Fracaso "in vitro"

La experiencia de los integrantes del proyecto Biosfera 2 demostró que aún está lejos la posibilidad de establecer colonias espaciales.

1 de noviembre de 1993

DOS AÑOS Y 150 millones de dólares demandó el famoso proyecto Biósfera 2, que pretendía demostrar que el hombre puede vivir en autarcía. El objetivo del proyecto era investigar la posibilidad de establecer colonias autosuficientes en el espacio y estudiar la ecología de la Tierra. Para ello se construyó en Arizona, al sureste de Estados Unidos, una enorme y hermética estructura de vidrio y acero, de 1,5 hectáreas, donde se reprodujeron diferentes ecosistemas -océano, con olas, selva húmeda, sabana, pantano y desierto- y se incluyeron 3.800 especies de flora y fauna. Además se construyó una finca con una huerta, donde los ocho científicos -cuatro hombres y cuatro mujeres- debían cultivar sus alimentos.
Este enorme proyecto de investigación, que muchos han calificado como una locura, fue financiado por un millonario petrolero texano, Edward Perry Bass, quien pretendía con ello encontrar la respuesta a muchos males de la humanidad. Si bien aún no se han precisado los logros científicos del momento, el grupo de participantes sobrevivió respirando aire reciclado, tomando agua reciclada, aprovechando al máximo la luz solar y cultivando su propia comida, con el propósito de simular el tipo de vida que, muy probablemente, deban tener los futuros exploradores del espacio. Y aunque el jefe del grupo de bionautas, Mark Nelson, aseguró que de este proyecto "se ha logrado extraer un manual de operación de nuestro planeta", lo cierto es que los "biosferianos" tuvieron que recibir, en varias oportunidades. ayuda del exterior. En una oportunidad se presentó insuficiencia de oxígeno, que inesperadamente cayó en un 10 por ciento de su nivel normal, y fue necesario inyectar, dentro del ambiente artificial, 600 mil pies cúbicos de oxígeno. La autosuficiencia en materia de alimentación tampoco funcionó, pues sólo lograron cultivar el 80 por ciento de los alimentos; el resto lo tuvieron que tomar de las provisiones almacenadas para casos de emergencia. El grupo no sólo perdió en promedio un 14 por ciento de su peso, sino que la comida se le convirtió en una verdadera obsesión. A todo esto se le sumó un crecimiento incontrolado de la población de hormigas y cucarachas, que prácticamente precipitó su "regreso a la Tierra".
Pero lo más difícil de estos dos años fue la convivencia de estas cuatro parejas de solteros que durante este tiempo estuvieron aislados del mundanal ruido. La bióloga Abigaíl Alling, comentó en la rueda de prensa: "Aunque saber que todos éramos interdependientes en este ecosistema tan frágil nos mantuvo unidos, las tensiones e incompatibilidades fueron las peores que he sentido en toda mi vida". "No puedo decir que fuéramos todos unos ángeles allá adentro", confesó Mark Nelson, quien, como todos los integrantes, se negó a responder preguntas acerca de sexo.
Para muchos, estos dos años y 150 millones de dólares sólo sirvieron para batir el récord mundial de permanencia en un ambiente sellado. Y para demostrar que la idea de establecer en otros planetas colonias habitadas es más complicada de lo que parece.