T E N D E N C I A S

Energía a la lata

Con las bebidas funcionales la sed pasó a un segundo lugar. Ahora el objetivo es revitalizar al organismo en el menor tiempo posible.

10 de septiembre de 2001

Si se le pregunta a una persona en la calle para qué sirven las bebidas a lo sumo responderá que son necesarias para calmar la sed, buenísimas para hidratar el cuerpo e ideales para subir el estado de ánimo cuando su contenido es alcohólico. Con seguridad pocos responderán que hay bebidas que son magníficas para hacer tareas, estudiar para los exámenes, manejar largas distancias en carro, realizar turnos en hospitales, quemar grasa y rumbear hasta altas horas de la madrugada sin que al otro día el guayabo aniquile al organismo.

Suena absurdo pero es cierto: la industria alimenticia ha desarrollado bebidas funcionales que buscan satisfacer ciertas necesidades de los consumidores que pueden ser tan específicas como combatir el estrés o la falta de sueño. En el mercado estos líquidos inteligentes se encuentran divididos en cinco categorías: energy drinks (revitalizantes), enriquecidos (jugos vitamínicos y leches con minerales), nutracéuticos (enfocados en un beneficio corporal como la protección de la retina o la flora intestinal), hidratantes (restablecer el nivel de agua del organismo) y herbales (tés relajantes).

El grupo que mayor impacto ha tenido es el de las energy drinks o bebidas energéticas, que se han convertido en las favoritas tanto de los deportistas de alto riesgo como de los profesionales con extenuantes jornadas de trabajo, quienes encuentran en las latas de Red Bull, Big Star, Adrenaline Rush, KMX, 180 y Solstis un elíxir mágico que en cuestión de minutos es capaz de disparar los sentidos y recargar de energía al organismo.

El secreto de su éxito se esconde en sus ingredientes que, a pesar de variar de una marca a otra, suelen ofrecer los mismos resultados. Una lata de 250 miligramos contiene 80 miligramos de cafeína, la misma cantidad que una taza de café filtrado, con la diferencia de que estas bebidas están enriquecidas con otros estimulantes naturales como el guaraná y el ging seng, a los que se suman aminoácidos como la taurina, las vitaminas B6, B12 y C; minerales y grandes cantidades de glucosa que dan la sensación de estar bebiendo una colombina derretida.

Al ingerir estas bebidas en momentos de alta tensión física o mental sus componentes actúan sobre el sistema nervioso central, despejando los sentidos, estimulando la circulación, afinando la memoria, incrementando la concentración y eliminando las toxinas a través de la orina.

“Cuando mi hermano y yo vivimos en Londres los obreros y los sacristanes andaban con su lata de ‘energy drink’ en la mano y no entendíamos por qué la necesitaban para trabajar. La primera vez que probé una trabajé 24 horas. Al comienzo me pareció muy dulce pero después me acostumbré. Ahora hasta mi papá, que tiene 70 años, las toma y puede trabajar tranquilo hasta las 7 de la noche”, afirma Mauricio Quintero, director de marketing de Power Drinks International, empresa que abrió el mercado de estas bebidas en Colombia con su producto Big Star.

El pionero en la industria de las energy drinks es el empresario austríaco Dietrich Mateschitz, quien a comienzos de los años 80 descubrió las cualidades revitalizantes del karting daeng, un tónico tailandés muy popular entre los asiáticos. Mateschitz comenzó a investigar sobre el uso de los aminoácidos, las vitaminas y la cafeína hasta desarrollar Red Bull, la bebida energética de mayor consumo en el mundo desde su aparición en 1987.

Red Bull se comercializa en 50 países y controla el 70 por ciento del mercado, lo cual explica la facilidad con la que el año pasado logró embolsillarse la bobadita de 1.000 millones de dólares en ventas. Con semejantes ganancias era de esperarse que las multinacionales buscaran también su tajadita, como ocurrió con Pepsi y Coca-Cola, que intentan pelearse un nicho con sus marcas Adrenaline Rush y KMX, respectivamente.

La popularidad de Red Bull y sus demás parientes en ciudades como Londres, Tokio y Nueva York es tan asombrosa que incluso los ejecutivos de las grandes compañías no tienen ningún reparo en andar para arriba y para abajo con su lata energética en el bolsillo. Esta fiebre demuestra en cierta medida porqué los consumidores pagan hasta cuatro dólares por una lata de ocho onzas, valor que alcanza los 10 dólares en las discotecas, en donde las energy drinks hacen las veces de mezcladores para cocteles. Este uso se ha convertido en la última moda a la hora de la rumba puesto que los principios activos de estos líquidos ayudan a que el organismo se recupere rápidamente de la borrachera. Sin embargo los médicos sostienen que su uso indiscriminado puede tener efectos colaterales ya que la persona, al sentirse bien, puede comenzar a ingerir grandes cantidades de alcohol, lo que puede provocar deshidratación y generar complicaciones cardíacas y hepáticas.

En Colombia el fenómeno está ganando fuerza en bares y discotecas de Bogotá, Cali, Medellín y la Costa Atlántica, en donde se pueden conseguir Big Starr y Red Bull a un valor aproximado de 10.000 pesos cada lata.

En vista de sus múltiples bondades se ha especulado sobre la posibilidad de que estos productos generen adicción entre los usuarios pero hasta el momento no se han encontrado pruebas concluyentes ya que los niveles de cafeína pura (no se obtiene del grano rostizado) no son tóxicos. No obstante su consumo no es recomendable para mujeres embarazadas, menores de edad (puede ponerlos nerviosos, ansiosos e irritables) ni para personas que sufran diabetes.

En otro tiempo estas bebidas funcionales habrían sido consideradas brebajes de hechiceros y sus creadores habrían encontrado el final de sus días en una hoguera. Por fortuna las cosas cambian y hoy en día es posible encontrar energía en algo tan insignificante como una lata.