y se hizo lo mismo, se reforzó las nalgas, rebanó sus muslos, aumentó o redujo a su arbitrio los frentes más visibles de su fisonomía.
Según los cirujanos, mujeres que aún no llegan a la cuarentena van en cantidades alarmantes a que les estiren la piel , y otras,con busto de excelente forma y tamaño, a que se lo agranden. Los hombres no se quedan atrás. Una cuarta parte de los rostros reencauchados les pertenecen. Por otro lado la liposucción se ha convertido en el procedimiento más común para librarse de las grasas, en lugar de dietas y ejercicios.
La verdad es que la cirugía facial ha progresado. Una estirada de piel puede durar de cinco a siete años. El aporte de la ciencia ha resultado invaluable en algunos casos. Deformaciones de nacimiento o por efectos de accidente desaparecen rápidamente en la sala de operaciones. La microcirugía y la reescultura médica de huesos logran recuperar en los pacientes la estética de sus extremidades afectadas, mientras los injertos modernos de piel salvan a miles de personas, según los médicos, de sentir complejo por horrendas cicatrices de quemaduras. Se sabe, por ejemplo, que una reconstrucción casi perfecta del seno, después de una mastectomía, minimiza los efectos sicológicos en la paciente. Y ahora, con injertos de huesos que se suman a los de piel, pueden lograrse inmejorables resultados. Con la ayuda de videos y computadores los médicos anticipan a los pacientes una muestra de cómo quedarán después de la operación, ofreciendo distintas alternativas de nuevas narices, por ejemplo.
Pero no todo es perfecto. Se ha comprobado que algunos cirujanos no discriminan entre quienes deben operarse y los que no. En verdad, cada vez es mayor el número de médicos generales que se aventuran por los meandros especializados de la cirugía plástica, por una sola razón: el dinero. Sobre todo en Estados Unídos, donde la cirugía estética no está generalmente incluida en los seguros de salud, así que el cliente debe cancelar los billetes unos sobre otros antes de subirse a la mesa de operaciones. Doctores inexpertos en cirugía plástica se inician generalmente en la misma con recomendaciones y aplicaciones personales de liposucción. Algunas muertes y numerosas complicaciones se han presentado porque médicos generales intentaron meterle mano al área de las reparaciones humanas, sin conocimiento alguno por unos dólares más.
Al parecer, tanto especialistas como profanos se encuentran hoy más interesados en el beneficio económico que en la ética de Hipócrates. Y las campañas de publicidad sobre sus servicios a la clientela son cada vez más enconadas y agudas. Un aviso que le paró los pelos a más de uno fue el que apareció, hace unos meses, inserto en el centro de la publicación "Los Angeles Magazine", con una mujer de figura espléndida metida en un vestido de baño, junto con un carro deportivo último modelo y un aviso en letras grandes que dice: "El automovil es Ferrari. El cuerpo, Forsham", y se refiere al doctor Vincent Forsham, un cirujano plástico de Rancho Mirage, California.
Lo que se supo después fue que Forsham no había trabajado jamás sobre las curvas de la modelo del aviso. Y se supo, en cambio, que otro cirujano, el doctor Charles Smithdeal, de Los Angeles, si. El asunto llegó a oídos de la prensa. Smithdeal dijo que aquello era falsa publicidad . Forsham replicó débilmente que el aviso nunca dijo: "Este cuerpo es Forsham". La última palabra la dio sin embargo, Smithdeal, también en las páginas centrales de "Los Angeles Magazíne", con la misma modelo junto a otro Ferrari y un letrero que dice:"Cuerpo, por Smithdeal".
El episodio ha llevado a una división entre los mismos especialistas sobre si se deben promocionar o no las habilidades médicas como si se tratara de un mecánico en un taller de reparaciones. Hasta el momento no existe en ningún país del mundo una regulación al respecto.
Pero la política en EE.UU. sobre las licencias de los doctores va más allá. Se sabe que numerosos galenos empujan a sus pacientes a estirarse la piel antes que en realidad lo necesiten, asegurando que "cicatriza mejor y da mejores resultados que cuando la piel ya está vieja". Círujanos inescrupulosos, ante la solicitud de alguien que quiere arreglarse la nariz, por ejemplo, intentan convencerlo -y generalmente lo logran- de estirarse de una vez la piel, quitarse arrugas, remozar los párpados yo quebrarse la barbilla.
Más de un paciente se ha sorprendido con un médico que para operar sus narices empieza por recomendar una liposucción del rostro y del cuello. Pero eso no es lo peor. En esto de la cirugía hay verdaderos desastres. La señora Anne Marengo, por ejemplo. anda por todos los Estados Unidos contando la triste historia de sus senos, que han sufrido diez operaciones porque un inexperto cirujano, que debió reducir el tamaño de los mismos, no supo enfrentar una infección que surgio de la operación y termino extirpando uno, arruinando física, económica y espiritualmente a los Marengo. Esta historia de vanidad y horror no es, por desgracia, la única. Demandas por situaciones similares proliferan. Los senos son casi siempre manzanas de discordia entre médicos y pacientes. Para agrandarlos se hacen primero incisiones bajo cada seno y luego se colocan y cosen bolsas de silicona encima o debajo de los músculos pectorales. Los senos quedan más grandes, de eso no cabe duda. Pero las estadísticas de los Estados Unidos señalan que una cuarta parte de las pacientes concluye que el resultado no es lo que esperaban. En la cirugía plástica del seno existe siempre un 20% de riesgo. El tejido formado por las cicatrices alrededor del implante ocasiona,a veces,que uno o los dos senos queden demasiado tiesos y firmes. Entonces se necesita de otra operación para corregir esa anomalía. Todo ello sin contar con las dificultades que estos nuevos senos presentan a los médicos cuando buscan detectar tumores cancerosos mediante la mamografía. Y eso sin contar que aún no se tiene certeza de si el goteo de silicona sobre el cuerpo humano sea a la larga más peligroso de lo que la gente cree.
Una buena estirada de piel puede durar en algunos casos hasta diez años, pero son muchos los pacientes que deben estar refaccionándose cada dos o tres. Todo depende no solo de las habilidades del cirujano, sino del tono de la piel, de la edad y del estilo de vida del paciente. Los fumadores, por ejemplo, enfrentan mayores problemas porque su piel es menos elástica. En gente de edad avanzada, cuyo tono de piel es ya muy pobre, la estirada no hace lucir el rostro natural. Un cirujano experto quita con facilidad las bolsas bajo los ojos, pero la forma y la expresión natural de estos cambia de manera sustancial.
Los cirujanos plásticos aseguran que la mayoría de sus pacientes no desean parecer celebridades de Hollywood. Se conforman con arreglar ese incómodo defecto o lucir un poco más jovenes y delgados. Los resultados generalmente son satisfactorios. Pero advierten tener siempre el mayor cuidado. Médicos ambiciosos y escasamente hábiles pueden convertir ese pequeño arreglo de la fisonomía en un verdadero problema.